Victoria Villarruel, la candidata a vicepresidenta de La Libertad Avanza (LLA), está envalentonada: organizó un acto en la Legislatura porteña –un espacio de la democracia– para homenajear a las víctimas de lo que ella define como el “terrorismo” y darle un plafón a la reivindicación de lo que fue el horror de la dictadura. Al intento de la diputada, que suele negar el terrorismo de Estado y decir que la Argentina vivió una guerra durante los años ‘70, los organismos de derechos humanos, los sindicatos, los partidos políticos y los movimientos sociales le respondieron desde la calle como lo hicieron las Madres cada jueves en la Plaza de Mayo. “Estamos aquí para que no se falsee la verdad histórica ni se ofenda la memoria colectiva”, respondieron desde un documento leído a un costado de la sede del Palacio Legislativo de la Ciudad.

La zona de Perú al 100 amaneció prácticamente vallada. Las autoridades de la Legislatura porteña –que no accedieron al pedido de organismos como H.I.J.O.S o de diputados como Victoria Montenegro para suspender el acto– previeron que los ánimos iban a estar encendidos. El repudio corrió rápidamente desde el viernes, cuando desde LLA empezaron a difundir un flyer para el evento de este lunes.

La zona empezó a llenarse desde temprano. El Encuentro Memoria, Verdad y Justicia brindó una conferencia de prensa al mediodía. En la sede de Madres de Plaza de Mayo- Línea Fundadora empezaron a congregarse distintos militantes para marchar juntos y juntas desde la calle Piedras hasta Avenida de Mayo. Eduardo Tavani, referente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), organizó una foto colectiva antes de salir a las calles. Las Madres no pudieron estar de manera presencial: muchas estaban en casa por el frío o porque estaban recuperándose de alguna dolencia. Desde el sur, Taty Almeida mandaba mensajes para que creciera la convocatoria.

En la esquina de Perú y Diagonal Sur se montó un escenario. Carlos Lordkipanidse –sobreviviente de la ESMA e integrante del Encuentro Militante Cachito Fukman– oficiaba casi de maestro de ceremonias. Desde allí se leyó tanto el documento de la mesa de organismos como del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia. “Lo importante es la unidad en la acción cuando buscan tergiversar la historia”, dice Adriana Taboada, referente de la Comisión Zona Norte. “Hablemos de la mala fe de Villarruel que habla de su padre –Eduardo Villarruel– como un veterano de Malvinas y esconde el rol en el genocidio. La que pide memoria esconde el pasado”, apunta Taboada.

Fue ella quien leyó el texto acordado por Madres Línea Fundadora, la APDH, la APDH La Matanza, Familiares y Compañeros de los 12 de la Santa Cruz, la Fundación Memoria Histórica y Social Argentina, la Comisión Zona Norte, el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH), Buena Memoria, la Liga Argentina por los Derechos Humanos (LADH) y Familiares. “No olvidemos que la hoy candidata de LLA lleva muchos años trabajando para la impunidad de los responsables del terrorismo de Estado. Aquí no estamos solo frente al negacionismo. Estamos ante una reivindicación lisa y llana del plan de exterminio”, remarcó Taboada.

“No es un acto de homenaje a las víctimas, es un acto reivindicador”, reafirmaba desde abajo de la tarima la abogada Guadalupe Godoy, que la semana pasada encontró los papeles que mostraban que Villarruel era un contacto del genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz y visitaba a su mano derecha en la cárcel, Norberto Cozzani.

Un contexto peligroso

Mabel Careaga, cuya madre fue secuestrada después de la infiltración del marino Alfredo Astiz y fue víctima de un vuelo de la muerte, coincide con la importancia de la movilización en un escenario que se muestra adverso: Villarruel ya no encarna un sector marginal, sino que es la segunda en la lista más votada en las PASO. “Tenemos la obligación de derrotar al negacionismo y de entender que los discursos de odio son las génesis de los genocidios”, subraya.

