El poeta y docente gazatí Refaat Alaree publicó el 1 de noviembre en su popular cuenta de la red X unos versos proféticos titulados “Si debo morir, que sea un cuento”. 

La Euro-Med Monitor –organización de derechos humanos basada en Ginebra— denunció que el misil que mató a este experto en filología inglesa el jueves pasado en la ciudad de Gaza, fue un ataque quirúrgico y deliberado al departamento donde se refugiaba, el cual tenía tres pisos: el blanco fue solo el segundo, como queriendo evitar daños colaterales.

Alaree venía recibiendo amenazas telefónicas por parte de israelíes –acaso de los servicios secretos— y en redes sociales: era un blanco móvil por ser una voz muy escuchada en Palestina y el mundo por expresarse en inglés con un dominio literario. Se iba mudando de casas, al tiempo que cronicaba por internet el día a día con su esposa y seis hijos entre bombardeos. 

Hace unos días se había ido con esposa a hijos a una escuela de la Naciones Unidas. Estando allí lo llamó alguien que se identificó como un oficial israelí, diciéndole que lo habían identificado en esa escuela y que lo matarían. Quizá haya sido una trampa para que saliera. “Dejó la escuela porque no quería poner en peligro a otros” declaró Ramy Abdu, director de Euro-Med Monitor.

El escritor y académico asesinado enseñaba a Shakespeare en la Universidad Islámica de Gaza –hoy destruida– y había fundado en 2014 el proyecto “No somos números” –con apoyo de Euro-Med Monitor—que estimulaba a escritores gazatíes a testimoniar en inglés la ocupación y los crímenes a que los somete Israel. El objetivo es “crear una nueva generación de escritores y pensadores palestinos que puedan generar un cambio profundo en la causa palestina”.

Mohamed al Arair, amigo del poeta, declaró a AFP: “Toda la familia le había pedido que se fuera porque era muy peligroso, pero él respondía: ‘Soy sólo un académico, un civil en casa. No me iré, no hay ningún lugar seguro en Gaza´, así que decidió quedarse en su casa”, contando lo que veía. Por ejemplo esto: “Luego viene la indecisión intolerable: estoy atrapado entre querer llevar a la familia afuera, a pesar de los misiles, la metralla y los escombros que caen, o quedarme en casa, como un blanco fácil para los aviones de fabricación estadounidense y pilotados por israelíes. Nos quedamos en casa. Al menos moriríamos juntos, pensé”.

En su última entrevista con el sonido de bombas de fondo, Alaree dijo: “Como académico, probablemente lo más duro que tengo en casa es un marcador de tinta. Pero si los israelíes nos invaden y nos atacan, nos cargan de puerta en puerta para masacrarnos, voy a usar ese marcador para arrojárselo a los soldados israelíes, incluso si eso es lo último que pueda hacer. Y este es el sentimiento de todos. Estamos indefensos. No tenemos nada que perder. La realidad sobre el terreno es mucho más terrible que en las redes sociales”.

Dos días antes de su muerte posteó un video entre bombas: “El edificio tiembla. Los escombros y la metralla golpean las paredes y vuelan por las calles. Las brutalidades son indescriptibles.” 

En un artículo en The New York Times contó que en 2014, Israel bombardeó su hogar en Shejaiya matando a 30 familiares suyos y de su esposa, entre ellos un hermano suyo, dos cuñados, tres sobrinos y al abuelo de su esposa. Fue en este contexto histórico y personal que, al ser entrevistado por la BBC poco después del ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre, declaró de manera polémica, a esa acción como “legítima y moral”, agregando que fue “como el levantamiento del gueto de Varsovia”, refiriéndose a la rebelión judía contra los nazis que recibió a cambio una masacre de 14.000 personas. Alaree también rechazó en esa entrevista que militantes de Hamas hayan violado mujeres el 7 de octubre, diciendo: “todos los argumentos de violencia sexual son mentiras. Israel usa eso como pantalla de humo para justificar el genocidio en Gaza”. La BBC decidió no volverlo a entrevistar por esta declaración.

Lo que hizo Alaree en la BBC fue responder lo mismo que muchos israelíes hoy en sentido contrario –salvo Michal Halev: “mi hijo fue asesinado y no quiero venganza”–, quienes justifican el contraataque indiscriminado a Gaza en venganza colectiva. 

En la política israelí hay otras voces disonantes como la del socialista Ofer Cassif diputado de la Knesset : “Nada, absolutamente nada, justifica, puede justificar o legitimar la carnicería que Hamás llevó a cabo en las ciudades, kibutzim y aldeas del sur de Israel… Ni siquiera los crímenes de los que Israel es culpable, los crímenes de ocupación, el apartheid, la limpieza étnica y la Nakba, tampoco pueden justificar tal matanza. Al mismo tiempo, nada, y absolutamente nada, puede justificar la masacre que los israelíes llevan a cabo ahora en Gaza, ni siquiera los crímenes de Hamás.” 

Cualquier justificación del asesinato de Alaree como “derecho a la defensa”, es falsa desde el momento en que él no perteneció al movimiento Hamas –Israel no lo acusó de tal cosa— y fue atacado, probablemente, por testimoniar y opinar en un idioma muy entendido en el mundo, todo lo que viene sufriendo desde el día de su nacimiento en 1979 hasta su muerte: “Crecer en Gaza significó que cada paso que tomé y cada decisión que tomé se vieron influidos –generalmente de manera negativa– por la ocupación israelí“.​

Jehad Abusalim, quien fue alumno de inglés de Alaree, posteó ante el asesinato que su profesor le había enseñado el idioma de Shakespeare como una “forma de liberarse del prolongado asedio de Gaza, un dispositivo de teletransportación que desafiaba las vallas de Israel y el bloqueo intelectual, académico y cultural de Gaza”.

Alareer se licenció en inglés en 2001 en la Universidad Islámica de Gaza e hizo una maestría en la University College of London en 2007. Luego se doctoró en literatura inglesa en la Universidad Putra de Malasia. 

Ahmed Alnaouq, otro amigo del poeta, lo despidió así: “Tú ganas Refaat. Y nosotros perdemos. Estás en un mejor lugar ahora, no como nosotros”.



Fuente-Página/12