Marcelo y Diana Wasser sobrevivieron al ataque de Hamas a territorio israelí, y desde hace unas semanas realizan charlas en las que relatan sus vivencias, a la que consideran “su misión” para “difundir lo que pasó” y de esa manera poder luchar contra el antisemitismo.
Desde 1976, Marcelo (65) y Diana (62) viven en el kibutz Nirim, a casi dos kilómetros de la Franja de Gaza, y el pasado 7 de octubre tuvieron que refugiarse durante 12 horas con parte de su familia, incluido uno de sus nietos de nueve meses, mientras escuchaban decenas de misiles y tiroteos en los alrededores.
Un día antes del “sábado negro”, como lo definió Diana en la charla que brindaron junto a su esposo en el templo de la Comunidad Dor Jadash, ubicada en el barrio porteño de Villa Crespo, todos sus nietos y algunos de sus hijos se encontraban reunidos para festejar el cumpleaños 77 del kibutz donde viven.
Esa noche, dos de sus hijos y uno de sus nietos se quedaron a dormir cuando a las 6.28 de la mañana sonó la alerta roja avisando que debían ir a buscar refugio.
“Lo que aprendí brindando mi testimonio es que yo no quiero sobrevivir, yo quiero vivir”Diana Wasser
“En nuestro kibutz no suena la sirena porque tenemos entre ocho y diez segundos para llegar al refugio. Fuimos al cuarto seguro y pensamos que en diez minutos se terminaba”, contó Diana ante un público atento.
Y remarcó que “hace 20 años vivimos bajo misiles” y que están “acostumbrados” a convivir con las alertas y corridas a los refugios.
“Después de más de una hora, y mientras decenas de misiles caían, lo llamaron a Marcelo para avisarle que había caído un misil en el tambo”, comentó Diana.
Marcelo es gerente del tambo de Nirim hace 30 años, sin embargo, aseguró que “no es la primera vez que caen misiles en el campo. En el 2014 un misil cayó a unos quince metros y, aparentemente, no era mi día, porque la pared donde estaba acostado quedó llena de esquirlas”, aunque él resultó ileso.
“Hay una falsa verdad y una tergiversación muy grande de lo que en verdad pasa hoy la gente”Marcelo Wasser
“Esta vez me llamaron cuando estaba en el cuarto seguro, así que me fui a vestir, y por supuesto, mi familia trataba de persuadirme para que no vaya porque los misiles seguían cayendo. Pero lamentablemente no podía dejar a la gente sola trabajando”, relató, a su turno, Marcelo.
Se vistió y fue en un carrito eléctrico hasta el tambo mientras la alarma seguía sonando: “Cada vez que sonaba me volvía a tirar al piso. Al llegar vi un panorama que, como dije, ya había vivido. Vacas muertas y heridas, caños de agua rotos que hacían saltar el agua a todos lados, la luz que se había caído, el techo con un agujero enorme, los paneles solares que se habían roto. Hasta que empecé a escuchar tiros, pero no estaba seguro si estaban cerca o lejos”.
Al regresar al refugio con su familia tomó su teléfono y se encontró con decenas de mensajes sin leer de sus vecinos advirtiendo lo que estaba sucediendo.
“Me están quemando mi casa”; “me disparan la ventana”; “entra humo, no puedo respirar”; “me disparan la puerta”; “están intentando abrir la puerta del refugio”, eran algunos de los mensajes que recibía.
“En ese momento me pasó algo que no me pasó en la vida. En los kibutz nos conocemos todos, y mientras leía esos mensajes escuchaba a cada uno de esas personas gritar lo que estaba leyendo. Leía ‘Ayúdennos, estamos desesperados’ y sonaban como gritos desesperados”, contó.
Marcelo y Diana se quedaron junto a sus dos hijos y nieto durante 12 horas hasta que el ejército israelí fue a evacuarlos, en ese momento no tenían alimentos para el bebé, tampoco pañales y, según contaron, mantenían extremo cuidado para que este no llorara para que nadie advirtiera su presencia en el lugar.
“Apagamos la luz, la televisión, apagamos el aire acondicionado y teníamos en silencio los teléfonos. Incluso tuvimos que darles calmantes a nuestros perros para que se durmieran y no hicieran ruido”, agregó Diana.
Mientras narraba lo sucedido su relato se interrumpió con el ingreso de dos niños, sus sobrinos, a quienes nunca habían conocido “salvo por una pantalla”, por lo que el público pudo presenciar su encuentro, por primera vez, coronado con un fuerte y emocionante abrazo.
“Tenemos entre ocho y diez segundos para llegar al refugio. Fuimos al cuarto seguro y pensamos que en diez minutos se terminaba”Diana Wasser
El matrimonio realiza una serie de charlas, que llegaron hasta Costa Rica, con B’nai B’rith Internacional, una organización que Argentina integra desde 1930, conocida como una de las más antiguas y grandes organizaciones judías humanitarias, de acción social y derechos humanos, según se describe en su sitio web.
En diálogo con Télam, Marcelo comentó que toma estas charlas como “una misión” porque “hay una falsa verdad y una tergiversación muy grande de lo que en verdad pasa hoy la gente”.
“La gente se olvida cómo empezó esto. Estábamos durmiendo en mi casa y después pasó todo lo que vino después. Yo lo veo como una misión porque tuve la suerte de salir. No es fácil lo que estamos haciendo, cada día relatar lo que vivimos, pero creo que es importante que se sepa”, dijo.
Por su parte, Diana comentó a esta agencia que relatar su experiencia “es una terapia” y que es gratificante después recibir el cariño y el apoyo de la gente cuando terminan con cada una de sus exposiciones.
“Mi familia trataba de persuadirme para que no vaya porque los misiles seguían cayendo. Pero lamentablemente no podía dejar a la gente sola trabajando”Marcelo Wasser
Respecto a un potencial proceso de paz cuando la guerra acabe, el matrimonio aseguró que “si pudimos hacer la paz con Egipto después de lo que pasó en 1973, vamos a poder hacer la paz con cualquiera. Hace falta que haya un líder que crea en la paz y un pueblo que lo siga”.
La guerra de Iom Kipur (Día del Perdón) fue un conflicto bélico librado por una coalición de países liderados por Egipto y Siria contra Israel que duró desde el 6 al 25 de octubre de 1973.
Durante todo el encuentro, ambos se mostraron con unas placas de identificación del tipo militar colgadas en sus cuellos, como las que llevan los soldados con sus datos personales para poder ser identificados, pero modificadas con una inscripción en la parte superior que dice “Nuestro corazón está atrapado en Gaza. Déjenos volver Ya”.
“Cuando todos los secuestrados estén en casa lo vamos a partir. En los soldados es un símbolo de muerte, para nosotros es un símbolo de vida. Lo que aprendí brindando mi testimonio es que yo no quiero sobrevivir, yo quiero vivir”, concluyó Diana.