El Foro Religioso que formó parte de la última cumbre del G20 volvió a reunirse en Yakarta, Indonesia, e instó “a las autoridades religiosas de cada fe y nación a reunir el poder y la influencia de sus comunidades para impactar en los círculos decisorios; detener los conflictos armados que asolan Medio Oriente, Europa, África subsahariana y otras regiones del mundo y desarrollar mecanismos de diálogo y negociación que conduzcan a resoluciones pacíficas“.
Así lo informó este jueves a Télam la rabina Silvina Chemen, de la comunidad Bet El, del barrio porteño de Belgrano, única representante presencial de todo el continente americano en la reunión que acaba de concluir.
“Este nuevo encuentro se realizó de emergencia en el que líderes de diferentes religiones emitimos un documento final consensuado”, afirmó Chemen desde su trasbordo de vuelos en Brasil para regresar a la Argentina.
El llamado fue producto del nuevo conflicto de Medio Oriente desatado cuando integrantes del movimiento islamista Hamas ingresaron violentamente a territorio israelí, el pasado 7 de octubre, asesinando a unas 1.200 personas, en el sur de ese país, y secuestrando y llevando por la fuerza a Gaza a unos 241 rehenes.
La rabina contó a Télam que la apertura estuvo a cargo de Joko Widodo, presidente de Indonesia, quien “instó a salvar las diferencias y defender la paz y la seguridad internacionales porque es inconcebible que en el mundo híper moderno de hoy se masacre abiertamente a civiles, mujeres y niños y que las guerras sigan estallando sin control”.
En la República de Indonesia se practican varias religiones, su Constitución garantiza la libertad de culto. Sin embargo, el gobierno reconoce solo seis religiones oficiales: el islam, es el credo dominante, el protestantismo, el catolicismo, el hinduismo, el budismo y el confucianismo.
Entre los considerandos, el documento emitido destaca que “las religiones no tratan sólo de dioses o creencias, sino también de conocimientos morales y espirituales que nos impulsan a lograr un futuro mejor para toda la humanidad”.
También especifica que “las autoridades religiosas están moralmente obligadas a universalizar las dimensiones éticas y humanitarias de sus enseñanzas a fin de garantizar que las religiones sigan siendo relevantes en el contexto de la realidad contemporánea y para que esos llamamientos religiosos puedan ser universalmente aceptados o tolerados”.
Por eso, el documento consensuado considera que “es urgente universalizar las enseñanzas éticas y humanitarias de las religiones, especialmente las relativas al trato humano de los demás creyentes, y afirmar que todos los seres humanos, sin excepción, tienen derecho a beneficiarse de la aplicación de esas enseñanzas, incluido el amor, la compasión, la igualdad y la justicia”.
Las autoridades religiosas tienen la responsabilidad moral y espiritual de garantizar que sus respectivas religiones sirvan como vehículos de comprensión y reconciliación mutuas en lugar de perpetuar el ciclo primordial de odio, tiranía y violencia basados en la identidad”, y pretende asumir ese rol “considerando que el fracaso de los actores globales a la hora de respetar y defender el consenso internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial, tal como está plasmado en el marco de la ONU y la Declaración Universal de Derechos Humanos, es una causa de inestabilidad y conflicto en todo el mundo.
Desde Brasil, Chemen explicó a Télam que este tipo de esfuerzos “no basta con que se limiten únicamente a llamamientos religiosos, sino que deben complementarse con estrategias de largo plazo para movilizar el poder colectivo de la religión -de personas de todas las religiones- en un movimiento conjunto para lograr este objetivo”, enfatizó.
“Creemos en el valor innegociable de la vida y en el camino de la fe como garante de una humanidad que no se destruye a sí misma. Estamos ante un gran desafío”, concluyó la rabina.