Estados Unidos celebra esta semana el supermartes, la fecha más importante dentro del calendario de las primarias, y aunque hay poco suspenso sobre la definición de las nominaciones de los candidatos, los republicanos esperan conocer si es el último round de Nikki Haley ante el favoritismo de Donald Trump, mientras que los demócratas medirán el voto protesta al presidente Joe Biden, que busca su reelección.
El próximo martes se vota en una quincena de estados, entre ellos Texas y California, los dos que por su población otorgan mayor cantidad de delegados electores, además de otros de gran peso como Colorado, Virginia, Alabama y Minnesota.
En casi todos hay internas de ambos partidos, excepto en Alaska, que es solamente de los republicanos, en Iowa, que votan exclusivamente los demócratas, al igual que en Samoa Americana, archipiélago dependiente de Estados Unidos en el sur del océano Pacífico.
En algunos también habrá internas para cargos en la Cámara de Representantes (Cámara baja), Senado y en Carolina del Norte también a gobernador, con el actual líder estatal Roy Cooper (Demócrata) imposibilitado por ley de buscar un tercer mandato consecutivo.
“El supermartes es el día más importante del proceso de nominación para las primarias. Dado el número de delegados en juego y la ventaja dominante de Trump de cara a esa fecha, también podría representar la última batalla de Haley”, explicó a Télam Christopher A. Cooper, docente de Ciencias Políticas de la Universidad de Western Carolina, con sede en Carolina del Norte.
“El supermartes es el día más importante del proceso de nominación para las primarias. Dado el número de delegados en juego y la ventaja dominante de Trump de cara a esa fecha, también podría representar la última batalla de Haley”
“El supermartes es una jornada importantísima en el calendario de la política electoral estadounidense. Para los republicanos, ese día se elige el 36% de todos los delegados: 874 de un total de 2.429. Trump necesita 1.215, por lo que puede conseguir una gran parte y tener casi cerrada su nominación”, dijo David McCuan, profesor de la Universidad de Sonoma (California) y experto en política estadounidense.
Aunque matemáticamente lo que suceda el martes no asegura la nominación de Trump, políticamente puede ser la última estocada que necesita tras ganar en todos los estados, incluyendo esta semana en Carolina del Sur, tierra natal de Haley y de la que fue gobernadora durante seis años.
Pese a las constantes derrotas, Haley ratificó que no va a “renunciar a la lucha”, con distintas miradas sobre el motivo de esta decisión, que apuntan desde la presión de los donantes de la campaña hasta una estrategia política para presentarse como una alternativa, sea dentro del Partido Republicano en 2028 o por afuera en estas elecciones.
“Haley tiene donantes vehementemente opuestos a Trump que pueden mantenerla viva y en marcha durante un tiempo. Sin embargo, es difícil verla en la carrera más allá del momento en que Trump obtenga los delegados necesarios”, explicó a esta agencia McCuan, especialista en campañas y elecciones.
En estos días se mencionó en la prensa local la posibilidad que se presente el 5 de noviembre con un tercer partido, bajo el paraguas de la organización política No Labels (Sin Etiquetas, en inglés), aunque Haley ya descartó esa idea.
Otra especulación apunta a que la exembajadora ante la ONU está esperando que los numerosos juicios que enfrenta su anterior jefe terminen socavándolo.
“Puede decidir permanecer en la carrera, con la esperanza de que si Trump se ve obligado a retirarse (por razones legales o de salud), ella será la última en pie”, indicó en ese sentido Cooper.
Por el momento, a pesar de sus numerosos problemas judiciales, por los que incluso se expone a ir a la cárcel, el magnate ganó el voto mayoritario de los republicanos en Iowa, New Hampshire, las Islas Vírgenes, Nevada, Carolina del Sur y Michigan.
En el caso de los demócratas, tampoco existe mucho suspenso: ningún rival en las primarias le arrebató jamás la nominación a un presidente en ejercicio en la era de la política moderna estadounidense.
Si bien Biden no es oficialmente el candidato, los otros dos políticos que compiten contra él, Dean Phillips y Marianne Williamson (que había suspendido su campaña y después la retomó), no tienen posibilidad de perjudicarlo.
“Para Biden, las primarias son meramente simbólicas. Salvo un susto de salud, será el candidato. Su trabajo consiste simplemente en unir al Partido Demócrata en torno a él. Si será capaz de hacerlo, está por verse”, manifestó Cooper, director del Instituto Haire de Políticas Públicas.
“Para los demócratas y Biden, el supermartes puede medir la importancia que se le da a cuestiones de política exterior, como lo que ocurre en Gaza e Israel, en estados como Washington y, especialmente, Minnesota, donde los demócratas han tenido dificultades en las últimas elecciones presidenciales”, apuntó McCuan.
Ese voto de protesta fue significativo esta semana en Michigan, estado con una significativa población árabe-estadounidense, donde hubo unos 100.000 sufragios con la opción “sin compromiso” (equivalente al voto en blanco) en repudio a la gestión de la Casa Blanca en la guerra en Medio Oriente.
Esto no es menor, ya que Michigan es considerado un “swing state” (estado pendular): en las presidenciales de 2020, Biden ganó allí a Trump por un margen de solo 154.000 votos de diferencia, poco más de dos puntos porcentuales.
Pese a no estar oficializada, la reedición de la contienda ente Trump y Biden ya está en marcha con acusaciones cruzadas sobre diversos temas como economía, política exterior y, sobre todo, migración, como demostró la visita que hicieron ambos el jueves pasado a la frontera con México.
En las últimas semanas, además, volvió a primer plano la cuestión de la edad de ambos: el republicano, de 77 años, pidió al demócrata, de 81 años, que se someta a “un test cognitivo” debido a las “terribles decisiones” que toma.
Trump acostumbra a burlarse de los errores verbales de Biden, descrito como “un hombre mayor con mala memoria” por un fiscal que lo investigaba por la retención de documentos clasificados.
El exmandatario también es propenso a cometer errores verbales: en las últimas semanas mencionó al primer ministro húngaro, Viktor Orban, como líder de Turquía y en una ocasión confundió a la expresidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, con su principal rival, Haley.