Desde Río Cuarto

Después de la presentación a cargo de Omar Isaguirre y un entretenido relato basado en el cuento de Pedro Saborido, “Amilcar ‘El mago de la telequinesis futbolística’ García Barrientos”, el autor de Una historia del fútbol, Una historia del peronismo y Una historia del conurbano presentó en la 19° Feria del Libro Juan Filloy a su última criatura: Una historia de la vida en el capitalismo (Planeta). A lo largo de la exposición aparecieron también algunas nociones trabajadas en volúmenes anteriores, un compendio de intereses que obsesionan al escritor.

Con sus típicos lentes oscuros, su gorra, su barba tupida y un look “jean con jean”, Saborido se puso de pie y –micrófono en mano– optó por ejecutar algo mucho más cercano a una representación teatral o a un stand up que a una presentación solemne en el contexto de una feria. “Esto es como una segunda parte del libro pero en vivo”, anticipó el guionista de Peter Capusotto y sus videos. En el transcurso de la charla hubo varias interacciones con el público, preguntas abiertas que la sala repleta del Concejo Deliberante respondió entre carcajadas. Saborido lanzó una primera definición de identidad en tanto “proclamación de existencia” y aseguró que “los cordobeses saben mucho de esto porque se esfuerzan y conquistan identidades”. “Hay humor cordobés pero no neuquino”, declaró.

Para Saborido la construcción de identidad se desarrolla a partir de las tensiones entre centro y periferia. Esto es algo que trabajó en Una historia del conurbano, donde plantea de manera humorística esas pequeñas (y grandes) diatribas entre porteños y conurbans: “La periferia está obligada a conocerse a sí misma y también al centro”, por ende, allí se desatan las asimetrías culturales porque el centro no necesita conocer a la periferia, no la odia porque ni siquiera la tiene en cuenta. Un ejemplo: el lazo un tanto paternalista entre argentinos y uruguayos (“ellos nos odian, nosotros no”).

Otro eje importante fue la eterna dicotomía entre civilización y barbarie, las típicas negociaciones que se desarrollan –por ejemplo– en territorio conurbano. “Uno siempre es el Uruguay de alguien”, advirtió. La lógica saborida razona más o menos así: en Argentina todos saben que el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es Horacio Rodríguez Larreta, pero en Estados Unidos nadie conoce ese dato, no lo necesitan; sin embargo, por estas tierras todos estamos enterados de quién es Bruce Willis, Scarlett Johansson o Harrison Ford, aunque casi nadie conozca el nombre del/la partero/a que lo trajo al mundo.

“La identidad es la proclamación de la existencia. Somos lo que la vida ha hecho de nosotros”, lanzó con aires sartreanos. Otro tópico inevitable fue el peronismo: el hombre nacido en Gerli disertó sobre “la capacidad que tienen los peronistas de hacerse los boludos” en su afán negador y declaró: “El peronismo siempre se explica después”. También profundizó algunas cuestiones planteadas en Una historia del peronismo y sentenció que la identidad supone “creer en algo” porque “está hecha con otros”.

Uno de los momentos más hilarantes de la noche fue cuando compartió algunas anécdotas de su experiencia como alumno en un colegio de monjas tercermundistas, sus amiguitos provenientes de una familia comunista y aquel “marxismo pediátrico”. “La creencia genera existencia”, “el enemigo une”, “la esencia está en la combinación”, “las identidades nunca son puras”: esas fueron algunas máximas que el guionista desplegó cuando en Uruguay le preguntaron por el Frente de Todos: “Ahí conviven Ofelia Fernández y Hugo Moyano, hay un metrobus que lleva de una estación a otra pero tarda como tres horas y media”, bromeó.

El autor repasó la historia peronista, en cuya matriz hay “un milico y una actriz”, y en tono jocoso preguntó: “¿cómo vas a pretender coherencia?”. También caracterizó al movimiento como un fenómeno plagado de regresos frente al “no vuelven más” (“ahora puede volver sin haberse ido”) y lo definió como “una máquina de tolerancia” que siempre necesita de un otro para proclamar identidad. Hay en el peronismo algo icónico que él retrata con el “acto punk” de meter las patas en la fuente y también algo de destino en la historia de Perón y Evita al conocerse luego del terremoto en San Juan. Saborido señaló la paradoja de tener un Papa argentino y peronista (“antes de Bergoglio eso parecía un chiste”) y retomó el planteo inicial para concluir: “En algún momento las asimetrías culturales se quiebran y algo de la periferia conquista el centro”.



Fuente Pagina12