El gratinado, nacido en la cocina francesa, se volvió popular por su capacidad de transformar ingredientes cotidianos en platos llenos de sabor y textura. En esta versión, el brócoli se une a una salsa blanca cremosa y una cobertura generosa de queso fundido. El contraste entre lo suave del interior y lo crocante del dorado es lo que lo hace tan irresistible. Para lograr ese efecto perfecto, se recomienda secar bien el brócoli antes de montarlo y usar quesos que fundan sin volverse grasosos. Ideal para servir como guarnición o plato principal ligero.
Preparar el brócoli: cortar el brócoli en ramitos pequeños. Hervir en agua con sal durante 4-5 minutos o hasta que esté tierno pero firme. Escurrir y reservar.
Preparar la salsa blanca (bechamel): derretir la manteca en una cacerola a fuego medio. Agregar la harina y revolver durante 1-2 minutos para formar un roux. Incorporar la leche poco a poco, sin dejar de batir, hasta obtener una salsa espesa y sin grumos. Condimentar con sal, pimienta y una pizca de nuez moscada. Añadir 100 g de queso rallado y mezclar hasta fundir.
Montar el gratinado: colocar el brócoli en una fuente apta para horno. Verter la salsa blanca por encima, cubriendo bien. Espolvorear el resto del queso rallado y, si se desea, el parmesano.
Gratinar: precalentar el horno a 200 °C con grill. Hornear durante 10-15 minutos, o hasta que la superficie esté dorada y burbujeante. Retirar del horno y dejar reposar 5 minutos antes de servir.