Diseñado para corazones intrépidos y estómagos fuertes, samurái de ojos azules, ya renovado para una segunda temporada, cuenta con una narrativa poco convencional, un elenco variado y de renombre mundial (que va desde George Takei de Star Trek, que presta su voz a Seki, la asistente de la princesa Akemi, al suntuoso -y muy perverso- Abijah Fowler de Kennet Branagh) y a la mirada inédita que ofrece sobre el Japón del período Edo (correspondiente a nuestros siglos XVII y XIX). También es nueva la protagonista, Mizu, hija de la violencia (en más de un sentido), que, como nativa de dos mundos, el japonés y el de gaijin (caucásica), se ve obligada a ocultar sus ojos azules bajo gafas oscuras y hacerse pasar por un hombre. La joven busca a su padre -uno de los cuatro blancos que quedaron en el Japón del siglo XVII, en pleno aislacionismo y visceralmente racista-, pero es sólo para matarlo con su katana.
Una serie que es todo menos convencional
Hay muchas cosas fuera de lo común en Samurái de ojos azules y van desde situaciones hasta personajes y arcos narrativos. Por ejemplo, Mizu forja una espada con el hierro de un meteorito que cayó cerca de ella gracias a un herrero ciego, puede contar con los servicios de un cocinero que compensa la falta de manos con ingenio y buena voluntad y parece muy atraída por un samurái enfrentado repetidamente en batalla pero nunca conocido realmente. No sólo eso, fue criada por una suerte de madre verdugo, que le hizo internalizar la necesidad de esconderse, una madrastra que, cuando es abandonada, encuentra un final que parece sacado de una canción de De André (Vía del Campo). Mizu se topa entonces con una princesa que lo intenta todo para escapar del destino que su padre, un ex comerciante de cerdos con fines políticos, ha elegido para ella y que encuentra espíritus afines en un grupo de geishas, aparentemente muy diferentes a los algodones. ella creció en.
Un espectáculo a medir con el metro de intensidad
Estafa Samurái de ojos azules Estamos ante un anime que no desdeña tratar temas duros y es sinceramente inclusivo, una serie en la que son las “impurezas” y las particularidades las que marcan tanto las espadas como las personas. La calma y la serenidad que transmite Eiji, herrero y maestro de espada, recomienda a Mizu antes de forjar una espada y durante los combates, es la misma que parece escaparse a la protagonista, quien logra ser ella misma sólo cuando la sangre fluye. Incluso las partes más meditativas de la serie son el resultado de la lucha Quizás interna, pero siempre combate.
Ningún personaje es plano, cada uno tiene sus propias -muy creíbles- motivaciones y todo pasa a formar parte de un fresco, un poco como ocurre, por ejemplo, en el cómic de culto. vigilantes, Único en su clase. No cambias tu destino si no estás dispuesto a esforzarte. Se aplica a todos. Y si hay un punto de vista más japonés sobre las cosas que este, no lo sé.