La irrupción de la inteligencia artificial (IA) generativa pone a prueba los fundamentos del copyright. Durante siglos, el derecho de autor protege las creaciones humanas, asegurando que los artistas y escritores conserven el control sobre sus obras. Sin embargo, el avance de la IA plantea interrogantes complejos: ¿qué constituye una obra protegida?, ¿quién puede ser su autor?, ¿qué derechos se pueden reclamar?
En Estados Unidos, la normativa es clara: solo las obras con autoría humana acceden a la protección del copyright. Si un dibujante crea un cómic, posee derechos exclusivos sobre su trabajo. Pero si una IA produce ese mismo cómic sin intervención significativa de un humano, la ley no lo considera una obra protegida.
El criterio legal estadounidense establece que, sin una contribución humana sustancial, no hay protección. Si un creador interviene activamente en el proceso, sólo la parte generada por él le otorga derechos de autor. Mientras un escritor que usa IA para generar ideas pero redacta y edita el texto final ve su trabajo resguardado, un artista que genera una imagen con un algoritmo no tiene derechos sobre el resultado.
Este escenario abrió un debate sobre el valor de los llamados “prompts” o instrucciones dadas a la inteligencia artificial. En la mayoría de los casos, estos comandos no poseen suficiente creatividad para ser considerados una obra protegida, salvo en situaciones donde se pueda demostrar un proceso creativo complejo detrás de su construcción.
A nivel internacional, el panorama es diverso. En la Unión Europea, algunos países reconocen derechos de autor en obras con contribución humana sustancial. En el Reino Unido, el tema sigue en debate, mientras que en Argentina y España se mantiene el criterio tradicional de autoría exclusivamente humana.
Las discusiones sobre la protección de obras generadas con IA tomaron varias direcciones. Algunos sostienen que extender el copyright a la producción de inteligencia artificial fomentaría la creatividad y la innovación. Otros creen que permitir esta protección desvaloriza el trabajo de los artistas humanos al equiparar su esfuerzo con el de un algoritmo.
Más allá del impacto en la industria creativa, la cuestión afecta a sectores como la accesibilidad. Para muchas personas con discapacidad, las herramientas de IA abrieron nuevas posibilidades de expresión artística. La falta de protección legal sobre sus creaciones podría dejarlas en una posición vulnerable.
Además, la competencia global en innovación plantea otro problema. Mientras EE.UU. mantiene su criterio restrictivo, otros países optan por regulaciones más flexibles, generando una posible desventaja en el mercado de la propiedad intelectual. La ausencia de reglas claras llevó a creadores y expertos en derecho a exigir definiciones más precisas sobre qué tipo de obras pueden ser protegidas.
El copyright en la era de la IA es un campo en evolución. A medida que la inteligencia artificial se perfecciona, es probable que las leyes se adapten. El desafío radica en encontrar un equilibrio entre la innovación tecnológica y la protección del trabajo creativo humano, estableciendo un marco legal que contemple la creciente complejidad de la creación artística en la era digital.
Mookie Tenembaum es analista internacional