La Ley de Segunda Oportunidad es una norma jurídica que permite renegociar las posibles deudas e incluso conseguir una exoneración de las mismas, siempre y cuando los usuarios puedan justificar lo sucedido. Está pensada para que las personas físicas, tengan o no algún vínculo empresarial, puedan superar una situación de “insolvencia grave” y empezar de cero con su economía.

La posibilidad de otorgar segundas oportunidades es una parte de la esencia misma de la humanidad: el perdón, la compasión y la capacidad de crecimiento. En un mundo donde las relaciones son muy importantes para nuestra felicidad y desarrollo personal, la habilidad de dar y recibir segundas oportunidades se convierte en una habilidad invaluable.

Imaginemos por un momento una sociedad donde no existiera la posibilidad de redimirse, donde los errores del pasado pesaran irremediablemente sobre nuestro presente y futuro. Sería un mundo desolador, desprovisto de esperanza y posibilidad de cambio. Por ello, la idea de una segunda oportunidad es tan poderosa: nos ofrece la oportunidad de reconstruir, renovar y restaurar nuestras relaciones y, en última instancia, nuestras vidas.

Pero, no conviene ser ingenuos, no podemos ignorar los desafíos y riesgos asociados con otorgar segundas oportunidades. Existe un temor genuino de ser lastimado nuevamente, de caer en los mismos patrones destructivos del pasado. Por eso, es importante abordar este proceso con una combinación de sabiduría y compasión. Es bueno pensar qué te motiva a dar esa segunda oportunidad ¿es amor, es necesidad del otro, hay otros aspectos en juego?

¿Segunda oportunidad o dar vuelta la página?

Una pregunta que, muchas veces surge en este contexto es: ¿cómo podemos saber cuándo dar una segunda oportunidad vale la pena y cuándo es mejor dar vuelta la página pasar a algo nuevo? La respuesta a esta pregunta depende de una enorme cantidad de factores tanto personales como del contexto.

En primer lugar, es importante evaluar la naturaleza y la gravedad del error cometido. No todos los errores son iguales, y algunos pueden exigir un mayor grado de reflexión, reparación y compromiso de cambio por parte de quien cometió ese error.

Además, es importante considerar la disposición y capacidad de esa persona para asumir la responsabilidad por lo que hizo y comprometerse con un cambio verdadero y duradero. Es importante ver, también, cuánto ese error cometido atenta contra valores que son centrales en nuestra vida. Hay cosas más fácilmente perdonables y otras que llevan procesos mucho más profundos.

¿Las personas cambian?

Muchas veces lo que nos limita es la posibilidad de otro de cambiar ¿Las personas cambian? A la hora de dar nuevas oportunidades surge la duda de si esa persona habrá cambiado. No queremos volver a estar en una relación que trajo dolor o frustración, no queremos volver a estar en ese lugar del que ya salimos.

La realidad es que sí, las personas cambian, pero lo hacen cuando ellas lo deciden o las crisis de la vida las obligan, no necesariamente cuando nosotros lo queremos.

Otro aspecto a tener en cuenta es nuestra propia disposición y capacidad para perdonar y dejar ir el pasado. Perdonar no siempre es fácil, y muchas veces lleva un proceso de sanación emocional y reconciliación con uno mismo.

¿El perdón implica olvido?

Sin embargo, es importante recordar que el perdón no significa necesariamente olvidar o evadir el comportamiento pasado, sino más bien liberarnos del resentimiento y la amargura que pueden consumirnos. No es real este mito de que “el perdón implica olvido”.

Además, es esencial establecer límites saludables y comunicar claramente nuestras expectativas y necesidades en cualquier relación. Esto requiere valentía y autenticidad, pero es fundamental para establecer una base sólida y de respeto para la reconciliación y el crecimiento mutuo.

En el fondo, dar una segunda oportunidad implica un acto de fe en el potencial humano para el cambio y la liberación. Es un recordatorio de nuestra propia capacidad para superar el pasado y abrazar un futuro lleno de posibilidades y oportunidades de crecimiento y conexiones significativas.

Dar segundas oportunidades es un acto de valentía, compasión y esperanza en el poder transformador del perdón y la reconciliación. A través de este proceso, podemos sanar nuestras relaciones, aprender lecciones valiosas y cultivar una mayor comprensión y empatía hacia nosotros mismos y los demás.

Es en la capacidad de dar y recibir segundas oportunidades donde encontramos la verdadera esencia de nuestra humanidad.

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