“Ni un ajuste más, ni un derecho menos”… El estribillo de una cumbia de fondo, que se escuchaba pasadas las tres de la tarde desde los parlantes de la Plaza del Congreso, condensa la lucha de los artistas durante la tercera asamblea de Unidxs por la Cultura. Miles de personas recorrieron los stands de las editoriales y librerías que participaron de la Feria del Libro Urgente para rechazar la derogación de la Ley 25.542 de Defensa de la Actividad Librera, prevista en el proyecto de Ley Ómnibus, que pone en peligro el trabajo de pequeñas librerías y editoriales independientes y atenta contra la bibliodiversidad y contra el ecosistema del libro.
Liliana Heker no dudó ni un segundo en poner el cuerpo cuando la convocaron para dar una clase abierta. “Las escritoras y escritores tenemos una voz y conseguimos que nos escuchen”, dijo la autora de Zona de clivaje que cumplirá 81 años el próximo 9 de febrero, y recordó que hace más de 65 años estuvo en la misma plaza con su guardapolvo blanco explicándole a un grupo de personas por qué estaban haciendo huelga y por qué había que defender la enseñanza gratuita, laica y obligatoria. Más de 400 personas la aplaudieron y ovacionaron.
La ley 25.542 establece que el precio del libro debe ser uniforme y respetarse en todos los puntos de venta del país. Daniela compró Elogio del riesgo, de la psicoanalista y filósofa francesa Anne Dufourmantelle, que murió ahogada en 2017 al intentar salvar a unos niños. El ilustrador Poly Bernatene, presidente de la Asociación de Dibujantes de Argentina (ADA), una de las entidades organizadoras de la Feria del Libro Urgente junto a la Unión de Escritoras y Escritores y la Cámara Argentina de Librerías Independientes (CALI), entre otras, le pidió permiso para dibujar la primera página del libro que compró.
“Sería tremendo que se derogue la ley porque eso implica que no va a haber lectura para todos”, precisó Daniela, una lectora informada sobre las consecuencias de la derogación de la ley de Defensa de la Actividad Librera. Después de dibujar y escribir que “la riqueza de un pueblo es la cultura”, Bernatene advirtió que, más allá de lo que significa para las librerías independientes, “las grandes perjudicadas”, los autores, tanto escritores como ilustradores, “vivimos en parte con las regalías del 10 por ciento que cobramos cada seis o hasta ocho meses” y aclaró que sin el precio uniforme del libro no habrá manera de saber a cuánto se venderá en cada librería. “El autor es el eslabón más débil del ajuste económico”, resumió el dibujante mientras el dramaturgo y director Alejandro Tantanian caminaba como un ciudadano más entre los stands de Acequia Libros, Ediciones Incluir, Cooperativa La Minga, La Montaña Ediciones, Ciccus, Madreselva, Leviatán, Abinisia, Tinta Limón, Ripio, Puntos suspensivos, La mariposa y la iguana, Muchas nueces, Vanadis y Gog & Magog, entre otros sellos.
En la performance La brigada roja, realizada por Rebelión o Extinción Argentina, jóvenes con ojos dibujados en sus manos y carteles colgados en pechos y espaldas desfilaron entre los stands de las editoriales y librerías. “¿Qué van a decir cuando la Ley Ómnibus nos deje sin bosques ni glaciares?”; “los dólares no sirven en un planeta muerto”, se leía en alguno de los carteles. Vanina Colagiovanni, escritora y directora editorial de Gog & Magog, especializada en poesía y ensayo, subrayó que las primeras afectadas por la derogación serán las librerías independientes, “nuestras socias principales”, pero también las editoriales pequeñas y medianas, que tienen un “catálogo de fondo” y publicarán menos libros.
“En Inglaterra, donde se derogó el precio uniforme, quedó un tercio de las librerías en pie y aunque se decía que los libros iban a bajar de precio terminaron subiendo porque como hay menos librerías fijan los precios más altos”, explicó la escritora y editora. “Con la derogación de la actual ley pierden todos; no hay ningún beneficio económico para el Estado. Lo único que se conseguirá es fomentar la concentración. Para los lectores será peor porque van a pagar los libros más caros”, agregó Colagiovanni.
Casi enfrente del cine Gaumont, Heker esperaba que terminaran de conectar el micrófono para poder hablar. “Ahora que se usa tanto la palabra libertad y se la desvirtúa tanto, la verdadera libertad es la libertad de poder elegir lo que uno quiere hacer. Y para elegir tiene que tener una educación y la posibilidad de comer, porque si nos faltan las proteínas no vamos a escribir libros, ni vamos a pintar, ni vamos a hacer teatro, ni vamos a hacer nada”, planteó la autora de los libros de cuentos Los que vieron la zarza y Las peras del mal. “Cuando defendemos nuestra cultura, que es fundamental y nos constituye, estamos también defendiendo los derechos y la justicia social para que cada uno tenga todo aquello que le permita elegir realmente su destino”, reflexionó la escritora, que dará el discurso inaugural en la próxima Feria del Libro de Buenos Aires.
“El escritor, en tanto trabajador de la palabra, tiene un compromiso con su obra; su palabra tiene que ser mejor que el silencio, pero a veces la realidad está esperando algo inmediato de nosotros”, aseguró Heker y afirmó que esta época va a aparecer en cuentos y novelas que se están escribiendo porque supera cualquier ficción. “La literatura es un trabajo y yo creo que quien escribe ante todo se enamora de la literatura a través de los libros. Un chico o una chica adolescente si consigue enamorarse de un libro no va a parar nunca de leer”, argumentó y reconoció que a veces la falla puede estar en los padres o en los profesores que no saben crear ese enamoramiento. En la escuela tuvo una profesora que era “muy reaccionaria” y como no podía expresar lo que le quería decir escribió un largo artículo contra la religión. “La escritura vino en mí con ese origen, esa necesidad de expresar lo que no podía expresar de otra manera. Nunca soñé con ser escritora; yo me siento escritora nada más que cuando estoy escribiendo”, admitió y mencionó el impacto que tuvo en ella el editorial de la revista El grillo de papel, de su maestro y amigo Abelardo Castillo: “La literatura para nosotros no es un medio de vida, es un modo de vida”, una frase que reivindicaba el valor de la palabra como testimonio inmediato.
Pronto comenzarían a leer Guillermo Martínez, Federico Jeanmaire, Jorge Consiglio, Betina González, Agustina Bazterrica, Raquel Robles, Gonzalo Heredia, Horacio Convertini, Cecilia Szperling, Santiago Loza, Laura Wittner y Andi Nachón, entre otros. Heker, derrochando simpatía, entusiasmo y sabiduría, confesó que piensa seguir viviendo para defender no sólo los libros, sino el teatro, la música y el cine. “Tenemos que estar acá, tenemos que ponerle el cuerpo a esta situación y no bajonearnos, sino sentir que esto vale la pena de ser peleado por todos nosotros”.