Yocheved Lifschitz, una de las dos últimas rehenes liberadas por Hamas, afirmó este martes en una conferencia de prensa que “vivió un infierno” al ser secuestrada y criticó al Ejército israelí por no haber evitado los ataques del grupo palestino el pasado 7 de octubre.
Tanto ella como Nurit Cooper -ambas de nacionalidad israelí y residentes en el kibbutz de Nir Oz-, fueron trasladadas a un hospital en Israel luego de ser liberadas el lunes. La oficina del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, agradeció a Egipto y la Cruz Roja por contribuir en la liberación. Con ellas, ya son cuatro las rehenes que recuperaron su libertad. Las primeras dos fueron las ciudadanas estadounidenses Judith Tai Raanan y Natalie Shoshana Raanan, madre e hija, el viernes.
El cautiverio
Lifschitz, de 85 años, detalló que el día del secuestro fue trasladada en una motocicleta “con las piernas a un lado y la cabeza al otro” mientras era golpeada con palos. Asimismo, los asaltantes le robaron su reloj y otras joyas antes de obligarla a atravesar una zona de campos hasta llegar a la red de túneles, que describió como “una tela de araña”.
La mujer destacó que “sufrió un infierno” durante los ataques e indicó que los miembros de Hamas irrumpieron en el kibbutz tras “volar la valla, que costó 2.500 millones de dólares construir y que no ayudó en nada”. “Entraron en masa arrasando nuestras casas. Golpearon a la gente y secuestraron a algunos. No distinguieron entre jóvenes y ancianos, fue muy doloroso”, lamentó.
Una vez en los túneles de Gaza, los miembros de Hamas les comentaron que “eran creyentes del Corán y no les harían daño”. “Nos dijeron que viviríamos en las mismas condiciones que ellos en los túneles”, al tiempo que fueron vigilados “de cerca”, mencionó Lifschitz. En este sentido, explicó que atravesó un túnel hasta llegar a una sala en la que había otros 25 rehenes. Ella y otras cuatro personas fueron trasladadas a otra habitación durante entre dos y tres horas.
La mujer respondió además a por qué dio la mano de un miembro de Hamas tras su liberación y afirmó que “los trataron bien” en tanto recibieron comida, medicinas y atención médica regular con visitas de médicos que se preocuparon por garantizar que las condiciones en las que estaban eran higiénicas. “Limpiaron los baños, no lo hicimos nosotros. Tenían miedo a un contagio”, subrayó.
Por otra parte, la octogenaria criticó el papel del Ejército israelí ante los planes de Hamas. “El Ejército, al parecer, no se lo tomó en serio y de pronto una mañana de shabbat en la que todo estaba tranquilo hubo un ataque intenso contra las comunidades y una turba entró a través de la valla. Fue muy duro. Mi memoria sigue repitiendo esas imágenes”, indicó.
El esposo de Lifschitz
Horas antes la hija de la señora, Sharone Lifschitz, reconoció en declaraciones a la emisora británica BBC Radio 4 que la familia aún no tiene información sobre su padre, Oded, quien también fue secuestrado. “No estaba con mi madre, así que ella no sabe dónde está. Mi padre estaba cada vez más frágil”, alertó.
Oded es un activista por la paz y periodista jubilado que solía llevar a palestinos que necesitaban tratamiento médico desde Gaza a hospitales en Jerusalén. “Estaba muy implicado en asuntos políticos en el kibbutz”, así como “en los derechos de los palestinos y trabajar hacia la paz con los vecinos”, precisó su hija.
Según ella, su padre era de la opinión de que “es necesario encontrar una forma de vivir juntos”. Sentía que era muy fácil encontrarla y estaba muy decepcionado y luchaba firmemente contra la idea de la ocupación y la guerra perpetua”, señaló. “Espero que esté allí, que se le esté cuidando y que tenga la oportunidad de hablar. Habla bien el árabe y puede comunicarse muy bien con la gente allí. Conoce a mucha gente en Gaza, así que quiero pensar que estará bien”, agregó.