El 16 de junio de 1955, cuando los bombardeos contra Perón y su pueblo en Plaza de Mayo, Carlos Caride tenía 13 años, y al oír las bombas -porque vivía cerca de allí- corrió junto a su hermana de 15 para socorrer heridos. Era un niño peronista que aún calzaba pantalones cortos, a usanza de la época, y de repente se enfrentó de lleno con el rostro del horror. “Vi los cuerpos despedazados de los pibes de una escuela, y vi a la maestra arrastrarse hacia ellos para socorrerlos con una pierna menos”, dirá luego él. La cita corresponde a la página 42 de Caride, no me olvides, libro de Jorge Giles guiado por la flor del nomeolvides que portaban compañeros y compañeros en sus solapas, para reconocerse durante la dictadura de Aramburu y Rojas.
“En esta etapa de la humanidad, en la que parece que todas las cosas son efímeras, y en la que tratan de hacernos creer que no vale nada tener un proyecto de vida colectivo, rescatar la historia de Carlos Caride, es rescatar algo que está siempre vigente… la lucha por un país, y una vida más justa, con más derechos”, enmarca Giles, que presentará el libro el próximo viernes a las 17.30 en El Olimpo (Falcón 4250), acompañado por Norma Susana Burgos (ex pareja de Caride), Yamila Sansoulet (sobrina de Caride), Hernán Brienza y Lorena Crespo. “Él representa la lucha de una generación por un país justo, libre y soberano. Por eso, su vigencia es total”.
A la lucha por esa vigencia es entonces a lo que este correntino de Monte Caseros apuntó con un trabajo cuya lupa está puesta en la vida sacrificial del protagonista, signada por la militancia en diferentes expresiones resistentes del peronismo, durante esos años bravos que van desde ese atroz 1955 hasta 1976, cuando cayó abatido durante un tiroteo en Villa Tesei. “Este es el libro que tuve en la cabeza durante muchos años, en charlas con amigos, compañeros, incluso en las cárceles, durante la dictadura, donde la figura de Caride surgía con su épica, su historia. Alguien tenía que encarar la tarea”, sostiene el también autor de Los caminos de Germán Abdala; Allí va la vida (La masacre de Margarita Belén); y Mocasines, Una memoria peronista.
Además de los testimonios recogidos cara a cara con familiares y amigos de Caride, Giles se sumergió horas y horas en archivos de la época para completar su faena. “Yo sabía que a través de estos archivos iba a encontrar la injusticia en términos técnicos y jurídicos, no solamente en la apreciación de que había sido injustamente acusado de hechos criminales que había cometido la derecha. Y así fue… la historia de Carlitos me removió la estantería del alma. Me siento reflejado en él, porque amaba la revolución peronista que soñó desde muy niño, tanto como a su familia y a sus compañeros de militancia”.
-Está muy presente eso del amor a la familia en el libro. Es revelador cuando recordás que su propósito en la vida era tener siete hijos y estar sentado en la mesa familiar con ellos, “una familia de patio con parrilla y hamaca colgando”, escuchando tangos, y Cafrune. Esto tiene más de peronismo puro que de “revolución permanente”. De hecho, de eso habla Caride cuando dice “No somos clasistas, somos peronistas”, o bien, “de tan ideologizados, nos pueden llevar a la banquina” (pag 277), respecto de los nuevos dirigentes que permeaban en las organizaciones de origen peronista.
-Carlos, según dice su compañera Susana, sobreviviente de la ESMA, era muy familiero. Soñaba con agrandar su familia, y tener una mesa grande, construir la silla de cada hijo. Ese era su peronismo, y seguramente trataba de discutir esas cosas con las nuevas camadas que se incorporaban en 1973, a las distintas organizaciones. Él sentía que ese peronismo arraigado que tenía de cuna, ese peronismo de barrio, del bajo pueblo, empezaba a ser trastrocado por otras categorías. Pero no tenía un antagonismo con ellas, las discutía.
Caride fue fundador y jefe junto a Envar El Kadri, Amanda Peralta y Néstor Verdineli de las Fuerzas Armadas Peronistas, las de Taco Ralo, lugar que terminó abandonando cuando la organización viró hacia la izquierda. Luego se sumó a Montoneros, aunque nunca dejó de discutir aspectos y hechos, como la pretensión de esta organización de discutirle la conducción del Movimiento Nacional a Juan Perón, en tiempos de Ezeiza. “Que tuvo críticas hacia ella, seguramente; que se opuso a muchas políticas que le bajaban de la conducción, seguro también. Pero ninguno de sus compañeros de las FAP con los que hablé le hizo críticas por su decisión de ingresar a Montoneros”, detalla Giles.
-Hay toda una revisión, hoy, sobre las severas internas en Montoneros. Se han publicado en este sentido libros como Discutir Montoneros desde Adentro, de Daniela Slipak, o La Contraofensiva final, de Hernán Confino. ¿Tu opinión?
-No leí aún el de Daniela. El de Hernán sí, y es muy valioso, muy documentado, con mucha investigación, propia de un académico serio, que con mucha hondura arremete con esa historia, que no es fácil. Mi aporte en esta revisión es que Caride, como Rodolfo Walsh, planteaban dudas y diferencias con la conducción, pero no abandonaban la lucha con sus compañeros, hasta el último instante de sus vidas. Yo me identifico con la mirada crítica, pero a su vez siento cierto desprecio por los renegados de su propia historia. Yo no lo soy, ni lo seré, aunque sí con quienes en una charla hacia dentro podamos encontrarle el agujero al mate.
-¿Creés que la línea ideológica FAP original – JP Lealtad –la que se quedó con Perón- era la apropiada no solo en términos ideológicos, sino también para el destino de la Nación? El pensamiento de Caride parecía ir por ese lado.
-El era en esencia peronista. Ahora, nunca dejó en la banquina a nadie. Ingresó a Montoneros porque creía que continuaba la familia política que había construido con las FAP.
-¿Cómo o dónde te ubicás vos, Jorge, en esta contradicción izquierda-peronismo?
-Yo soy peronista y mi último suspiro va a ser con la Marcha. No me formé con libros, sino con una familia cuyo padre fue parte de la Resistencia. Y esto es como un club de fútbol, es algo para siempre. El peronismo, cuando se abraza desde la cuna, es constitutivo de tu ser. Somos peronistas en el análisis que hacemos de la realidad, y en la forma de vida que llevamos adelante, cuando somos consecuentemente leales a los intereses de nuestro pueblo. Pero tengo amigos de la izquierda, no soy un dogmático en este sentido. No vislumbro mi peronismo en contradicción con la izquierda… es más, me identifico con una de las tantas sentencias históricas de John William Cooke: “en la Argentina, los comunistas somos los peronistas”. También con los compañeros que fueron a ver a Mao, y él los despidió diciéndoles: “si yo viviera en la Argentina, sería peronista”.