Cuando comencé a salir y hacer amigos, entendí mi valor y afronté estas situaciones desde un lugar saludable. Ya fuera saliendo o haciendo amigos, en su mayor parte me sentí querido. Con las citas, me sentí deseada por los demás, aunque a veces me fetichizaban debido a mi identidad cultural y mi carácter queer e ignoraban mi discapacidad como si fuera una entidad separada de mí. Me etiquetarían como “latina picante” o pensarían que era “fácil” por gustarme todos los géneros y, tal vez para mantener su fantasía sobre mí, ni siquiera se molestaron en categorizar mi discapacidad de la misma manera.



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