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¿Quién inventó el SUM?

¿Hay alguien a quien le guste vivir pegado a un salón de fiestas? ¿A quién le gustaría vivir uno o dos, o incluso 6 pisos, por encima de un salón de fiestas? ¿A quién le gustaría vivir uno o dos, o incluso 6 pisos, por debajo de un salón de fiestas? A menos que se trate de alguien que trabaje en el lugar y ahorre mucho en viáticos, la respuesta es: A NADIE EN SU SANO JUICIO.

Sin embargo, no hay edificio moderno, que se precie de tal, que no tenga un salón de fiestas incorporado. Lo llaman SUM, algo así como Salón de Usos Múltiples, también conocido como Salón de Un Montón de Molestias.

Dicen los que saben que hay dos días felices en la vida de quien compra un barco: el día que lo compra, y el día que logra venderlo.

El SUM es algo similar: la idea de ir a vivir a un edificio o propiedad con SUM puede parecer atractiva, hasta el preciso instante en que te mudás a un edificio o propiedad con SUM.

El concepto no parecería estar mal: un edificio en el que, cuando querés recibir gente, no la recibís en tu casa, porque es chica, porque es demasiado grande y ostentosa, o porque no te bancás a la mayoría de los que invitó tu pareja y entonces te la llevás a otro lugar del edificio.

Pero la teoría falla no bien empieza la fiesta: salvo honrosas excepciones, a los que vienen a tu fiesta les importa tres pitos la limpieza de tu edificio, el funcionamiento del ascensor y la cerradura de la puerta de entrada. Porque el SUM es un no lugar.

Si vos los invitás a tu casa, van a tener mucho cuidado en no romper nada. En cambio el SUM “no es de nadie”. Y no solo eso: no parece regirse por las mismas leyes de un local comercial. Si vos rompés algo en un salón de fiestas, seguramente se te acercará un señor con smoking o una señora con un Winchester y te pasará la cuenta.

Pero el SUM no es de nadie. Y el que lo alquiló, por dos pesos con cincuenta, no tiene la personalidad necesaria para frenar ningún tipo de inconducta social, porque de simpático organizador pasará a ser considerado “amargo, careta, botón, metete tu fiesta en el SUM”.

El SUM incluso desafía las leyes de la física. Porque mucha gente que vive sobre un SUM se queja de que el ruido de la fiesta los molesta porque “el sonido sube”. Sin embargo, la gente que vive abajo suele quejarse de que “el sonido baja”. Y en un hecho que ni Einstein podría explicar, los que viven al lado golpean las paredes porque “el sonido va pal costado”.

La realidad es que el bolonki molesta. Molesta a los vecinos del edificio con SUM, molesta a los vecinos que viven pegados el edificio con SUM y, salvo a los que a las 2 de la mañana ya están totalmente ebrios, molesta hasta los mismos participantes de la fiesta, que comienzan a recibir mensajitos amenazantes de los vecinos por Whatsapp.

Pero eso no funciona. Porque los que viven en el edificio con SUM no tienen las agallas para ir y decirles a los de la fiesta que bajen el nivel de bolonki, porque seguramente cuando hicieron “su fiestita” también jorobaron a medio mundo.

Y no importa que vayas hasta el SUM con un bebé llorando en brazos para intentar que bajen la música. Porque a partir de ese momento todos te conocerán como la “amarga, careta, botona, que usás a tu bebé para venir a interrumpir nuestra alegría, ¿guién so?”

Y cada domingo, y cada lunes, todos los vecinos insultarán en 20 idiomas en el grupo de vecinos de Whatsapp: “Tenemos que hacer algo”, “Algo hay que hacer”, “¿No se puede hacer algo?” “¡Que alguien haga algo!” “Es un vergüenza”, “vergonzoso”, “da vergüenza ajena”, “No tienen vergüenza”, “y encima pagan 7 mil pesos, una miseria” “Si, una miseria”, “¿qué son 7000 pesos?” “Habría que aumentar el precio”, “Si, a 8000 pesos”, “8000 es una miseria, la plata no vale nada” “8000 pesos de ahora son 800 de antes”, “¿qué querés con este gobierno?” y ahí ya descarrila hacia territorios más desconocidos. Pero hacer, lo que se dice hacer, nadie hace nada.

Porque los que celebran, amantes de los perros, por ejemplo, ponen la música para asustar hasta a los perros San Bernardo de los Alpes suizos. Y a medida que suben la música y el alcohol, suben el volumen de los gritos, y lo que a vos te llega, mientras te querés dormir, es una masa de ruido en la que se mezcla el sonido de sillas golpeando en el piso, el rebote de la música horrible que ponen (porque jamás pondrán una que te guste a vos) y el cling, cling, cling, ping, pong, bing, bong, del grupo de Whatsapp con todos despiertos a las 3 de la mañana.

El desastre no tiene fin. Porque cuando te lleguen las expensas verás ítems como “arreglo puerta del ascensor”, “cambio de ventana del SUM”, “costo de 17 sillas nuevas”. Y vuelta a comenzar la rueda: Tenemos que hacer algo”, “Algo hay que hacer”, “¿No se puede hacer algo?” “¡Que alguien haga algo!” “Es un vergüenza”, “vergonzoso”, “da vergüenza ajena”, “No tienen vergüenza”, “y encima pagan 7 mil pesos, una miseria” “Si, una miseria”, “¿qué son 7000 pesos?” “Habría que aumentar el precio”, “Si, a 8000 pesos”, “8000 es una miseria, la plata no vale nada” “8000 pesos de ahora son 800 de antes”, “¿qué querés con este gobierno?”, etc etc…

Por eso, si te vas a mudar a un edificio con SUM, el consejo más importante que te puedo dar es el siguiente:  Lo más importante es hacer que te inviten a una fiesta en otro SUM, a la misma hora que el tuyo está ocupado, y mucho más importante, es saber donde está la térmica que hace que se corte la luz del SUM.





Fuente Telam