Mario Russo, médico cardiólogo de la UBA, llenó uno de los últimos casilleros hace 48 horas y a partir de este lunes será quien ocupará el Ministerio de Salud de la Nación. Si bien en un primer momento había trascendido que el área sería degradada a Secretaría bajo el Ministerio de Capital Humano que administra Sandra Pettovello, finalmente el espacio conservó su rango y autonomía. El funcionario deberá liderar las acciones de un espacio con fuerte protagonismo en la pandemia, fenómeno de excepción que se llevó las luces durante una buena porción del gobierno de Alberto Fernández. En la misma línea que Carlos Torrendell, quien se desempeñará como secretario de Educación y fue otro de los nombres que se definieron en la recta final, Russo –que trabajó en el Hospital Italiano y el Fleni como especialista en cirugía cardiovascular— combina apertura para el diálogo, expertise en el arena política y un perfil conservador, que por momentos de gris se tiñe a oscuro. 

El ministro escogido por Milei se presentó hace dos semanas en el edificio de Avenida 9 de Julio para comenzar a organizar la transición. Quienes participaron de las primeras reuniones confiesan que acudió a las oficinas del Ministerio de Salud como “enlace” y que en aquel momento aseguraba que él no se haría cargo del área. “Hablaré con honestidad, a nosotros nos cayó muy bien. Es una persona que sabe del sistema de salud, que comprendió perfectamente todo lo que hablamos y que entendió la complejidad. Más allá de lo que una podría esperar, nos impresionó positivamente”, dice a Página 12 una funcionaria del gobierno saliente.

A diferencia de otros nombres que se estrenan en el escenario público, Russo desempeña tareas en el Estado desde hace 20 años. Dirigió el Servicio de Cardiología del Hospital Polo Sanitario Malvinas Argentinas, fue secretario de Salud en los municipios de San Miguel (2009-2015) y Morón (2015-2016), subsecretario de Coordinación de Políticas Sanitarias y de Planificación y Contralor Sanitario en el gobierno bonaerense durante el mandato de María Eugenia Vidal. Incluso, entre comienzos de 2020 y junio de 2022, fue director de Asuntos Gubernamentales en AySA, gestionada por Malena Galmarini. De manera que Milei recurre a un hombre de la política macrista y también con cargo durante el gobierno de Alberto Fernández para cuidar la salud de los argentinos y argentinas. 

Durante su gestión en los municipios de San Miguel y Morón, las instituciones sanitarias tenían la indicación de denunciar a las mujeres que llegaban con sospecha de aborto. Habrá que ver cómo actúa ahora con una Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo vigente. Por caso, San Miguel es de los pocos municipios bonaerenses que no garantizan el acceso a este derecho y se impone como un núcleo de conservadurismo religioso.

Sin embargo, más allá de las primeras impresiones y del recorrido que el flamante funcionario pueda exhibir, la impronta final se la dará el presidente. En los papeles, si Salud es desfinanciada podría ocasionar fuertes conflictos a la población. Aunque resulte contrafáctico, el lector podría hacer el esfuerzo de imaginar lo que habría sucedido si Milei hubiera sido presidente en plena propagación del coronavirus. Jair Bolsonaro, a priori su principal aliado regional y con quien el libertario manifiesta varios puntos en común, en varias oportunidades refirió a la covid como una “gripecita” y dijo “Tenemos que dejar de ser un país de maricas”. Una ignorancia brutal; un negacionismo que pagó caro con muertes que podrían haberse evitado. Según Statista, detrás de Estados Unidos, que lidera el ranking con 1.170.784 fallecidos por coronavirus, se ubica Brasil con 704.794.

Salud para quien pueda pagarla

En medicina, la expresión “pronóstico reservado” se emplea para hacer referencia a una situación en que los médicos a cargo de un paciente no pueden determinar con certeza cómo será la evolución de su estado. De una manera similar, realizar proyecciones sobre el desempeño que tendrá Russo al frente de la cartera es una tarea plagada de incertidumbres. Pero hay algunas pistas en la plataforma de La Libertad Avanza; ejes que, según se supone, el flamante ministro deberá cumplir al formar parte del gobierno libertario. Uno de los puntos nodales es “descentralizar las derivaciones hospitalarias, arancelar todas las prestaciones y autogestionar el servicio de salud en trabajos compartidos con la salud privada”.

El responsable del diseño de las 28 propuestas de transformación fue el médico de la UBA y exsecretario de Salud en La Pampa, Eduardo Filgueira Lima. A pesar de que finalmente no será quién coordine los esfuerzos del sector, su enfoque expresaba de manera ajustada la lógica ultraliberal aplicada a la salud. Por un lado, solía asegurar que las instituciones sanitarias funcionan “de manera ineficiente” y planteaba que la gente debía “poder elegir”, dos premisas que se repiten como mandamiento por esta época. 

En una nota reciente publicada por este diario, se exhibía lo que podía suceder si el Estado ya no intervenía en el campo de la salud y dejaba todo librado al mercado. Una persona con diabetes sin obra social, según los precios actuales, debería abonar entre 9.539 y 78.867 pesos al mes para cubrir su tratamiento; alguien con hipertensión, 19.540 pesos mensuales; y quien quisiera, por caso, cumplir con todas las vacunas del calendario obligatorio, tendría que desembolsar 1.017.198 pesos. 

Como sucede en la mayoría de los órdenes cuando priman las leyes del mercado, el ejercicio de la libertad es el ejercicio de la libertad del más fuerte. En efecto, si en vez de financiar la oferta se focaliza en la demanda, se reproducen las asimetrías. ¿Por qué? Porque –con una impronta similar a la lógica de los vouchers en educación– las instituciones comienzan a competir entre sí para captar usuarios (ahora devenidos en clientes), y se pierde el espíritu solidario que debe primar en un sistema de salud pública que garantice el acceso a todas las personas más allá de sus posibilidades económicas. Es un esquema que, para colmo, tiene poco de novedoso: ya se practicó en la Gran Bretaña de Margaret Thatcher con magros resultados.

Idas, vueltas y más vueltas

Si bien la idea inicial de Milei era que Desarrollo Social, Trabajo, Educación y Salud quedaran subsumidas bajo el ministerio de Capital Humano, fue la propia Sandra Pettovello quien manifestó la necesidad de modificar el armado final del organigrama y que la cartera sanitaria tuviera su propia autonomía. De hecho, las dudas estuvieron hasta el final y las contradicciones fueron comunicadas por la cuenta Oficina del presidente electo en Twitter. Si bien el viernes a las 14 se informó que Russo estaría al mando de la secretaría de Salud, ese comunicado se borró y fue reemplazado por otro que indicaba que la misma persona estaría al mando del ministerio. En el mismo mensaje se aclaró que Enrique Rodríguez Chiantore ocupará el cargo de Superintendente de Servicios de Salud de la Nación.

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Fuente-Página/12