“Volví a llamar a diputado por diputado, bloque por bloque, les hablé desde el corazón. Les dije que no perdieran esta oportunidad, que no dejaran caer una ley con dictamen unánime que ha llevado tanto pero tanto trabajo, y que puede cambiar la calidad de atención en el país. Los tiempos ya no daban. Pero lo que parecía imposible se hizo realidad”. La que habla entre lágrimas felices es Gabriela Covelli, la mujer que, tras haber perdido a su hijo Nicolás Deanna por una mala praxis médica, fundó una ONG y junto a 300 familias víctimas de la misma tragedia está decidida a lograr un cambio a favor de la seguridad del paciente en la Argentina, para evitar más riesgos y muertes innecesarias. Hacia eso apunta la Ley Nicolás, “de Calidad y Seguridad Sanitaria”, que acaba de obtener media sanción de manera unánime, con 149 votos afirmativos y una abstención (de Ricardo López Murphy). Ya sin riesgo de perder estado parlamentario, la ley seguirá su camino el año próximo en el Senado.
Por una atención más humana
Como informó Página/12, la lucha de Covelli y las familias de “Por la vida y la salud” -más de 300 de todo el país que sufrieron lo mismo que ella, entre las que hay casos de trascendencia mediática como el de Débora Pérez Volpin y Silvina Luna– busca “cambiar el paradigma actual por la atención centrada en el paciente, no como objeto sino como sujeto de derecho.
El planteo de la ley, en la que trabajaron una gran cantidad de profesionales de distintas disciplinas, es abarcativo. Incluye desde formación y verificaciones periódicas de la aptitud profesional de los equipos de salud, hasta la informatización de las historias clínicas de todo el país (un punto que ya se había desprendido y había quedado aprobado en otra ley). Indica también que todas las instituciones de salud, públicas o privadas, deben reportar los errores médicos en el sistema SISA (que centraliza el Ministerio de Salud), algo que hasta el momento, increíblemente, no ocurría. Busca lograr una estadística anual de mala praxis, entre otras cosas.
Y el gran cambio entre los cambios: Que las matrículas salgan de la órbita de los colegios de médicos, para pasar a depender del Ministerio de Salud. Para evitar “que el ejercicio de la medicina quede reducido a un negocio de corporaciones”, define Covelli, y situaciones como las que aún aparecen repetidas: que un profesional de la salud con probada mala praxis pueda simplemente cambiar de jurisdicción y seguir ejerciendo.
Un mensaje sobre el final
“Terminar este periodo con una ley de salud con un dictamen unificado, es un buen mensaje sobre el trabajo de la comisión de Salud, que ha trabajado básicamente por consenso”, destacó tras la media sanción el catamarqueño Rubén Manzi (Coalición Cívica). Ese consenso es el que lograron también desde la ONG para llegar a una unanimidad que comenzó con la presentación de la ley por parte Fabio Quetglas (UCR), y los llevó a hablar una y otra vez con todos los bloques, y a hacer una serie de modificaciones, a lo largo del tratamiento en tres comisiones. Con solo cinco sesiones en todo el año, los tiempos le jugaban en contra.
“Había un problema real, que los diputados ya no iban a sesión, muchos ya se volvían a sus provincias y estaban dejando sus despachos para que entren los nuevos. Todos me decían que tenían toda la intención de votar la ley, pero no creían poder lograr el quórum”, repasa Covelli, enumerando la larga lista de interlocutores de todos los partidos que tuvieron en este tiempo.
“Finalmente Cecilia Moreau dijo: si todos los bloques se ponen de acuerdo y piden esta excepción, está en el reglamento y yo se las doy. La tienen que votar y la tienen que aprobar. Esa posibilidad surgió la noche anterior. No lo podíamos creer. No nos animamos ni a pedir lugar para ir a presenciar la sesión, por una cuestión de respeto, porque iba a estar todo ocupado por los invitados de los diputados que asumían. Cada uno siguió la sesión desde su casa, por Diputados TV. Yo la vi con mi hijo Agustín desde la pieza de Nicolás, que está intacta”, cuenta y muestra la bandera que se repite en cada familia, con diferentes nombres: “Justicia por Nico Deanna. Familiares y víctimas de mala praxis“.
“Esto es casi mejor que esperar la justicia por la causa de Nico. Es una justicia más importante, es haber transformado una lucha individual en un logro colectivo, algo que realmente sirva para cambiar algo”, concluye Covelli. En sus palabras están las de tantos. Los que ya no están, como Silvina Luna, que participó activamente en esta ONG, de la que sigue siendo parte su familia. O la familia de Débora Pérez Volpin, que acaba de recibir un dictamen contrario en su causa. Y las que se leen junto a la foto del joven que inspiró esta ley: “Si tu vida derramó tanto amor, que tu partidas sirva para salvar a otros”.