¿Hay Juntos por el Cambio a partir del lunes? Frente a un micrófono todos sus dirigentes dirán que sí, pero ya hubo en este tiempo sectores -especialmente en el radicalismo- que empezaron a ver un final para la alianza electoral. Si Patricia Bullrich queda fuera del balotaje, especialmente, se desatará una tensión cada vez mayor entre los sectores que buscarán apoyar (más abierta o más solapadamente) a Javier Milei y quienes ya se pronunciaron decididamente en contra. Si eso los llegará a un quiebre de la coalición o a una suerte de libertad de acción para evitar la ruptura, es algo que está por verse. La pregunta del lunes es: ¿se rompe o no se rompe?
Para quienes creen que Juntos por el Cambio va inexorablemente hacia una ruptura, hay que recordar que la coalición que gobernó entre 2016 y 2019 está con fuertes tensiones desde el final de ese gobierno, que los dejó con serias disputas internas y sin un liderazgo único, pero que eso no hizo que se disolviera la alianza.
El ex presidente Mauricio Macri fue reiteradamente sentenciado a la jubilación, pero conserva una influencia considerable sobre la alianza, al punto que logró imponer su candidata en la interna frente a un conglomerado de la mayoría de sus aliados e importantes sectores del PRO.
Eso sí, a Macri esa influencia no le alcanza para ser el líder indiscutido del espacio como lo fue mientras ejerció la presidencia. De hecho, a nadie le alcanza y ese problema no parece que vaya a tener una rápida solución. Por el contrario, si Bullrich cae, una nueva camada de potenciales dirigentes emergerá con el cuchillo entre los dientes.
Se rompe
Razones para que Juntos por el Cambio se rompan existen unas cuantas: la principal es que todas las internas, las tensiones, los desencuentros, las peleas, las operaciones y hasta los carpetazos los aguantaron los aliados bajo el supuesto de que el que ganaba la interna en las PASO se quedaba inexorablemente con la presidencia.
Se almorzaron la cena, diría Mario Wainfeld, y el escenario post-PASO no solo les demostró a los ganadores bullrichistas que no tenían la presidencia asegurada, sino que incluso podrían no estar en el ballotage. Un escenario que nadie preveía antes.
Caída esa ilusión, ¿qué aliciente les queda para seguir juntos? Si no van a gobernar, por lo menos, hasta dentro de cuatro años, ¿habrá suficiente voluntad para no separarse? Los radicales hacen cuentas: van a gobernar cinco provincias. Con Bullrich, no se imaginaban un gran rol en una eventual presidencia. Con Macri, ya saben. Es posible que busquen su propio camino, si no pueden comandar la alianza opositora.
Hay que decir que hubo por parte de Bullrich un intento de alinearlos a todos que al principio parecía imposible (Macri le rompía la estrategia cada dos por tres con declaraciones inoportunas, Horacio Rodríguez Larreta no aparecía en la campaña ni para saludar), pero que en las últimas semanas se concretó más: le dio un rol a Larreta en su futuro gobierno, se sacó fotos de familia con todos, Macri tuvo su lugar como orador en el acto de cierre. Pero no es un estado de cosas permanente: era apenas una tregua para ver si podían entrar en segunda vuelta y no quedarse fuera de juego.
El factor Milei
Milei tuvo una facilidad desde 2021 en adelante para generarles internas con casi nada. Una palabra, un abrazo, un elogio a alguien de la coalición y todo estallaba. Hoy el peor escenario para Juntos por el Cambio es no estar en el ballotage: no solo por las razones obvias (que no pueden competir por la presidencia el 19 de noviembre), sino porque los deja expuestos en su fractura con respecto a Milei.
¿Qué harán ante esa segunda vuelta? Con el historial de peleas que tuvieron por Milei, donde los radicales y Larreta lo rechazaban, y Macri y Bullrich se mostraban afines, es difícil imaginar que puedan lograr una posición conjunta.
Eso lleva a una nueva tensión, entre quienes quieren más o menos explícitamente apoyarlo y quienes lo rechazan de plano. Entre estos últimos, los más ruidosos han sido los radicales. En particular, Emiliano Yaccobitti viene avisando desde hace más de un mes que con Milei no van ni a la esquina. Otros han sido más o menos enfáticos, pero la posición que prima en la UCR parece ser esa. Seguramente no ayuda que Milei tenga un punchingball con la cara de Raúl Alfonsín al que, según confesó, somete a golpizas.
Elisa Carrió difícilmente se aproxime a Milei, y lo mismo ocurre con el sector de Larreta y María Eugenia Vidal dentro del PRO. Macri, en cambio, es el que más notoriamente coqueteó con él: sugirió que le pueden dar los votos en el Congreso, se cuidó a la hora de criticarlo, siguió diciendo que tiene “buenas ideas”.
Bullrich al principio estaba a los abrazos con Milei, pero el tiempo de las PASO a las generales fue una sucesión de insultos del candidato de La Libertad Avanza hacia ella, que le ganó incluso una denuncia penal por tratarla de “montonera asesina” y decir que puso bombas en jardines de infantes. Todo esto puede que repercuta en cómo se plantará Bullrich en la disyuntiva de la segunda vuelta. Nadie la imagina apoyando a Sergio Massa, pero ¿se puede volver a recomponer la relación con alguien que la acusó de homicidio?
Si hay ruptura ante una eventual presidencia de Milei, es probable que un sector de Juntos por el Cambio vaya a engrosar las filas del nuevo oficialismo. Y que el resto conforme una oposición moderada.
El factor Milei será una de las cuestiones centrales del devenir de Juntos por el Cambio y puede llegar a ser el catalizador de su ruptura.
No se rompe
No obstante todas las razones a favor de una ruptura, también queda la posibilidad de que el espacio se reconfigure y no se rompa. Es algo que consiguieron, aunque con serias dificultades y un costo electoral alto, entre el final del gobierno de Macri y esta elección. Vidal suele repetir que lo más natural después de la derrota estrepitosa que tuvieron en 2019 hubiera sido que se rompiera la coalición.
Y, ahora, si hay una segunda derrota, ¿se podrá sostener lo mismo? Existe aún esa posibilidad, pero implica que se defina una suerte de libertad de acción con respecto a Milei para que cada uno haga lo que quiera y el resto alegue demencia. También podría influir que surja un liderazgo claro de la coalición, que hoy no se ve. Y que eso ordene a los distintos sectores, hoy cargados de reproches y de desconfianza hacia los otros socios.
La moneda está en el aire. Hay que ver de qué cara cae.