El caudal de votos que reunió Javier Milei en las PASO encendió las alarmas en el tablero de la política tradicional y el esquema de partidos que se reconocían representantes de la voluntad popular, en el marco de profundos cuestionamientos a un sistema que viene fallando en su capacidad de responder con éxito a las demandas del electorado. La falta de un horizonte de oportunidades se mezcló así con un pensamiento reactivo a las conquistas recientes en materia de derechos, y emergió una nueva ultraderecha similar a las experiencias de Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil y otras en otros países. Pero, ¿por qué el malestar social y el voto antisistema se canalizan por derecha y no por izquierda?, ¿qué respuestas
pueden dar los movimientos progresistas para salir de esta
crisis? En diálogo con Página/12, académicos, investigadores y dirigentes buscan respuestas a esas preguntas.
Todos los consultados apuntan a la pandemia como uno de los factores claves para comprender el crecimiento de la extrema derecha. Ezequiel Ipar, investigador del Conicet y director del Laboratorio de estudios sobre democracia y autoritarismos de la Universidad de San Martín, asegura que durante la emergencia sanitaria “hubo un rostro del Estado, del control estatal y la regulación que tuvo una cobertura ideológica de izquierda”, por lo que la crítica a las medidas vino de parte de la derecha. Los controles fueron vistos como un exceso de autoridad y los grupos que capitalizaron ese malestar lo resignificaron. “El secreto del libreto de la extrema derecha es el autoritarismo contra los otros. Si entienden que el nivel de conflictividad social produce una sociedad más autoritaria, no proponen disminuir esos niveles de violencia y autoritarismo, sino hacerlos recircular y descargarlos sobre otros”, afirma.
Lo que falta, entonces, es una política dispuesta a explicar los problemas y a bajar ese autoritarismo social. “No alcanza con amonestar a quienes entran en ese circuito si no se propone una alternativa. Está vacante el discurso de izquierda que puede enfrentar esta crisis, pero no por el lado del autoritarismo, sino por el lado de volver a explicar que es mejor la salida democrática. No hay grandes políticos democráticos que estén empeñados en esa tarea. En la otra hay muchos y Milei es el mejor”, asegura.
Asimismo, Ipar señala que la precarización laboral profundizada durante la pandemia evidenció las falencias de la narrativa del emprendedurismo. En este contexto, “falta creatividad política para entender ese malestar que a falta de una salida colectiva creativa encuentra en el garrote individualista la reducción de los obstáculos”. Y afirma que el costado más extremo de ese pensamiento es el que propone el libertario: “Si su acción política no es escuchada por la izquierda, hay quienes proponen dejar a los otros sin las protecciones que defiende la izquierda”.
El horizonte utópico
“Ellos lograron construir una utopía de libertad, en donde hay un sujeto social protagonista y colectivo. En términos narrativos lograron armar un ‘nosotros’, que sería la gente sin privilegios, contra un enemigo sólido que no les permite ser libres”, asegura la socióloga e investigadora Magdalena Chirom. En este sentido, plantea que “el progresismo tiene que volver a plantear utopías, llamar a volver a la calle para construir un futuro mejor” y así disputar ese horizonte estratégico.
Chirom advierte que estas utopías pueden dar lugar a movimientos populares de derecha, vehiculizados por la esperanza de cambio. “En general los procesos de politización de masas surgen de broncas o sentimientos de malestar. La esperanza funciona como un puente para que un voto bronca pueda convertirse en algo mayor. Vos podés estar enojado con el gobierno, pero si en medio de eso aparece algo que te da esperanza lo escuchas cada vez más. Se empieza a discutir política, propuestas”. Esto es lo que observó, por ejemplo, al entrevistar a jóvenes de barrios humildes, donde el programa libertario funcionó como un catalizador de la esperanza y llevó a muchos de ellos a tomar un posicionamiento político. Por esta razón, asegura, “si solamente se propone la campaña del miedo a las políticas de Milei, la reacción instintiva de quienes confiaron en él será abroquelarse y generar un relato defensivo”.
Para la investigadora, la respuesta está en tener una agenda propia, independiente de la que intenta imponer la derecha. “Una parte del progresismo se volvió conservadora del sistema, e incluso atacó desde los medios a quienes tenían propuestas disruptivas. Dentro de la dirigencia actual, una de las únicas que planteó otro camino fue Cristina Kirchner y no fue escuchada como se debía. Dio la discusión respecto del pago al FMI, insistió en la necesidad de tener un programa y volver a discutir ideas, planteó el valor de la generación diezmada”, enumera.
La enseñanza global
Ariel Goldstein, sociólogo y autor de La reconquista autoritaria, asegura que, como sucedió en otros rincones del planeta, en un contexto de crisis económica donde la apuesta es contra el orden conocido, la izquierda no logra capitalizar ese descontento. “En general las grandes protestas sociales de izquierda han surgido más bien en momentos de expansión económica. En Brasil en 2013, el estallido de Chile de 2019, lo mismo en el Cordobazo argentino o incluso la Revolución Cubana se dieron en momentos en que existía un mayor desarrollo”, asegura.
“La derecha radical hay que estudiarla como parte de un ecosistema en el que interactúa con la derecha tradicional. En la última elección se vio también el triunfo de Patricia Bullrich dentro de Juntos por el Cambio. Eso marca que la sociedad argentina está virando sus posiciones hacia la derecha con una visión más antiestatista, punitivista en materia de seguridad, y que valoriza el ajuste económico”, señala el sociólogo. Es un escenario, asegura, que complica las chances de JxC: en el resto de America latina, la derecha tradicional “ha sido devorada” por la derecha radical.
Lo ocurrido en otros países, aun con sus particularidades, dejó algunas claves para analizar el escenario nacional. “Nosotros tendríamos que mirar la experiencia brasileña del año pasado, en lugar de tratar de inventar la rueda. Lula le ganó a Bolsonaro, aun con todo el aparato del Estado en contra, con una campaña con fuerte dimensión de la esperanza y liderazgo. Acá el progresismo tiene que buscar ampliar su frente político, todos los que están contra la derecha radical tienen que estar del mismo lado, como pasó en Brasil”, dice Goldstein.
Una oportunidad
Hay dos cuestiones que pueden explicar la dificultad de la izquierda para capitalizar el descontento del electorado, considera Vanina Biasi, dirigente del Partido Obrero y candidata a jefa de gobierno porteño del FIT-U. Por un lado, señala que hay una identificación de la izquierda con sectores que han gobernado, producto de la “apropiación” de algunos partidos de izquierda por parte del peronismo. Eso fue aprovechado, advierte Biasi, por sectores de la derecha: “Nos han atacado como si fuéramos un bloque común buscando generar esa identificación y lo lograron”. Por otra parte, la candidata apunta que muchos dirigentes apelaron a la mano dura como promesa de campaña. “Protagonizamos procesos de lucha que fueron demonizados por el poder político. Es una identidad a la que no le vamos a soltar la mano, pero todos los otros candidatos prometieron reprimir la protesta social”. Para Biasi, entonces, se trata de proponer una agenda que los diferencie del oficialismo: “Es necesario que seamos una izquierda con identidad propia y delimitada de aquellos sectores que gobiernan junto al FMI y ajustando al pueblo. La gente está buscando más que nunca respuestas y nosotros vemos ese escenario como una oportunidad. Somos mucho más de lo que se expresa en la votación, somos una organizacion con presencia nacional, en sindicatos y centros de estudiantes. Podemos torcer el voto de Milei si no defendemos ajustadores”.
Informe: Diego Castro Romero.