La exposición “Una ola de sueños. Experiencias del surrealismo en Argentina”, que abrió sus puertas en el tercer piso de la Biblioteca Nacional, despliega ejemplares de libros, revistas, dibujos y documentos personales de distintos poetas y artistas locales que dan cuenta de la trayectoria del movimiento surrealista en nuestro país, sus inicios, sus retiradas y resurgimientos sucesivos.
Un ejemplar de la revista Idilio, de 1949, detrás de una vitrina, que exhibe -amarillento- uno de aquellos fotomontajes que hacía Grete Stern para narrar los sueños de las lectoras, en este caso de una mujer parada sobre un planeta en el espacio sideral, un libro de poemas de Aldo Pellegrini, el promotor más importante de este movimiento en nuestro país, o el guion de “El perro andaluz” con texto y dibujos de Luis Buñuel y Salvador Dalí, son algunos de los documentos que conforman el recorrido por este derrotero escrito y visual.
“No diga: es absurdo. Sería absurdo” o “Abre la puerta, la única puerta. La puerta del sueño”, son algunas de las frases en agigantada tipografía que se pueden leer sobre la pared de tonalidad azul oscuro, apenas ingresar a la sala del tercer piso de la Biblioteca Nacional, rodeada de ilustraciones del diseñador Máximo Fiori que entre hombres con cabezas de animales, seres marinos, niños dentro de flores y especies mitológicas custodian los documentos que hacen a la exposición.
La muestra se propone recorrer la trayectoria del surrealismo en Argentina y la del grupo que lo promovió -con el poeta Aldo Pellegrini a la cabeza, que fue el promotor más importante en la poesía del surrealismo en nuestro país- pero también recuperar las características estéticas e ideológicas de esta vanguardia, a través del acervo de la Biblioteca y el aporte de archivos y colecciones privadas.
El surrealismo en la Argentina
“A fines de la década del 20, a la luz de la experiencia surrealista francesa iniciada en 1924 por André Breton, un grupo de jóvenes estudiantes de medicina, con Aldo Pellegrini a la cabeza, ensayó tempranamente un programa surrealista argentino en las páginas de la revista Que (1928 y 1930). Pasarían veinte años hasta que, en 1948, aquel gesto inaugural de escasa repercusión reflotara con decidido vigor en la escena local, en una serie de revistas, editoriales y poemarios de expresa filiación surrealista”, se lee apenas ingresar a la muestra que toma su nombre, justamente de uno de los manifiestos inaugurales del surrealismo francés.
“En 1926, luego de leer el manifiesto francés de 1924, Aldo Pellegrini -que dedicó su vida a este movimiento-, conforma un grupo con estudiantes de medicina con el que empezaron a hacer experimentos de escritura automática, relatos de sueños. Este es el primer capítulo de la historia del surrealismo en Argentina”, cuenta a Télam el licenciado en Letras Mauro Haddad, curador de la exposición junto con Candela Perichon.
Luego de las publicaciones surrealistas que aparecen en Argentina en 1928 y 1930 “hay un salto hasta el año 1948 -cuando resurge el movimiento- en los que parece que no hubiera pasado nada. Lo que pasó, es que las décadas del 30 y 40, hubo muchas publicaciones periódicas como Sur o Proa, en las que se publicaron noticias sobre el surrealismo, es decir, se produjo la recepción del surrealismo francés en esas dos décadas. Y se institucionaliza el psicoanálisis en Argentina, donde está la base de muchas ideas del surrealismo”, relata Haddad.
Estos veinte años, en palabras del curador, “fueron generando las condiciones de recepción del movimiento -que tuvo cierta resistencia al principio- para que después pudiera servir ese grupo más consolidado en la década del 40, cuando resurge el movimiento surrealista. Ya se había conformado el Grupo Orión a fines de los 30, aparece la revista Ciclo dirigida por Enrique Pichón Riviere, diseñada por el artista Tomás Maldonado, las pinturas de Battle Planas, se publican poemas de Oliverio Girondo”, enumera.
Fue en 1939, cuando el Grupo Orion, integrado por poetas y pintores, organizó en Buenos Aires una exposición de pinturas vinculadas al movimiento surrealista que, aunque tuvo escasa repercusión en los medios, dejó su influencia en las generaciones siguientes.
A fines de los 40 y en los sucesivos años 50 y 60 surgieron muchas otras revistas surrealistas como Ciclo, A partir de Cero, Letra y Línea, Boa, Cero, La Rueda y Talismán: “Mientras la segunda posguerra fracturaba al surrealismo francés, enfrentando a sus líderes, y la crítica auguraba su agotamiento, llegaba el tiempo para su proyección en América”, se lee en la sala expositiva.
Estas revistas fueron creadas y editadas por un grupo de poetas que además iban en paralelo produciendo su obra poética, como Aldo Pellegrini, Enrique Molina, Francisco Madariaga, Julio Llinás, Juan José Ceselli, Juan Antonio Vasco, Carlos Latorre, Olga Orozco y Vicente Zito Lema, quien fue muy importante además a la hora de recuperar la figura de Jacobo Fijman -a quien compraban con Antonin Artaud-, para muchos otro de los precursores del movimiento artístico a nivel nacional.
“El principio fundamental que rige la creación surrealista es el de la libertad absoluta, por lo que en el proceso de la obra de arte entra en juego la más libre de todas las facultades del hombre: la imaginación”, escribió Aldo Pellegrini en el catálogo de la muestra “Surrealismo en Argentina”, que tuvo lugar en el Instituto Di Tella en 1967, un ejemplar exhibido en sala que también da cuenta de cómo la influencia del movimiento se extendió entre la literatura y las artes visuales hasta finales de los 60.
La muestra incluye también dibujos de Juan Batlle Planas, de Juan Andralis -una de las figuras más singulares del surrealismo argentino- y de Miguel Ángel Bustos, algunos de los cuales nunca antes fueron exhibidos al público, y una serie de cartas -transcriptas sobre la pared-, documentos personales e ilustraciones que dan cuenta del vínculo entre los principales referentes del grupo surrealista argentino, un movimiento que en su avanzada llegó a salpicar a figuras como Alejandra Pizarnik o Julio Cortázar, cuyos ejemplares también se exhiben aquí.
Una de las vitrinas, por ejemplo, está dedicada a la editorial Argonauta, un proyecto editorial que rescató y publicó a algunos de los precursores del surrealismo francés en nuestro país; en otra hay ejemplares de libros del Conde de Lautréamont, el poeta montevideano que representó un antecedente importante para los surrealistas locales, o algunos collages de la época, la técnica privilegiada del movimiento por permitir la yuxtaposición en el mismo plano de elementos disímiles.
“Todas las noches -escribieron los curadores- plegamos nuestros párpados y proyectamos en las paredes de nuestros cerebros que sueñan imágenes involuntarias y antiguas. Esos materiales inconscientes fueron para el surrealismo el manantial de la más pura poesía. Esta exposición propone recuperar las manifestaciones artísticas que hicieron de la búsqueda de esas imágenes -y de las palabras que intentaron atraparlas- el punto de partida para sus creaciones”.
La exhibición “Una ola de sueños. Experiencias del surrealismo en Argentina” se puede visitar hasta el 31 de marzo de 2024, de lunes a viernes de 9 a 21 y sábados y domingos de 12 a 19 en la sala Juan L. Ortiz de la Biblioteca Nacional, Agüero 2502, con entrada libre y gratuita.