Margarita Cruz luce la pechera de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD). Ella es sobreviviente del Operativo Independencia, donde participó el padre de Villarruel en calidad de instructor de comandos. “Fueron asesinos del pueblo tucumano”, dice Margarita, que no esconde el escozor que le genera una convocatoria como la de la candidata a vice de Javier Milei. “La memoria se defiende en las calles. Los juicios se construyeron en las cárceles y la anulación de las leyes de impunidad, también. No vamos a permitir que cuestionen nuestra lucha”, dice.

A unos metros está frente a las vallas que vedan el ingreso a la Legislatura, Teresa Laborde –la beba que Adriana Calvo, fundadora de la AEDD, parió en un patrullero mientras la llevaban al Pozo de Banfield en abril de 1977. A su lado está Guillermo Lorusso, sobreviviente del Vesubio –donde operaba el tío de la diputada de LLA, Ernesto Villarruel.

“Insistimos una vez más. Lo que hubo en nuestro país no fue una ‘guerra’ entre ‘dos demonios’, como mienten los liberfachos para reflotar esa teoría. Lo que hubo aquí fue terrorismo de Estado. Fue genocidio”, leyó un militante del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj) como parte del documento consensuado por el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia.

Gabriela Alegre, integrante de Buena Memoria, se fue conforme con la convocatoria. “Una marcha genuina, espontánea y desorganizada. Seguramente la primera de muchas, que nos encontrarán unidos a quienes defendemos la democracia y la lucha contra el terrorismo de Estado”.

De victimarios a víctimas

En muchas paredes cercanas a la Legislatura aparecieron unas fotos de una cara partida: una mitad es el rostro de Villarruel; la otra corresponde a Jorge Rafael Videla. La alusión tiene un sentido: el marido de Cecilia Pando, el mayor retirado Pedro Mercado, contó que Villarruel organizaba visitas a la casa del dictador mientras estaba en prisión domiciliaria.

El Salón Dorado de la Legislatura está lleno. Algunos hombres con sobretodo verde esperan para entrar. Lucía Montenegro, legisladora de LLA, hace de telonera de Villarruel: habla de “memoria completa” –un concepto al que apelaron los grupos pro-impunidad a principios de este siglo para oponerse a la búsqueda de verdad y justicia de los organismos de derechos humanos.

Villarruel, a su turno, acusa a quienes rechazaron el acto de ser “negacionistas”, autoritarios y de tener las manos manchadas con sangre. Agradece la presencia de, entre otros, Alfredo Olmedo, el único diputado que en 2017 había votado en contra de la ley para decir que el 2×1 no se aplicaba a los crímenes de la dictadura. Habla de una “visión amputada” de los derechos humanos y lanza una advertencia hacia los sobrevivientes de los ‘70 que participaron de organizaciones armadas: reclama que “dejen de ser protegidos en la impunidad de la cual gozan hasta el momento”. Seguramente sepa que la jueza María Servini volvió a rechazar abrir la causa por la bomba en Coordinación Federal –otro caballito de batalla sobre el que galopan los grupos pro-militares desde que se buscaba la reapertura de los procesos contra los genocidas.

“Ya no les tenemos miedo”, se victimiza. La vivan: “Vicky, te necesitamos”. Villarruel sonríe triunfante y canta el himno. Se prepara para dar una nota en La Nación Más en la que arremeterá contra la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, a la que definirá como un personaje “siniestro”.

Una señora de pelo lacio, tapado largo y perfume francés intenso se sube a un ascensor para dejar el espacio del acto.

– ¿Sigue esta runfla?–pregunta a quienes la acompañan en el viaje hasta la planta baja.

– ¿Cuál, la del Salón Dorado?– le responde un pibe joven.

– No, la de afuera.

La provocadora terminó provocada, sin saber que su interlocutor es nieto de dos víctimas del terrorismo de Estado.



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