Te fuiste tan joven nuestra bella princesa. Como jóvenes del interior, más precisamente de Mendoza, mi marido Oscar y yo vinimos a Buenos Aires a buscar nuestro futuro y nuestros sueños. Al principio no todo fue como lo planeamos y menos como lo soñamos. Esta inmensa ciudad es mucho más grande de lo que nos habían contado.

Con los sueños aún sin desembalar, nos tuvimos que volver a nuestra ciudad natal ¿En qué fallamos? ¿Qué nos faltó? Al partir en el colectivo que nos llevaría de nuevo a nuestra Mendoza, Oscar me dijo: “No nos va a ganar Buenos Aires”. Testarudos, jóvenes y con la convicción de jamás aceptar un “no”, volvimos con más ganas y más sueños.

El tiempo fue pasando y nos quedamos en esta ciudad tan grande con posibilidades no solo contadas por sus residentes. Las vivimos. Estudiamos, trabajamos, crecimos y, lo más bello de todo, armamos una familia. Vinimos dos y al pasar los años, más precisamente siete, nos convertimos en tres.

Silvia Fredes y su lucha por la concientización en el tránsitoSilvia Fredes y su lucha por la concientización en el tránsito

No hay palabras para ese día en que alcanzamos el sueño más grande: ser papás. Cuántos proyectos de nuevo llenaban nuestro mundo, como el que nos empujó a esta ciudad. Buscar nombre, imaginar cómo sería… Llegó un 11 de diciembre y ya no había nada más que esta ciudad nos pudiera regalar. Nos dio la hija más linda. Martina. Dulce, bella, única (somos los papás, ¿qué otra cosa podemos decir?).

Los años pasaron, ella y nosotros crecimos. Todo era una vida soñada y cumplida. Estaba tan orgullosa de nuestra felicidad. Colegios, amigos, salidas. Martu ya tenía 16 años. Ahora solo faltaba verla cumplir sus sueños, como lo habíamos hecho nosotros. Ella quería ser forense. Amaba los animales, la lectura, la música (los Beatles estaban entre sus preferidos), a sus amigos, salir con su papá de compras, mirar series en el sillón junto a nosotros y despedirse cada día con un “te amo”.

Ese “te amo” que escuchamos por última vez, sin saber que lo era, el domingo 14 de febrero del 2016. Cuando escuchamos esa noticia que ningún padre debería recibir, nos dijeron que Martina había muerto (debería estar prohibido tanto dolor). Había sido atropellada por Damián Villanueva, que circulaba al doble de la velocidad permitida sin respetar el semáforo en rojo por la avenida Scalabrini Ortiz, en el cruce con Vera, barrio de Villa Crespo.

Esa senda peatonal que había empezado a transitar Martina, sin pensar que eso sería lo que nos separaría para siempre. Por la irresponsabilidad y poca empatía a la hora de manejar de su asesino, no por su decisión. Si hubiese frenado, si hubiese decidido no tomar, si hubiese no pisado el acelerador, si hubiese, si hubiese… El maldito si hubiese.

Su último “te amo” quedo grabado en nosotros. También sus últimos audios y mensajes, que tanto atesoramos. Qué locura pensar que sus sueños y los nuestros se truncarían. Que no la veríamos volver a traspasar la puerta de casa, que no habría más series televisivas de tres en el sillón, que todo quedaría en silencio. Cuánto dolor nos invadió. El dolor no envejece, se queda ahí, nunca se calma.

Recuerdo esas palabras de cuando éramos jóvenes, las de antes de regresar a Mendoza, cuando Oscar me dijo: “No nos va a ganar, Buenos Aires”. Ahora, con lágrimas en nuestra alma, decimos: sí nos ganaste, Buenos Aires.

Dicen que el dolor es el mejor maestro y sí que aprendimos… Nos quedamos con las manos vacías, como cuando llegamos por primera vez. Pero con el corazón lleno del amor más grande, como papás de Martina Miranda.

El 14 de febrero se cumplieron nueve años desde que Martina cruzaba la avenida Scalabrini Ortiz por última vez. Hoy en el lugar se puede ver una estrella amarilla con su nombre.

Se sigue concientizando para que no hayan más Martina. Respetemos las normas de tránsito. Si vamos a manejar, no consumamos alcohol, no agarremos el celular, usemos el cinturón de seguridad, también el casco y no pisemos el acelerador. Los hechos viales constituyen la primera causa de muerte en los jóvenes. Y son totalmente evitables. Nuestras malas decisiones pueden destruir familias.

Silvia Fredes / INTEGRANTE DE LA ASOCIACIÓN CIVIL MADRES DEL DOLOR / silfredes16@gmail.com

El tránsito y los “hijos del rigor”

Con el dolor que le quema el alma hace 9 años que concientiza sobre las normas de tránsito. Y vamos a acompañar desde esta sección a la lectora Silvia las veces que sean necesarias: “Si vamos a manejar, no consumamos alcohol, no agarremos el celular, usemos el cinturón de seguridad, también el casco y no pisemos el acelerador. Los hechos viales constituyen la primera causa de muerte en los jóvenes. Y son totalmente evitables”.

Son más que consejos cuando las dice una persona que perdió a su hija en un hecho totalmente evitable. Debería ser un tatuaje obligatorio, una voz en el auto que lo recuerde cada vez que se abre la puerta. La ley de Alcohol Cero al volante entró en vigencia en la Provincia de Buenos Aires en 2022. La norma se convirtió en ley nacional, y comenzó a mostrar resultados positivos. Según datos oficiales, el promedio de testeos positivos en 2024 bajó del 5,74% al 0,23% además se redujo el índice de casos mensuales positivos, que de enero a octubre de 2023 descendió de 237 a tan solo 18.

Durante 2024 se realizaron controles y operativos sorpresivos y se sumaron campañas de concientización. En la Ciudad de Buenos Aires las muertes por siniestros viales anuales superan las sucedidas por homicidios dolosos. Alrededor de 100 personas mueren al año y más de 500 sufren heridas de gravedad, siendo el 88% de ellas peatones. Falta mucha concientización, y lograr cambiar los hábitos. Que el dicho popular “somos hijos de rigor” no se convierta en un denominador común.



Fuente Clarin.com

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