¿Te diste cuenta que en las populares sectas (no exagero: usan el modus operandi de las sectas) para perder peso que existen en redes sociales para perder peso todas sus “fieles” son mujeres? Sus líderes lo saben: el cuerpo, el peso, es algo que nos preocupa desde chicas.

Hoy traigo malas y buenas noticias. Las mujeres nacemos, nos desarrollamos, crecemos y envejecemos con más grasa que los hombres. (Aclaración válida: cuando hable de hombres y mujeres en esta nota me estaré refiriendo al sexo biológico, de nacimiento, no al género autopercibido.)

Primera mala noticia: las mujeres “venimos de fábrica” con más grasa. Asumámoslo. Y no es porque sí, la grasa cumple diversas funciones en nuestro cuerpo. El problema es que la sociedad construyó un ideal estético mortífero que nadie cuestiona.

¿Cuál es ese ideal? El de la delgadez absoluta. Pretendemos que el cuerpo se comporte como si fuera una plastilina. Segunda mala noticia: no funciona así. El cuerpo no es plastilina, tiene límites marcados por la genética, el metabolismo. Y sobre todo en la mujer.

Diferencias desde la infancia

Las diferencias ya empiezan a gestarse en la primera infancia. A los cuatro años, una nena tiene más grasa corporal que un chico.

Y ya a los 10, un varón con peso normal (sin obesidad, ni resistencia a la insulina), va a duplicar su masa muscular. Mientras que las nenas a esa edad, cuando están cerca del desarrollo, aumentan al doble la masa grasa.

Pensemos ahora en una mujer delgada, activa, nada sedentaria. ¿Te la imaginás? Bueno, su cuerpo, que cumple con el prototipo ideal de esta sociedad, tiene un 21% de grasa corporal. De hecho, con menos de ese porcentaje, no menstrúa, no es fértil.

Un hombre que hace la misma actividad física que ella, que tiene idéntico estilo de vida, tiene alrededor de un 14% de grasa en su composición corporal.

La distribución también es diferente y depende mucho de las hormonas. Las mujeres, en general, acumulamos más grasa en la cadera, la cola y los muslos (grasa ginoide) y los hombres en la zona del abdomen (androide).

¿Vamos viendo por dónde va la cosa, no?

El embarazo, un momento único

Durante la edad fértil, muchas mujeres atraviesan embarazos. Y en ese momento, chicas, hay que subir de peso. No queda otra, no hay que tenerle miedo, es necesario para el bebé. La clave es evitar el exceso.

Durante la gestación, el peso se divide en tercios. Un tercio de lo que se aumenta corresponde al bebé. Otro, a las mamas, útero, placenta, líquido amniótico, retención y edemas. Otro tercio corresponde a la mamá, más allá del embarazo.

Así se suban 10, 15 o 20, esos kilos se dividen en tercios. Lo que hay que tener en cuenta es que el aumento en exceso no es saludable: sube el riesgo de eclampsia (hipertensión), diabetes gestacional y aborto espontáneo, entre otras amenazas. Por eso es clave el control obstétrico.

Ahora, una de las buenas noticias prometidas. Los primeros tres meses después del parto son un excelente momento para el descenso de peso, favorecido no solo por el estado hormonal, sino por la lactancia. ¿Sabías que la producción de leche diaria equivale a correr una hora en la cinta del gimnasio?

La tormenta de la menopausia

En el climaterio entramos en otro momento especial. Empezamos a perder estrógeno y la distribución de la grasa se modifica.

Como te decía, aunque no es exclusiva de ellos, la distribución androide predomina en el hombre. Durante el climaterio (el concepto correcto para referirnos a lo que comúnmente denominamos menopausia), se produce una transición hormonal enorme: bajan los estrógenos, que son los que favorecen el depósito de grasa en la cadera, cola y muslos.

En esta etapa, nuestros niveles de testosterona aumentan. Y así, en caso de que empieces a acumular grasa, es más probable que vaya a la panza, las mamas, los brazos. Es decir, a la zona del tronco y el abdomen.

¿Una dulce condena?

Ahora me pregunto, ¿podemos hacer algo con todo esto que nos viene de fábrica ? ¿O es una dulce condena?

Podemos hacer mucho. Más allá de los límites que tienen que ver con la genética (mirá a tu mamá, tu abuela, tus tías, primas), está en tus manos la enorme posibilidad de llevar un estilo de vida saludable: comé bien y movete siempre que puedas, descansá, mantené buenas relaciones sociales, trabajá tus adicciones y obsesiones, y gestioná tus emociones en forma adecuada.

Es una gran noticia: el estilo de vida es tu mejor antídoto para tener un crecimiento, un desarrollo y un envejecimiento sin exceso de grasa. Pero recordá que, así seas varón o mujer, no sos de plastilina. Hay límites, pero siempre es mucho lo que podés hacer por correrlos.

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