“La práctica deportiva en personas con discapacidad favorece la salud, la autoestima y la inclusión social” explica Daniela Luchina. La premisa enunciada por quien fue una eximia paratleta define las puertas que esto abre a la sociabilidad. Luchina, con 39 años y más de 10 dedicados a la práctica deportiva de alto rendimiento, trabaja para el Comité Paralímpico Internacional, conocido como “el IPC, por sus siglas en inglés” describe, sobre el organismo con sede en Alemania que promueve la inclusión a través del deporte, acompañando el desarrollo de los Juegos Paralímpicos. Pero este recorrido no habría sido posible sin mediar la “ayuda del Estado”, transmite con determinación.
Recién llegada de Chile, donde se celebraron los VII Juegos Parapanamericanos Santiago 2023, y antes de volver a Alemania, pone en valor las medallas recién obtenidas por la Argentina: “113 medallas, 25 oros, 36 de plata y 33 de bronce”. Un buen nivel con miras a París 2024 –los próximos Paralímpicos–, destaca. “Se vieron atletas argentinos muy preparados, el país tiene oportunidades. Esto inspira a muchos deportistas a seguir sus carreras, por eso es importante darles continuidad a estas políticas”.
Luchina coordina en el IPC actividades para América y Oceanía. Conoce los mecanismos de promoción social para el deporte paralímpico y advierte: “La presencia del Estado regulando esta instancia es fundamental para el desarrollo de las personas con discapacidad, y no porque la discapacidad sea un problema o una carga para los demás, o para el Estado” sostiene. Habla del grado de autonomía, física y psicológica que adquieren quienes, con la ayuda necesaria, atraviesan las barreras de la discriminación y logran mejorar su calidad de vida en relación a la salud, la educación o la situación laboral.
En estas áreas “la presencia del Estado impacta y aunque la discapacidad es una condición, como tantas en la humanidad, el Estado tiene que estar presente, y también el privado” subraya. “Los dos ámbitos puedan prestar el apoyo necesario y cumplir con lo que hoy es ley en la Argentina” añade. Se refiere a “ser signatario de la Ley 26.378” sancionada en 2008, que reconoce la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad.
“Si hay un Estado al que no le importa, al privado menos, pero si al Estado le importa, el privado se interesa” razona. Es un efecto empático, una trasferencia de valores “como lo que pasa hoy con respecto a la violencia –explica–, cuando se ve en la tele a personajes violentos, eso se legitima en la sociedad”.
En Argentina, la creación en 2011 del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard) “fue un acierto”, evalúa. “El deporte no tenía apoyo, era secundario, dependía de Desarrollo Social o Turismo y siempre como el último orejón del tarro. Pero en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, con el 1 por ciento del impuesto a celulares, se crea esta entidad” repasa. El macrismo lo modificó y el Enard pasó a depender del Tesoro Nacional. “Sigue funcionando, y esperemos que continúe y se refuerce, porque aunque hay apoyo, no es suficiente, sobre todo en las personas con menos recursos”.
Habla desde su experiencia. Porteña de nacimiento, practicaba natación en el Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires cuando tuvo un accidente. A los 15 años, una docente le pidió “hacer un ejercicio en una pileta poco profunda, al saltar caí con mucha velocidad y me golpeé la cabeza” recuerda. Allí cambió su vida.
Durante la convalecencia, otro docente de natación, pero del Nacional Buenos Aires donde cursó su secundaria –Néstor “Pilu” García quien entrenó a muchos nadadores olímpicos–, se acercó y le dijo: “Cuando te recuperes lo suficiente vas a empezar a nadar otra vez”. Así fue. Eso la impulsó. “El colegio ayudó también –cuenta–, pude rendir las materias y estar con mis compañeros”. Era el 2000 y la joven aún internada en el Instituto de rehabilitación psicofísica (IREP), comenzaba a retomar sus actividades.
Este hospital, en el barrio de Belgrano (CABA), “es público y cuenta con profesionales de altísima calidad” distingue. Tiene convenios con la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis). “Y quien tiene una discapacidad, con o sin su certificado –señala–, puede utilizarlo. Hay natación, pérdida de miedo al agua, danza, teatro, yoga… Es una pena que no se conozca tanto, porque es nacional y no solo gestiona el símbolo para el auto”.
Por ocho años, como paradeportista, Luchina practicó natación y llegó a integrar el seleccionado argentino. “Después hice rugby en sillas de ruedas –estuvo en ese seleccionado también–, y me retiré en 2013”. El rugby en esta categoría es un deporte mixto, a nivel internacional. “Lo pasaba genial pero al principio a los varones les costaba, medían el choque entre las sillas, pero se les hizo fácil una vez que los empecé a golpear yo también” se ríe.
Siguió Tecnología en Alimentos, en la UBA, y trabajó en una empresa de agroalimentos hasta que pasó a coordinar el área de discapacidad en provincia de Buenos Aires. “Fue uno de los trabajos más lindos que hice, los Juegos Bonaerenses –se entusiasma–. Generan un movimiento social deportivo que involucra a los 135 municipios. Muy interesados en el bienestar y en mejorar el deporte adaptado”.
Luchina valora la gestión de gobierno “porque esta condición abarca a casi todos los estratos de la sociedad y estos juegos, que confluyen en los Juegos Evita –nacionales–, se replican en casi todas las provincias. La Secretaría de Deportes ayuda, hay becas de alto rendimiento y esto ayuda a los atletas” comparte. “Hay clubes, incluso grandes, que trabajan con deporte adaptado pero son los menos. Si voy a GEBA no sé a cuántas cosas puedo acceder estando en silla de ruedas”.
“El deporte trae muchas cosas más allá de una medalla, depende de la intención del gobierno sostenerlo” puntualiza. Y es necesario contar con lugares para las prácticas: “El Cenard (Centro de Entrenamiento de Alto Rendimiento Deportivo) que depende de la Secretaría de Deportes, es accesible, pero en el resto de las provincias es más difícil”.
Hoy la valuación de los terrenos donde funcionan el Cenard o Andis pone en vilo la continuidad de estos espacios: “Están una zona muy codiciada, en barrio Belgrano, cerquita de River” señala. Y concluye: “son lugares grandes y en el macrismo se habló de cerrarlos, se querían vender” recuerda. “Esperemos que no suceda” plantea, e insiste en la necesidad de entender “lo importante de la presencia del Estado, porque no se puede privar a las personas de practicar un deporte, que siempre fortalece la inclusión social y más cuando se trata de personas con discapacidad”.