Empresarios y economistas que monitorean la inversión privada anticipan un año de malo a espantoso en esta materia, en línea con la situación caótica general. En la casi totalidad de los rubros de consumo masivo y también en los servicios se verifica un desplome de ventas y de actividad de entre 10 y 30 por ciento, y la mayoría prevé más calamidades a corto plazo. Ese es el clima de negocios que consolidó el gobierno de Javier Milei en el inicio de su mandato, después de devaluar, liberar precios y desregular la economía. Es decir, después de hacer estallar una bomba atómica, supuestamente para que no ocurra nada peor. “Hay una recesión de proporciones bíblicas“, describe un empresario del retail las consecuencias de esa detonación.
Textiles, metalúrgicas, automotrices, alimenticias, fabricantes de muebles, de maquinarias, constructoras, cadenas comerciales, gastronómicos, turismo, economías regionales, no hay prácticamente sector que no denuncie un impacto pleno de la crisis en sus niveles de producción y ventas. Los presupuestos y planes de inversión están en revisión permanente o en suspenso en la mayoría de las empresas, desde las más grandes a las pymes.
“Estamos en un momento de máxima incertidumbre por el futuro económico no a mediano plazo, a una semana, y hay una enorme inseguridad jurídica por cientos de leyes que no se sabe cómo van a quedar. Son muy pocos los que pueden planear una inversión en estas condiciones”, analiza Hernán Letcher, titular del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).
Coinciden en el diagnóstico dos consultores que sostienen un vínculo estrecho con el mundo empresario, Orlando Ferreres y Nadin Argañaraz.
“Hay demasiadas cuestiones que no están definidas para encarar una inversión. Desconocemos aspectos básicos de cómo continuará el plan económico. Si bien las señales son contrarias a una dolarización, y no veo ningún sector que esté empujando ese proyecto, tampoco puede descartarse. Todavía queda mucha suba de precios y mucha recesión por delante. Y fundamentalmente resta saber qué quedará en pie de la ley ómnibus y del DNU. No es lo mismo que se aprueben incentivos para diez sectores que para tres. 2024 es un año que parece perdido para la inversión privada”, advierte Argañaraz, presidente del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf).
“La inversión bruta interna fija aumentó cuando el dólar era barato para las importaciones de bienes de capital. Ahora que eso está terminando ya no se esperan variaciones significativas de la inversión”, explica Ferreres. Su pronóstico es que el PIB sufrirá este año una contracción del 2,7 por ciento, en tanto que la inversión privada caerá 1,7. “2024 es un año de ajustes. Estimo que 2025 será bueno para la economía y para la inversión”, apuesta el consultor.
Sufrir y cosechar
En el inicio del gobierno de Macri se planteó un debate similar al de estos días, sobre si el modelo de devaluación, ajuste y desregulación hundiría a la economía o sería la plataforma para su despegue. Milei sostiene lo primero. Ahora se sufre, después se cosecha. Macri decía lo mismo. La mayor diferencia entre ambos es que el libertario está totalmente jugado al plan de shock, mientras que su aliado se inclinó teóricamente por el gradualismo, que no era tal, pero en la comparación sí resulta claro que el presente es más extremo.
En definitiva, Milei está haciendo lo que quería Macri cuando se cuestionó el “gradualismo”: lo mismo que antes, pero más rápido y más a fondo. Los impactos de esa decisión están a la vista, con los sectores populares como carne de cañón del programa ultraortodoxo que regocija al presidente.
Ventas y ganancias
Sin embargo, al considerar no ya la base de la pirámide social, sino el reflejo del modelo en marcha en la cúpula del poder económico, también se advierte que los resultados no son los esperados ni por ellos mismos, que dan sustento a este plan. De hecho, a las 500 empresas más grandes que operan en el país les fue mejor con gobiernos intervencionistas y reguladores que cuando gobernaron los promotores del libre mercado.
El dato choca con prejuicios y mitos instalados profundamente en la sociedad por el relato mediático dominante, pero es categórico. Surge de la encuesta entre grandes empresas del Indec, que sistematiza información de 500 compañías líderes del país.
El valor bruto de producción de esas empresas; es decir, lo que se podría denominar su volumen de ventas, en términos agregados, fue de 259 mil millones de dólares entre 2012 y 2015, en el segundo mandato de Cristina Kirchner. Bajó a 222 mil millones entre 2016 y 2019, en la presidencia de Macri, y trepó a 270 mil millones en 2022, el mejor registro de la serie hasta el momento, tras el desplome de 2020 por la pandemia y la recuperación desde mediados de 2021.
La Asociación Empresaria Argentina (AEA), que apoyó a Macri y aplaude a Milei, tiene varias representadas entre esas 500 compañías. Así lo revela el último informe del CEPA, que procesa los datos del Indec y los traslada a dólares.
“Lo mismo ocurre con la rentabilidad de esas 500 empresas. Fue superior en los años de mayor caudal de regulaciones que en los años sin regulaciones”, detalla Letcher, uno de los autores del estudio. La utilidad acumulada para esas firmas fue de 21 mil millones de dólares entre 2012 y 2015, descendió a 16 mil millones entre 2016 y 2019 y alcanzó los 20 mil millones en 2022.
Todavía no hay datos del Indec sobre 2023, ya que se publicarán recién en el segundo semestre, pero los reportes privados anticipan la continuidad de la tendencia. De acuerdo al relevamiento de Ferreres, la inversión bruta interna llevaba una expansión del 1 por ciento interanual hasta octubre del año pasado.
Eso demuestra que el cambio radical de escenario para la inversión privada se produjo a partir de las medidas de Milei.
A los amigos todo
De todos modos, el libertario planteó en la ley ómnibus un régimen especial de promoción para las inversiones de grandes empresas que, de acuerdo a la lectura de Letcher, no encuentra mucha más explicación que aquello de “la venta del país”.
“¿Cuál es la lógica del plan, te doy todo a cambio de nada. Es para sectores sumamente dinámicos de la economía, que están invirtiendo fortunas sin necesidad de estímulos, como hidrocarburos, minería, agroindustria, infraestructura, forestal, tecnología. Les asegura estabilidad fiscal por 30 años y a partir del tercer año les garantiza libre disponibilidad de divisas y cero derechos de exportación. A cambio de qué, de nada. En general este tipo de inversiones maduran al tercer año, por lo cual nunca van a pagar nada”, resume el titular del CEPA.
El régimen que está en debate en el Congreso disminuye la alícuota de Ganancias para las empresas que asuman estas inversiones al 25 por ciento y aplica una serie de incentivos y desgravaciones de impuestos más que generosa.
“Podríamos pensar que es un intento de promover el empleo, pero ni siquiera, porque la mayoría son sectores poco o nada intensivos en la generación de puestos de trabajo. Fiscalmente tampoco sirve. No se entiende de ningún punto de vista un régimen tan absurdo. La única conclusión es la venta de la Argentina“, completa el analista.