En Argentina, a diferencia de otros países, está bastante bien visto participar de un espacio de terapia; a casi nadie le sorprende que alguien diga que va al psicólogo. Y si bien no hay un consultante igual a otro, las actitudes frente a la terapia se expresan, a grandes rasgos, en diferentes tipos de pacientes.
En los años que llevo como psicólogo -que son muchos- he identificado al menos a seis tipos diferentes de pacientes, desde el apurado al resistente, pasando por el que todo lo googlea. Muchas veces, esa tipología se asocia también al grado de compromiso que asumirán en el proceso terapéutico.
A continuación, los caracterizo y te pregunto: ¿vos con cuál o cuáles te identificás?
El paciente apurado
Este tipo de paciente es el que busca resultados ya. Suele querer ver resultados en la primera sesión. Si transcurren dos o tres y no ve ningún cambio inmediato, es probable que abandone ese espacio de trabajo personal.
Además, es habitual que pregunte todo el tiempo ¿qué hago?, esperando que el terapeuta le ofrezca respuestas rápidas a sus problemas.
La realidad es que todos podemos tener cierta ansiedad y querer ver cosas positivas en el momento, pero conviene pensar que ese problema que te llevó a terapia tardó años en desarrollarse y probablemente te acompaña hace mucho tiempo.
En ese sentido, es importante comprender que algo que tardó tanto en gestarse no se soluciona en un solo encuentro y que el proceso es clave en el éxito del tratamiento.
El paciente Google
Es el que antes de entrar a la primera sesión ya googleó todos los síntomas y llega con un autodiagnóstico al que arribó gracias a un test de internet.
Sigue en redes sociales a psicólogos, médicos, coaches, tarotistas y personas que le dan soluciones mágicas de acuerdo a los síntomas que cree sentir. Y cambia de diagnóstico según el reel de Instagram o el video de YouTube que haya visto esta semana.
Son personas con rasgos hipocondríacos, que suelen buscar diagnóstico y respuestas a sus problemas online.
En este caso es conveniente entender que lo que se puede encontrar en internet suelen ser recortes, generalidades. Un buen profesional indaga en las conductas, las creencias, el contexto, el aspecto fisiológico y la búsqueda del sentido de la vida a nivel individual. Es decir, tiene en cuenta las características particularidades de cada paciente y en función de eso define la mejor estrategia terapéutica.
El paciente “perfecto”
Se trata de un tipo de paciente que aparenta no tener problemas, que llega a la terapia “simplemente para hablar”.
Pero a la hora de indagar en temas profundos se cierra y cuando las conversaciones por fin logran abandonar la superficie, comienza a llegar tarde, a pegar faltazos o surgen malos entendidos. Aunque no se dé cuenta en forma consciente, está boicoteando su propio tratamiento.
“Yo vengo a terapia, pero no me pasa nada”, me dijo más de una vez algún paciente, pero cuando se abre la caja de Pandora, ¡todo lo que sale de adentro!
A la hora de empezar terapia es sano pensar que, aunque sintamos que todo está absolutamente bien, algo nos motiva a buscar ese espacio. Seguramente haya algunas cosas para trabajar y cuanto más dispuestos estemos a reconocerlo, más fácil será el proceso.
El paciente resistente
El paciente resistente tiene algún punto de conexión con el anterior, ya que enfrenta dificultades para abrirse por completo y a menudo retiene ciertos aspectos de su historia, posiblemente debido al temor al juicio.
Cuando se sugiere en terapia algo más que una simple conversación, tiende a resistirse a probar nuevas actividades, quizás porque salir de su zona de confort le resulta desafiante.
La honestidad en el proceso terapéutico es esencial para un progreso efectivo. Las personas que guardan detalles o no son completamente sinceras pueden estar utilizando el espacio terapéutico como un medio para aliviar su conciencia, pero no están realmente comprometidas con su propio cambio.
El paciente manipulador
Se trata de pacientes que poseen la habilidad de identificar las vulnerabilidades de los demás y utilizarlas para obtener respuestas de manera inmediata, adoptando muchas veces el rol de víctima, lo que puede ser perjudicial en el proceso de tratamiento.
Suelen manifestar su descontento a través de eexpresiones faciales, un tono de voz abrupto, gestos y otros comportamientos con el objetivo de obtener lo que desean. A pesar de esto, tienden a justificar sus acciones y culpar a los demás, negándose a reconocer cualquier error propio.
El paciente colaborativo
Es consciente que lo que el aporte es crucial para su tratamiento y que las mejoras no dependen de otros más que de nosotros mismos, por lo que el paciente colaborativo se involucra y se compromete activamente con su propio tratamiento.
El espacio de terapia es un espacio colaborativo entre terapeuta y paciente. Un buen vínculo terapéutico equivale a un 40% de lo que se trabaja en terapia. Cuando ambos trabajan a la par es como remar juntos, yendo hacia un objetivo, cuando es uno el que rema más que el otro se comienza a andar en círculos. ¿Cuán comprometido estás con tu propio crecimiento?
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