La derecha libertaria ganó las elecciones, por delante de la derecha y de los peronistas, que quedaron en tercer lugar ¿Quién tiene la culpa? Cuando los peronistas regresaron al poder, heredaron una pesada responsabilidad dejada por la presidencia de Mauricio Macri.
En los años de Macri, la deuda externa de Argentina aumentó, alimentada por la fuga de capitales financiada en gran medida por préstamos externos, de ahí que esta deuda y sus vencimientos le hayan quedado a la presidencia de Fernández, un verdadero regalo envenenado que implicó negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para reprogramaciones de pagos, nuevos préstamos y, por supuesto, la procesión de restricciones impuestas por el Fondo. Así que, por supuesto, se podría atribuir la “culpa” a este legado.
Incapacidad
Pero la incapacidad de los sucesivos gobiernos para manejar estas restricciones y controlar a la la inflación se ha vuelto cada vez más insostenible, lo que ha alimentado el creciente descontento por parte de la gran mayoría de la población, especialmente los más pobres, a pesar de los esfuerzos para aliviar las consecuencias de la suba de precios en el poder adquisitivo. Por un creciente resentimiento, los votantes habrían girado a la derecha y especialmente a esta nueva forma de extrema derecha que es el capitalismo anarquista, todavía llamado libertario.
No hay duda de que los “derrotados” atribuirán su derrota a este legado, al FMI e incluso a las redes sociales. En parte tienen razón. Pero sólo parcialmente, porque hay propias responsabilidades: disensiones entre los peronistas, entre la vicepresidenta con un pasado pesado y el presidente y su incapacidad para definir una línea política clara y creíble.
Por negarse a hacer una devaluación máxima cuando tenía que hacerse, por temor justificado a que condujera a recesiones y a una disminución del poder adquisitivo, han maniobrado con un remo, multiplicando las micro devaluaciones y manteniendo así la baja credibilidad en cuanto a la efectividad de su política, la fuga de capitales y, la cereza del pastel, multiplicaron los tipos de cambio con una imaginación casi surrealista.
La falta de racionalidad ha dado lugar a una consiguiente disminución del poder adquisitivo. A pesar de toda una serie de medidas importantes, y no solo sociales, la incapacidad del gobierno para resolver los problemas que necesitaba resolver condujo a este resultado. Lo peor es que sucedió lo que el gobierno quería evitar, y sucedió en las peores condiciones. Tan pronto como se obtuvieron los resultados de las primarias generalizadas, el peso cayó más del 20 por ciento y las políticas que el gobierno podría decidir de aquí a las elecciones han perdido toda credibilidad.
¿Y ahora?
Ahora es necesario denunciar las medidas que se anuncian por parte de la derecha: el cuestionamiento de las transferencias sociales, por lo tanto un empobrecimiento que aumentará, y el abandono de la soberanía nacional al optar por el dólar como moneda nacional. Si bien es cierto que hay más dólares en circulación y acaparamiento en Argentina que pesos argentinos, lo cierto es que la dolarización implica una devaluación máxima cuyo costo social será muy importante, una liberalización de todos los mercados, incluyendo esta vez el laboral y una virtual desaparición del Banco Central.
Habiendo denunciado la falta de autonomía del Banco Central –fuente de manipulación monetaria según los defensores de la dolarización–, Argentina se encontrará en una situación barroca: depender del banco central de los Estados Unidos.
Pero como este último no tiene interés en ser el prestamista de última instancia de Argentina, esto significa, como sucedió bajo Menem y terminó en la implosión del plan de convertibilidad después de años de milagros espejismo y su procesión de nuevos pobres y pobres empobrecidos, que los dólares sólo pueden provenir de superávits comerciales, cuentas corrientes y saldo de capital.
Esto sólo es posible si hay una liberalización completa de los mercados, una acentuación de las desigualdades sociales, una regresión social particularmente alta que la reanudación del crecimiento podría mitigar, como fue el caso al inicio de la presidencia de Menem, con la decisión de implementar un plan de convertibilidad y una peculiar dolarización de la economía.
Este proyecto debe ser combatido. La experiencia de la implosión del plan de convertibilidad muestra cuán dañino es. El recordatorio de lo que fue la dolarización es necesario, la historia no debe repetirse dos veces, porque sería una tragedia. También es curioso que los partidarios de la dolarización se refieran a dos experiencias, la de El Salvador y la de Ecuador, países pequeños, y muy poco a la experiencia del Plan de Convertibilidad.
Esta derrota de los peronistas no es sólo la de Argentina. Hay una buena posibilidad de que este tsunami de primarias, si se confirma, tenga consecuencias para muchos países latinoamericanos. Ayer, no hace mucho, hablábamos de ondas izquierdas. El riesgo de que sea el comienzo de una onda derecha ahora está muy presente.
* Profesor emérito de la Universidad Sorbonne Paris Nord y ex director científico de la revista Tiers Monde. Recientemente publicó en español “Argentina: estancamiento, crisis y desastre humano”. Traducción del francés al español por Vidal Ibarra Puig.