Alfredo Arias es el creador y director y Marcos Montes el actor de “Bela Vamp”, una suerte de comedia negra para un solo actor que cuenta en clave acaso delirante la decadencia de Bela Lugosi, el actor húngaro que creó al emblemático personaje del conde Drácula en el sistema de entretenimento mundial, primero en el teatro de Broadway y luego en Hollywood, en el primer filme sobre el vampiro, estrenado en 1931 y dirigido por Tod Browning.
El trabajo se inscribe en una trilogía de Arias (“Deshonrada”, “Happy Land”, entre notabes títulos propios) sobre personajes del mundo del cine en el ocaso y que ya tuvo una primera puesta con “Hello, Andy?”, sobre una ficcionalizada conversación telefónica entre Joan Crawford y Andy Warhol protagonizada por Alejandra Radano; y que se continuará con “LSDmented”, acerca de la relación de Sophia Loren con las cirugías estéticas y su intento de permanecer siempre joven y bella.
“Bella Vamp” narra el disparato encuentro entre Bela Lugosi (1882-1956), que quiere acabar con su vida en el peor momento de su carrera y Dorothy Coach, una psicoanalista que intenta vampirizar al propio conde y convertirse ella en estrella de Hollywood con la sangre de Lugosi.
Todo transcurre en un escenario oscuro, gótico; la iluminación tiene notables reminiscencias cinematográficas, el actor Carlos Montes se mueve en el escenario guiado por la luz de imaginarias cámaras de cine que lo siguen. La caracterización de Lugosi es perfecta y no escapa a ninguna de sus marcas típicas: gomina, rostro blanco, capa. Todo lo que se ve o es blanco o es negro o es rojo.
“Bela Lugosi es un tipo de actor bastante desgraciado en la comunidad hollywoodense que queda atrapado por su propio personaje. Me interesó mucho que tiene una decadencia gloriosa, por el hecho de que al fin de su carrera, las últimas películas que hace son con Ed Wood, que es considerado el peor director del mundo, lo que es algo absolutamente fabuloso porque lo peor de todo es la mediocricad, después, ser el mejor o el peor es lo mismo”, dice Arias acercándose a su “Bela Vamp”, que acaba de estrenar y se puede ver todos los lunes a las 20 en Teatro El Extranjero (Valentín Gómez 3378).
Para hablar sobre la obra, Télam entrevistó a Arias y Montes, dupla que volverá a estar junta en septiembre próximo en el Teatro Sarmiento con “James Brown usaba ruleros”, última obra de Yasmina Reza (“Un dios salvaje”, “Art”), que la dramaturga francesa dirigió en Francia y que encomendó a Arias para su versión argentina.
-El otro gran personaje de “Bela Vamp” es la luz.
-Alfredo Arias: Mi fascinanción es cinematográfica. La luz juega un poco como si fuera una cámara que lo sigue a él. Cuando lo iluminamos, imaginamos que es la cámara que lo va siguiendo, el dispositivo lumínico que se hizo es un dispositivo de seguimiento con una cámara abstracta que estaría representada por la luz. La particularidad de lo que hicimos es que empezamos a ensayar con la luz. Hubo un diseño de luz que precedió a la puesta en escena. La puesta en escena se hizo para esa luz.
-Marcos Montes: Es una cuestión distintiva del trabajo de Alfredo, se sabe que en una puesta de él la escenografía, el vestuario y la iluminación van a tener una incidencia enorme y jamás accesoria a lo que está ocurriendo en escena sino complemetaria desde el inicio. La cuestión casi monocrómica de elegancia y adustez que tiene su trabajo es muy clara. En la puesta muy pocos elementos hablan muchísimo: el blanco, el negro, el rojo, la luz, solo una mesa con dos sillas, ese poder de síntesis tan elocuente es una constante de su trabajo.
-¿Cómo se piensa la luz?
-AA: Hay mucho estudio y pensamiento sobre obras, sobre todo cinematograficas, que me han influido; una vez alguien me dijo: “qué prolijito todo” y no es prolijidad, son elecciones luego de haber profundizado en la pintura, en la fotografia, en la moda, el cine.
-Otras disciplinas…
-AA: El teatro en sí mismo, salvo en el caso de grandes maestros, no provee de tanta cultura visual; en general es bastante decadente la cultura visual del teatro, muy pocos creadores tienen la conciencia de esa totalidad y llegan a crear imágenes fabulosas. Y también está el problema de que crear imágenes fabulosas a veces se vuelve un manierismo y el tipo que ya tiene una paleta de colores o de iluminación la va a utilizar hasta el cansancio. Yo trato de sorprendenderme pero siguiendo esta línea de pensar en grandes fotógrafos como Henri Alekan fotógrafo de “La bella y la bestia” (Jean Cocteau 1946), Lee Garmes fotógrafo de “El callejon de las almas perdidas” (Edmound Goulding, 1947) Antonio Merayo que iluminaba el cine argentino; el final de la película “Rosaura a las 10” (Soficci, 1958).
-¿Cómo impacta la puesta de luces en el trabajo actoral?
-MM: Alfredo tiene muy claro todo el dia que te convoca para contarte una idea. Ya tiene todo pensado, ya sabe cómo va a encarar las luces, después todo se puede hablar y modificar pero él ya tiene una idea de la impronta que va a tener ese espectáculo. Cuando apareció la luz fue algo que se integró perfectamente y facilitó el trabajo. Cuando estás acostumbrado a la imageniería de Alfredo sabés que eso es algo que te va a ordenar, y luego está el trabajo del actor, y de confiar también en que el texto hace su propio trabajo.
-¿Qué te interesó de Bela Lugosi?
-MM: Esa cuestión de tener que arreglárselas para sobrevivir en una cultura tan diferente, hay algo de la cuestión de la extranjería, del tener que pertenecer, de no poder dejar atrás, aunque te lo propongas, lo propio, la historia de cada uno, y eso junto con la conciencia de la necesidad de pertenecer.
-AA: La gran calidad de Marcos es que posee una paleta de actuación muy refinada, siempre trabaja una linea muy delicada, muy final, muy transparente, como si fuera un acuarelista de su propia actuación. No exagera nada, lo deja en el punto que tiene que estar.