Pobres criaturas 7 puntos
Poor Things, Estados Unidos, 2023
Dirección: Yorgos Lanthimos
Guion: Tony MacNamara, basado en la novela homónima de Alasdair Gray
Duración: 141 minutos
Intérpretes: Emma Stone, Willem Dafoe, Mark Ruffalo, Rammy Youssef, Christopher Abbott Hannah Schygulla, Kathryn Hunter.
Estreno: Disponible en salas.
Tim Burton y Hayao Miyazaki. Mary Shelly y Stendhal. Stanley Kubrick y David Cronenberg. Voltaire y Edward Gorey. Todos esos pares y más se tensan dentro de Pobres criaturas, nuevo trabajo de Yorgos Lanthimos que, amarillismo mediante, no pocos han querido envolver dentro del clickbaitero paquete de la polémica. No es que en este objeto desmesurado no haya en su relato elementos morales, éticos o políticos que discutir. Una breve sinopsis estimula enseguida el deseo cinéfilo de conversar acerca de ella.
La historia está basada en la novela homónima del escocés Alasdair Gray (publicada por Anagrama), cuyo estilo e intereses se suelen vincular a los de autores como Kafka, Borges o Calvino. Todo eso llega a percibirse en la adaptación de Lanthimos. Bella es una joven que tras suicidarse es devuelta a la vida por el doctor Baxter, un científico excéntrico y lleno de cicatrices, una versión “2 en 1” de Víctor Frankenstein y su criatura. El juego con la obra de Shelley no es azaroso, como tampoco lo es la relación de Bella con lo monstruoso.
La joven también debe reaprender el vínculo con la vida. Pero a diferencia de la traumática experiencia de aquel, abandonado en un mundo que lo asusta, ella es criada ente algodones como una nena consentida y sobreprotegida. Lanthimos elige los caminos opuestos a Shelley. Su científico claramente está loco, pero más cerca del que interpretaba Vincent Price en El joven manos de tijera (1990) que de Frankenstein. El hombre se esfuerza por crear un vínculo paternal con su “hija” y si bien ella también se revela contra “el padre”, nunca llega al extremo de que el conflicto se vuelva irresoluble.
La educación sentimental de Bella asume la forma de un viaje iniciático, en el que las escalas coinciden con las diversas etapas de la vida. Londres es la infancia, donde tiene lugar lo que Freud llamó la fase anal. El viaje a Lisboa, ya lejos del control paterno, es la adolescencia, donde Bella descubre el placer, las emociones y sus dilemas. El paso por Alejandría representa la pérdida de la inocencia, mientras que la estancia en París activa la juventud del personaje, su integración a la sociedad y al mundo adulto. El círculo se cierra con el regreso a Londres y la renovación del vínculo con el padre.
En Pobres criaturas, Lanthimos vuelve a construir un mundo que avanza paralelo a la realidad, pero en el que algunos elementos están magnificados y deformados a partir de recursos como lo siniestro, el humor e incluso lo moral. Son esas intervenciones las que dotan a sus relatos de una serie de juegos simbólicos que ponen en cuestión asuntos bien reales y concretos. Ambientada en una imaginaria era victoriana que encaja en el molde del steampunk, es además la obra visualmente más deslumbrante del griego, un autor más proclive a los claroscuros ominosos que al desborde cromático que aquí propone, como si la película se hubiera filmado con el auspicio de Pantone.
Lanthimos construye cada cuadro y planifica las puestas de cámara con un nivel de obsesión virtuosa que le envidiaría hasta Kubrick. El uso de grandes angulares, con los que ya había experimentado en La favorita (2019), generan un nivel de inmersión en las imágenes que por momentos recuerdan a la experiencia sensorial de los cascos de realidad virtual. La labor del elenco también resulta asombrosa, con Emma Stone, Willem Defoe y un divertido Mark Ruffalo a la cabeza. Es cierto que desde lo narrativo, el griego se deleita especialmente en el registro de algunos pormenores, haciendo que la película se vuelva reiterativa. También es posible entender esa fijación como un intento por replicar el exuberante formato narrativo de las novelas del siglo XIX.