Estamos ante una obra dulce, tierna y reconfortante como locas. Es el tipo de película que los niños, y tal vez incluso los padres, recordarán haber visto en el cine en los años venideros. Y sí, te hará sentir la misma calidez que te aporta el chocolate Lindt en Navidad.

Sin embargo, también surge una pregunta tan simple como inquietante: en los años transcurridos entre Wonka y el hombre que conocemos más tarde gracias a Charlie y la fábrica de chocolate, ambos en el famosísimo libro de Roald Dahl Tanto en las dos películas inspiradas en esta última, nuestro protagonista debió vivir algo tremendamente oscuro y siniestro. ¿Cómo se pasa de este personaje apacible, tan excéntrico como adorable, a un auténtico asesino en serie, especialmente feroz con los niños? ¿Qué te hicieron, Willy? ¿Qué horrores has visto alguna vez?

Hay unos 30 años de diferencia entre la película y Wonka y el chocolatero/asesino empedernido que vemos ofreciendo recorridos por su fábrica en el libro de Dahl. Y esta es la misma fábrica que ahoga a Augustus Gloop en chocolate, expulsa Verusca Salt de un tubo neumático de basura, encoge a Mike Teevee al tamaño de un dedal y convierte a Violet Beauregarde en un arándano. Sólo Charlie sale vivo y aparentemente ileso. Y de todos modos, después de ver morir a todos esos niños, nadie puede quitarnos una buena parte del trastorno de estrés postraumático.

Sin embargo, en esta precuela, Willy Wonka sólo ve lo bueno en las personas, incluso en aquellas que intentan matarlo varias veces. Luego cambia de opinión y decide vivir en completa soledad, a excepción de los Oompa Loompas que secuestró, aunque esta nueva película cambia las cosas para mejor, al menos en lo que a contratación en la chocolatería se refiere.
Con la edad, Willy Wonka encuentra a la gente cada vez más desconcertante e inquietante, además de presa de instintos que le disgustan. Por su parte, Wonka nos muestra a un Willy perfectamente consciente de las relaciones interpersonales y de su importancia. Sin ellos, está completamente perdido. ¿Y entonces qué pasó? ¿Están todos muertos? ¿? ¿Dónde?

Hay algo oscuro en el corazón de Wonka que vamos a llegar a conocer. Aquel para quien el chocolate representa sólo un medio para dedicarse a su mayor pasión: matar niños. En esta nueva película, sin embargo, sólo hay lugar para el bondadoso, excéntrico y muy dulce Willy. Quizás deberíamos confiar en una secuela para descubrir cómo el mágico Willy Wonka se volvió tan malvado, para poder ver con nuestros propios ojos el terrible viaje a la psique de un hombre devastado por el exceso de azúcar. Hasta entonces, sin embargo, será mejor que disfrutemos de una de las obras más reconfortantes que jamás haya aparecido en celuloide desde Paddington.

Artículo publicado originalmente en GQ Reino Unido



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