Sabemos que la privacidad está en jaque en la era de las redes sociales. Hoy en día, exponemos constantemente nuestra intimidad ante el mundo, en donde se incluyen todo tipo de personas,incluso compañeros de trabajo.
Sin embargo, una cosa es ser consciente y manejar la información que estamos proporcionando. Pero ¿qué pasa cuando nuestra intimidad es puesta en peligro sin que demos el consentimiento, al responder inocentemente a preguntas que nos hacen o al ser espiados por personas que trabajan al lado nuestro?
En esta dirección, es válido preguntarse: ¿Hay una diferencia entre la curiosidad indiscreta y la amistosa? ¿Qué impacto tienen las ansias de saber desmedidas, por ejemplo, en el trabajo? ¿Deberíamos naturalizar las conductas entrometidas de los demás? ¿Qué reacción se suele adoptar ante este comportamiento?
Estas son solo algunas de las dudas que el psicólogo organizacional Richard Currie, que se dedica a estudiar estos temas, responde en un nuevo estudio.
Personas metidas
No es poco común encontrarse con una persona “metida”, que en tren de socializar, hace preguntas de más, se entromete en lo que no corresponde, hace comentarios que denotan que escuchó una charla en la que no estaba involucrada, o que revisó tus redes sociales “por demás”.
En el ámbito laboral, estas personas pueden leer por encima del hombro, merodear mientras los amigos conversan, y hasta hacer preguntas personales incómodas.
A propósito de que esto es más usual de lo que parece, y tiene consecuencias aunque no lo notemos, este nuevo estudio se propuso hallar una forma de medir los posibles efectos negativos de la intromisión por parte de compañeros de trabajo en la vida privada.
El estudio: vida personal vs. vida privada
Con ese objetivo, se llevó a cabo una investigación en la que se identificaron un conjunto de características comunes de la intromisión, se desarrolló un método para medirla y se preguntó si los niveles de intromisión predicen el rendimiento y la satisfacción de un empleado.
La investigación, realizada con Mark G. Ehrhart, de la Universidad de Florida Central y publicada en la revista Journal of Business and Psychology, halló que un tercio de las personas reportaron conocer a alguien entrometido en el trabajo.
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“Creo que todos hemos estado en situaciones en las que otros se sintieron con derecho a nuestros sentimientos, incluso a nosotros mismos, de alguna manera”, dice Currie, que también es profesor adjunto de psicología organizacional en la Facultad de Administración Hotelera de la BU.
“Lo que realmente despertó mi interés por la privacidad en el trabajo es esta tendencia moderna hacia la autenticidad: parece saludable mostrarse plenamente en el trabajo, pero parece que está erosionando las fronteras entre la vida profesional y personal. Eso genera presión, incomodidad, quizás agotamiento y estrés; quería explorar un poco esa tensión”, explica.
¿Cómo se mide el curioseo?
En su artículo, los investigadores definen el fisgoneo en el lugar de trabajo como “los intentos intrusivos de los empleados de obtener información privada de otros en el trabajo”.
“Definir la curiosidad es un gran avance”, afirma Currie, antes de añadir: “Llegamos a una definición clara de cómo se diferencia de otros constructos relacionados, como la curiosidad social, que en sí mismos no tienen necesariamente implicaciones excesivamente negativas; lael curioseo sí las tiene, por lo que es realmente un fenómeno distinto”, aclara.
Replegarse: una respuesta reactiva al fisgoneo
En el estudio, los investigadores se propusieron evaluar cómo esa negatividad podría afectar el bienestar y el rendimiento de los empleados.
Descubrieron que se suele reaccionar a la intromisión omitiendo determinadas cuestiones, “reforzando su privacidad al ocultar información a sus compañeros entrometidos”.

Esto tuvo otros efectos negativos: en empresas con muchos compañeros entrometidos, los niveles de estrés eran más altos, mientras que el rendimiento laboral y el intercambio de conocimientos con los compañeros eran menores.
Los investigadores también concluyeron que los lugares de trabajo percibidos como con un clima psicológico competitivo -donde todos compiten por obtener ventaja sobre sus compañeros- se correlacionan con mayores niveles de intromisión.
Respecto a las edades en las que esta conducta es más prevalente, descubrieron que “curiosamente los trabajadores más jóvenes reportaron ser más curiosos que los de mayor edad”, lo cual les parece un “hallazgo fascinante”.
La intromisión de los supervisores
Currie ya había probado escalas de intromisión en un entorno hotelero, en un artículo publicado en el International Journal of Hospitality Management, en el que estudiaba cómo la curiosidad de los supervisores sobre la vida personal impacta en el personal.
“Descubrimos que la percepción compartida de los trabajadores sobre la intromisión del supervisor impactó negativamente en la percepción de los empleados sobre la justicia interpersonal, lo que en última instancia redujo su probabilidad de participar en conductas de intercambio de conocimientos”, afirma Currie.
“También descubrimos que cuando los supervisores eran más auténticos y se confiaba más, se debilitaba la relación negativa entre la intromisión y la justicia interpersonal, lo que conducía a un mayor intercambio de conocimientos.”
Ser conscientes de nuestra curiosidad
Asimismo, Currie reconoce que desde que empezó este trabajo, fue más consciente de su propia curiosidad: cuándo es apropiado y cuándo moderarla.
Esto también ha moldeado sus clases de liderazgo en las que insta a reflexionar sobre sesgos y motivaciones al interactuar con los demás, y así comprender que “las personas son realmente complejas”.
En cuanto a qué hacer ante un vecino entrometido en la oficina, Currie dice que es un tema para un estudio futuro. Pero ofrece una última reflexión: “La gente es interesante y, naturalmente, todos queremos saber más sobre quienes nos rodean”. Y concluyó que cuando siente “curiosidad excesiva”, tanto en el trabajo como fuera de él, intenta apelar al “autocontrol”.
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