Rose 6 puntos
Francia, 2021
Dirección: Aurélie Saada.
Guion: Aurélie Saada y Yaël Langmann.
Fotografía: Martin De Chabaneix.
Música: Aurélie Saada.
Intérpretes: Françoise Fabian, Aure Atika, Grégory Montel, Damien
Chapelle, Mehdi Nebbou.
Duración: 102 minutos.
Estreno: en salas únicamente.
Los cinéfilos saben quién es Françoise Fabian, aunque su personaje
más famoso –aquel que le dio su nombre a un clásico de la nouvelle vague-
brilló hace ya más de medio siglo. Ella era la coprotagonista de Mi noche con
Maud (1969), esa mujer inteligente, enigmática y seductora con quien Jean-
Louis Trintignant pasaba toda una velada discurriendo sobre el matrimonio,
la moral, la religión y hasta sobre la filosofía de Blaise Pascal, una suerte de
batalla de los sexos pero en plan platónico, lo que le daba a la película un
mórbido erotismo. Desde entonces, Fabian nunca dejó de filmar –con
Claude Lelouch, con François Ozon, con el propio Rohmer- pero fuera de
Francia casi se la olvidó. Y ahora regresa como la protagonista absoluta de
Rose, un vehículo para su lucimiento exclusivo, una película escrita
especialmente para ella, como si no hubiera podido existir sin otra actriz.
Eso no implica que Fabian se abandone al mero histrionismo, algo
que nunca fue lo suyo. Le bastan su personalidad y su presencia para darle
carnadura al personaje título, una mujer de 78 años que acaba de enviudar y
que después de tanto tiempo junto a su marido descubre que tiene que
volver a aprender a vivir de nuevo sola, por su cuenta, sin la ayuda de nadie.
Y que al fin y al cabo es un poco como andar en bicicleta, ese tipo de cosas
que nunca se olvidan.
Es verdad que en el núcleo de la película hay una fórmula, casi una
receta se diría, de esas que siempre funcionan si los ingredientes son los
adecuados. Y aquí no falta ninguno, a los que hay que agregar que Rose es
parisina pero de origen judeo-tunecina, lo que le da a la película un toque
étnico y un poco picante, como si se tratara de un cuscús ligero, sin temor a
que arda demasiado en la garganta.
Todos los tópicos de cultura judía están en la película (una bulliciosa
fiesta de cumpleaños, el velorio convertido en ronda culinaria, el entierro
donde se nos explica una vez más por qué hay que desgarrar una prenda
antes de despedir al muerto), pero cuando parece que eso va a ser todo y
que los hijos de Rose van a tener casi tanto protagonismo como ella, de
pronto surge Françoise Fabian y hace creíble el deseo de vivir de su
personaje.
En su debut como guionista y directora, Aurélie Saada (también
compositora e intérprete de la música magrebí que anima el film) la deja
hacer, confiada en que le basta con ponerle la cámara delante para que la
actriz emane su propia luz e ilumine la pantalla. Ah… un detalle importante
para quienes tengan mano para la cocina: en el rodante de créditos final está
muy detallada la receta de los “makrouds”, esos pastelitos dulces con pasta
de dátiles que prepara Fabian en una escena y que dan ganas de comerlos
allí mismo, recién salidos de la sartén. Esa receta, en todo caso, parece
mejor y más auténtica que la de la película.