Está comprobado que en nuestros tiempos finales nos arrepentimos más de lo que no hicimos que de lo que hicimos. Y es la vejez, hoy, por efectos de la ciencia, la etapa más larga de nuestra vida, el momento para pagar las deudas con nosotros mismos. Es decir hacer aquello que no pudimos, no supimos o no nos animamos a hacer en nuestra juventud o adultez. Cumplir con aficiones postergadas, con deseos desatendidos.
Hay en nuestra historia ejemplos de próceres que en su vejez pagaron deudas vocacionales consigo mismos.
Un ejemplo, quizás sorprendente, es el de Juan Manuel de Rosas quien vivió hasta los 84 años, edad muy avanzada en aquellos tiempos. Anciano, en su destierro en Southampton, dio cauce a su inclinación literaria. Prolongó y corrigió el “Diccionario pampa”, iniciado en su juventud con el humanitario propósito de facilitar la comunicación con los pueblos originarios que habitaban nuestro territorio.
Don Juan Manuel le dio gran importancia a su diccionario, tanto que en la cláusula 24ª de su testamento declara: “El Diccionario y gramática Pampa manuscritos, los dejo a Manuelita, por su muerte a Máximo su esposo, y por muerte de este a sus hijos, por escala de mayor edad”.
Pero la determinación literaria más relevante del Restaurador como pago de su deuda con su vocación literaria es un relato de género romántico titulado “Desespera y muere” frase tomada de Ricardo III, de William Shakespeare, en el que la mujer es víctima de desamor y abandono por parte de su amado, típico de la literatura de la época. El desenlace de esta trágica historia está escrito en primera persona:
12 de octubre. Presintiendo que la muerte me sorprenderá de un momento a otro, he quemado todos mis papeles a fin de que nadie más que tú sepa de mi triste historia.
No podrán grabar en mi sepulcro otro nombre que el de María, nombre que no es mío, pero que ya tengo en mucho, porque tú me lo diste en uno de los primeros días de nuestra felicidad.
He quemado todas tus cartas después de haberlas leído.
Amigo mío: me has amado mucho, y todavía te lo agradezco. Unos meses de tal felicidad valen más que una vida larga, atravesada siempre por sinsabores, sean cuales fueren la posición y la fortuna. Adiós para siempre, Andrés; tengo que cerrar estas páginas antes de que la fría mano de la muerte arranque la pluma de mis manos.
Alguien que también aprovechó su vejez para cumplir su vocación postergada fue Bartolomé Mitre. Recién a una edad avanzada, luego de haber sido presidente de la República, de dirigir batallas, de haber escrito las bases de nuestra historiografía liberal, pudo saldar la deuda con su afición poética abandonada en la juventud. Fue en su ancianidad cuando emprendió la traducción de la Divina comedia, de Dante Alighieri.
Había sido su libro de cabecera durante muchos años. Lo tradujo del italiano antiguo al español antiguo en tercetos de versos endecasílabos rimados como el original. Una epopeya literaria. La primera edición completa se publicó en 1894 a sus 73 años, y la versión definitiva en 1897, a los 76.
En su destierro en Francia, al que José de San Martín fue obligado por sus enemigos, no fue lo militar lo que ocupó su tiempo y energías sino que llevó una vida intensamente cultural, a lo que siempre fue proclive pues durante sus campañas fundó bibliotecas en Chile y en Perú. Fue al inaugurar la de Lima que dijo “Las bibliotecas, destinadas a la educación universal, son más poderosas que nuestros ejércitos para sostener la independencia”.
Ya en Francia su amigo Tomás Guido le escribe preocupado acerca de cómo haría don José para sobrevivir ya que sus enemigos de Buenos Aires no le pagaban la pensión que le correspondía como general de la Nación. Su respuesta fue que se las arreglaría pintando abanicos y cerámicas.
Efectivamente en su exilio se dedicó profusamente al dibujo y a la producción de acuarelas, sobre todo marinas, en un taller que compartía con su amigo y mecenas, Alejandro Aguado.
Deudas propias: ejercicio y teatro
En mi caso, sin pretender ejemplaridad, en la vejez una de las deudas pagadas ha sido con mi cuerpo al que había siempre tratado con sedentarismo y exceso de peso.
Debido a un severo diagnóstico cardíaco me fue recomendado hacer gimnasia. La consecuencia fue que me volví adicto a las pesas y a la bicicleta fija, lo que transforma el cuerpo, fortalece el funcionamiento del corazón y pulmones, mejora las defensas inmunológicas, promueve la secreción de endorfinas y disminuye el riesgo de caídas.
Provocando el inevitable aumento de la autoestima que fue seguramente un motor en pagar otras deudas: varios estrenos teatrales, entre ellos actualmente Escarabajos en el Centro Cultural de la Cooperación, la publicación de La nueva vejez y el coraje de subirme a un escenario a predicar que la vejez, si se dan ciertas circunstancias, puede ser la mejor etapa de nuestras vidas. Algunos de nuestros próceres estarían de acuerdo.
➪AGENDA. Pacho O´Donnell presentará el 22 de septiembre a las 19.30 en el Teatro Astros el espectáculo “La Nueva Vejez llega al teatro”.