Los avances en pos de la libertad sexual femenina siguen marcando demoras, exclusiones o límites, especialmente cuando hablamos de mujeres mayores.
Los relatos restrictivos sobre el erotismo femenino siguen presentes en muchos sentidos, a veces de maneras explícitas, generando controles sociales sobre los objetos de su deseo, sus medios para alcanzarlos y sus formas de expresión.
Aunque también, surgen otro tipo de limitaciones, más implícitas, en las que, sin mediar nuestra conciencia, las imágenes o relatos sobre mujeres grandes en actitudes, gestos o encuentros eróticos, aparecen raras, negativas y hasta rechazables, lo que muestra cómo los controles sociales se interiorizan de tal manera que manejan buena parte de nuestras percepciones y actitudes.
Lamentablemente, lo implícito se convierte en un mediador casi desconocido en nuestra relación con el deseo que influye en cómo nos vemos y comportamos con los otros y con nosotros mismos.
Un fenómeno (no tan) nuevo
Hay un fenómeno relativamente breve, pero con alto impacto en el público, donde aparecen historias más osadas de mujeres grandes que pueden gozar con varones jóvenes, sin que medie necesariamente el amor, pudiendo pagar por el deseo, o yendo en contra del disciplinamiento de los hijos. Aunque hay algo aún más importante, no son historias que terminan mal, sino por lo contrario las mujeres aprenden y consiguen lo que desean.
¿A qué me refiero? Buena suerte Leo grande (Hyde, 2022) cuenta la historia de una mujer de 62 años, cuyas limitaciones a lo largo de su vida sexual con el marido la llevaron a desconocer sus oportunidades de goce. Sin embargo, ya viuda, se anima a contratar a un joven para saber qué significa el sexo.
Esta decisión, que aún nos impacta respecto a las mujeres, hubiese carecido de sentido si fuese la historia de un varón mayor que contrata a una joven.
Sin embargo, la película nos cuenta algo más que esos encuentros, puede relatar de qué modo se produce el descubrimiento de una sexualidad adormecida y el de un cuerpo negado por el paso de los años.
Aunque, más allá de estos aspectos narrados, hay algo que aparece en la película que es menos habitual, el poder ver el cuerpo desnudo de Emma Thompson al lado de un varón mucho más joven. Lo que deriva en una bella escena, donde esa mujer temerosa puede verse en el espejo, más allá de los imperativos de las demandas hiperexigentes sobre el cuerpo femenino.
En una línea muy semejante, se presenta en Netflix una serie italiana, Engaño (Corsicato, 2023), que ha tenido un singular éxito en nuestro país. Allí se aborda la relación de una mujer de 60 años (68 en la vida real, diferencia que me sorprende y que le quita valor a la serie) y un varón de 30.
Si el móvil económico lleva a conectarlos, y la idea del engaño a la mujer mayor está presente continuamente, particularmente en la preocupación familiar, esto irá desvaneciéndose progresivamente. Lo interesante es que más allá de las intenciones del varón joven, es la mujer la que va armando el juego y decide por su deseo, aún ante la posibilidad del engaño.
Nuevamente el cuerpo de la mujer es abordado con menos moralinas y de la mano de un joven que, como en la anterior película, tienen cuerpos muy trabajados e idealizados. Mostrando de qué manera el deseo de las mujeres no se limita a ser objetos de deseo, sino que pueden elegir sus objetos en los varones.
Entre otras películas que lo abordan aparece Una Aventura en Marruecos (Grant, 2024) en donde la diferencia de edad vuelve a convocar a la historia. Quizás de una manera más tradicional, menos osada, pero tomando un esquema que parece provocar más interés en el público, debido a cambios culturales que transforman la posición de la mujer frente a los hombres.
Esta temática de películas no es del todo nueva en la historia del cine. De hecho, Sunset Boulevard (Wilder, 1950) o Lo que el cielo nos da (Silk, 1955), o la tan afamada El graduado (Nichols, 1967) presentan historias en que las mujeres son mayores que los varones (generalmente con menos diferencia) pero el fuerte contraste se encuentra en cómo concluyen: mientras que en las películas actuales las mujeres y sus parejas ganan con la relación, en las otras ambos parecen perder con ella.
Naturalizar el deseo
Los cambios en la posición de las mujeres mayores con respecto a su sexualidad es un tema que importa y mucho. Los prejuicios han hecho que se trivialicen sus intereses y no se tengan en cuentan ciertas particularidades del deseo femenino según pasan los años.
No solo se trata de explicar que es posible y deseable atender la autonomía de sus deseos, sino que es importante comenzar a ver el cuerpo de esas otras mujeres que, sin ser jóvenes o tener formas idealizadas, también gozan. Aún más debemos mostrar más para poder salir de estereotipos visuales que limitan nuestro acceso a los modelos no hegemónicos.
El cine y las series pueden ser una gran herramienta de transformación social porque cuenta con esa capacidad de naturalizar lo que la cultura les negó a las mujeres.
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