“El capitalismo es una religión puramente cultual, sin dogma ni redención.” Walter Benjamin

En la era contemporánea, donde las estructuras tradicionales de creencia cedieron terreno a las fuerzas del mercado, es posible reconsiderar al capitalismo no solo como un sistema económico, sino como una forma de religión secular.

Esta tesis, planteada por Walter Benjamin en un provocador fragmento de 1921, ha sido retomada por pensadores contemporáneos como John Gray, empresarios como George Soros y, en su forma más paradójica, por figuras del capitalismo mismo como Warren Buffett. En todos estos casos persiste una visión crítica del capitalismo, tanto en el pensamiento filosófico como en la práctica económica.

Hace pocas semanas Warren Buffet, uno de los hombres más ricos del mundo, conocido como “el oráculo de Omaha”, se retiró de la dirección de Berkshire Hathaway, la compañía de inversiones que presidía. Su retiro provocó angustia entre los seguidores de este hombre capaz de multiplicar la riqueza a tasas mucho mayores que las extraordinarias ganancias de Wall Street en las últimas décadas. Propongo pensar cómo el capitalismo puede ser entendido como una religión moderna a partir de estos autores y exitosos empresarios que son, también, filántropos críticos del credo en el mercado.

Walter Benjamin. En su fragmento “El capitalismo como religión”, sostenía que el capitalismo no sólo ha suplantado a las religiones tradicionales, sino que funciona como una religión en sí misma. Pero no es una religión cualquiera, sino un culto sin dogma, sin teología ni días festivos. Su característica esencial es la culpabilidad perpetua, sin posibilidad de redención. En el capitalismo, los sujetos están atrapados en un ciclo de deuda, consumo y productividad, donde el fracaso individual se interpreta como pecado, pero sin absolución. El trabajo, la explotación y productividad son sus actividades principales y el ocio, una falta solo redimible por la actividad productiva.

Para Benjamin, esta religión del dinero no busca consolar, sino mantener al sujeto en una constante tensión, promesa y sacrificio. El “mercado” se convierte en una entidad casi divina, que exige devoción, sacrificios y fe ciega. En esta lógica, las crisis económicas no son errores del sistema, sino castigos divinos por desviaciones del dogma neoliberal y sus apóstoles, como Donald Trump, salvados por la gracia divina como sucedió en el atentado sufrido por el actual presidente en Pennsylvania, durante la última campaña presidencial norteamericana.

John Gray. El filósofo británico, profesor en la London School of Economics y autor de obras como Falso amanecer: los engaños del capitalismo global (1998) y Perros de paja (2003), critica el mito moderno del progreso inherente al capitalismo liberal. Para Gray, el capitalismo ha heredado la estructura narrativa del cristianismo: caída, redención y salvación. En lugar de Dios, ahora adoramos al “mercado” y, en vez de salvación espiritual, se promete crecimiento económico eterno.

John Gray.John Gray.

Gray considera esta visión una ilusión peligrosa. El mercado no es racional ni moral, sino caótico y a menudo destructivo. Al igual que Benjamin, destaca cómo el capitalismo exige sacrificios humanos: desempleo, pobreza, desigualdad, más recientemente deportaciones masivas de inmigrantes indocumentados. Pero lo hace con una justificación pseudo-religiosa: todo es por el bien del “crecimiento” y el “progreso”. Así, el capitalismo contemporáneo se convierte en una teodicea secular, una defensa del mal necesario en nombre de un bien mayor.

George Soros. Inversionista y filántropo, aporta una crítica desde dentro del sistema. A través de su teoría de la reflexividad, subraya que los mercados no son entidades omniscientes ni autorreguladas, sino construcciones humanas profundamente influenciadas por percepciones falibles. Critica lo que llama el “fundamentalismo de mercado”, la creencia dogmática de que el mercado siempre tiene razón.

Alexander y George Soros, sucesor y magnate. Foto FacebookAlexander y George Soros, sucesor y magnate. Foto Facebook

Para Soros, esta creencia es esencialmente religiosa: atribuye al mercado una sabiduría infalible que no posee. Los ciclos de euforia y pánico bursátil no son producto de una racionalidad divina, sino de la psicología colectiva, de fe e ilusión. Soros aboga por una visión más humilde del capitalismo, que reconozca su falibilidad y la necesidad de regulación, una herejía dentro del credo neoliberal dominante.

Warren Buffett. Por último, una de las figuras más emblemáticas del capitalismo global, ofrece un caso interesante. A pesar de ser un exitoso inversor, Buffett ha criticado duramente las desigualdades que genera el sistema: ha hablado de la “guerra de clases” y ha admitido que “mi clase está ganando”. No es el único millonario que señala lo opuesto de lo que hacen los políticos de extrema derecha, también en la Argentina: la necesidad de mayores impuestos a los ricos (no de una reducción), una postura que lo aleja del dogma neoliberal.

Buffett es un hereje interno. Aunque cree en el mercado, no lo idolatra. Su enfoque pragmático, orientado a largo plazo, contrasta con el culto a la ganancia inmediata de Wall Street. De alguna manera, Buffett representa una figura sacerdotal dentro del capitalismo: no niega la religión, pero predica una versión más sobria y ética, menos supersticiosa.

El capitalismo como religión es una idea poderosa porque ilumina las estructuras emocionales y simbólicas que sustentan nuestro tiempo. Benjamin, Gray, Soros y Buffett, desde diferentes perspectivas, coinciden en que el capitalismo no es sólo una maquinaria económica, sino un sistema de creencias, sacrificios y promesas. Los primeros desde el pensamiento crítico, los segundos desde la actividad económica y financiera que ocupa hoy el centro de esta religión.

Se adora al mercado, se teme a la recesión como castigo y se venera al emprendedor como santo. Los desempleados son parias culpables de su propio fracaso, dentro de un sistema donde la única redención es la autoexplotación, como decía el recientemente fallecido presidente uruguayo, José Pepe Mujica.

Walter Benjamin.Walter Benjamin.

Acaso el Uruguay u otros ejemplos del así llamado “capitalismo renano” en el norte de Europa, particularmente en los países escandinavos, ofrezca un modelo alternativo. Éxito económico, innovación, baja o nula corrupción y un estado de bienestar eficiente basado en un sistema impositivo equitativo. A diferencia de las religiones tradicionales, el capitalismo neoliberal y su más extrema versión neofascista contemporánea, no ofrece salvación, solo competencia perpetua y acumulación infinita.

En un mundo cada vez más desigual y ecológicamente insostenible, tal vez ha llegado el momento de repensar esta fe y buscar nuevos mitos que pongan la vida –y no el capital– en el centro de nuestra atención.

Álvaro Fernández Bravo es Investigador del Conicet. Licenciado en Letras en la UBA y doctorado en la Universidad de Princeton, EE.UU. Autor de El museo vacío: acumulación primitiva, patrimonio cultural e identidades colectivas, Argentina y Brasil (Eudeba).



Fuente Clarin.com

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