¿Hubiera pasado “Now and Then” el exigente filtro de The Beatles para ver la luz? Es difícil establecerlo, como es difícil ponerse frente a una “nueva” canción del cuarteto de Liverpool haciendo abstracción de tanta historia, tanta genialidad ya plasmada, escuchada y vuelta a escuchar sin aburrirse nunca, pedazo de nuestra vida desde hace tanto tiempo. Es difícil sacudirse el cinismo de tener muy presente cuánto de la explotación comercial interviene en esta reaparición, interrogarse por la opinión de los siempre ariscos George Harrison y John Lennon frente a una nueva decisión más o menos unilateral de Paul McCartney (¿qué pasaba si Ringo Starr decía no?), preguntarse qué sentido tiene seguir revolviendo el archivo y volver a reeditar el disco rojo, el disco azul. Jugar otra vez con el término “contrafáctico”. 

Entonces uno se da una vuelta por YouTube, y abre el clip de “Now and Then” dirigido por Peter Jackson. Y al final, cuando The Boys trajeados en blanco y negro hacen su reverencia y se difuminan, la garganta es un nudo y las mejillas están mojadas. El corazón le gana al cerebro. A quién carajo le importan los por qué cuando Paul, John, George y Ringo están sonriendo, están tocando, están vivos y otra vez, otra vez, nos están mejorando la vida.

Sí, la industria juega con nuestros sentimientos. Sí, la nostalgia es un gran negocio. Pero The Beatles, citando a Charly, son la máquina de ser feliz. El marketing nos miente, pero sus canciones son verdad. Sabemos que son -fueron- seres humanos, y que no pudieron evitar las miserias personales y sus últimos tiempos fueron amargos pero en la banda -más allá de los individuos- hay una dimensión mágica, mística, fantástica, como se la quiera llamar, en la que son una entidad que debía aparecer en algún momento de la historia para recordarnos que, entre tanto horror, en un mundo ya dislocado en los ’60 y hoy nuevamente zambullido en la muerte y la locura y el asco, hay un rasgo de humanidad, una zona sensible que nos devuelve la esperanza. Tenían que existir. Sin ellos todo hubiera sido intolerablemente gris. 

El sonido de las cajas registradoras queda entonces en sordina. Vemos lo que nos regala Jackson con la tecnología, a The Beatles de ayer y hoy ilusoriamente ensamblados, y no nos importa que sea pura fantasía porque lo que nos está pasando adentro es rotunda verdad. Se nos caen las lágrimas casi sin darnos cuenta porque desfilan ellos y desfila nuestra infancia, juventud, madurez. Por un rato lo que se vuelve irreal es el mundo que nos rodea y es palpable el living inocente en que una tele blanco y negro los mostraba recorriendo lugares exóticos en fuga por el anillo de Ringo, y los seguidores de Kaili no eran el hatajo de fanáticos peligrosos de hoy, era una secta pop, un juego, una aventura naif en la que estábamos modelando nuestro lugar en la vida. Aprendiendo a vocalizar que You don’t realize how much I need you sin saber que un día consideraríamos a George nuestro Beatle favorito, sin poder explicar qué cornos nos estaba pasando pero sí absolutamente seguros de que algo estaba cambiando para siempre. Now and Then. Ahora y entonces: dale John, cómo vas a cantar eso en los ’70 y dejarlo guardado en un casete cápsula del tiempo, como si supieras cuántas cosas iba a significar en 2023. No podías ser tan visionario. Y sin embargo.

Sin embargo: el 25 de marzo de 1969, John Lennon y Yoko Ono atendieron a la prensa en una cama en Amsterdam, pidiendo “Make peace, not war” frente a los horrores de Vietnam. Que la voz de Lennon reaparezca cuando se está cometiendo un nuevo genocidio en Franja de Gaza demuestra cuánto necesitamos algo de belleza en forma de canciones para contrarrestar la angustia. Los tiempos siguen corriendo, algunas cosas no cambian. Y la música sigue sirviendo para, en medio de tanta muerte, todavía sentir algo de humanidad. Aunque la garganta se haga un nudo.



Fuente Pagina12