Con seis años de historia y más de 25 mil pañuelos distribuidos a lo largo de la Argentina y en otros países, el proyecto autogestivo y sin fines de lucro “30 mil pañuelos por la memoria”, surgido en La Plata, hoy cuenta con 130 talleres en distintas provincias donde se elaboran placas con el tradicional pañuelo blanco hechas en mosaiquismo para colocar en los frentes de las casas, una iniciativa que teje una red por la memoria que se expande en cada nuevo pedido.
En un mapa virtual de Sicilia, en el corazón de Italia, hay tres marcadores verdes que determinan la presencia de los azulejos por la memoria. Uno de ellos es de María Silvia Olivera Palermo, que posa para la foto, sonriente y se ve, detrás de ella, la pieza con el pañuelo blanco sobre un fondo de tonos anaranjados y rojos empotrado en la fachada.
Los marcadores están en Italia pero también en Estados Unidos, Guatemala, España, Chile, Brasil y Colombia: se trata de un mapa interactivo que se puede encontrar en redes sociales pero también tiene su correlato real, cientos de miles de piezas elaboradas en mosaico por “30 mil pañuelos por la memoria” que ocupan los frentes de las casas de distintas personas en nuestro país y también en el exterior.
Hay de colores, cuadraditos, todos blancos, redondeados y hasta triangulares: los azulejos de este proyecto autogestivo están elaborados de manera artesanal bajo la técnica del mosaiquismo y especialmente diseñados para estar empotrados en los frentes de los hogares.
El comienzo de la idea
El proyecto fue idea y obra de Marcela Sanmartino Carranza, que vive en La Plata y es sobrina de Cecilia y Adriana Carranza, dos mujeres desaparecidas que fueron secuestradas en mayo de 1976, a sus 18 años. En 2018 estaba en su casa enseñándole mosaiquismo a unas amigas cuando pensaron, en conjunto, esta idea de hacer una pieza con un pañuelo blanco para colocar en el frente de su propia casa.
“Estábamos viviendo una época de negacionismo, para ese momento ya hacía unos años que yo hacía mosaico. Decidimos para ese mismo 24 de marzo hacer algunos pañuelos para colocar en una biblioteca y en nuestras casas, y también para regalar a familiares de desaparecidos que conocíamos”, cuenta a Télam Sanmartino Carranza.
El 22 de marzo de ese año colocaron el primer azulejo y para el 25 marzo ya habían comenzado a armar un sitio en Facebook para difundir y poder llegar más allá de los amigos y conocidos. “En ese momento nos pareció que lo fundamental era que estuvieran pegados en los frentes de las casas, como un modo de visibilización real”, explica Sanmartino Carranza.
En apenas un mes fueron entrevistadas por un medio de comunicación que generó una difusión más fuerte del proyecto, y para ese momento llegaron a más de 40 personas de distintos puntos del país que decidieron sumarse a la iniciativa autogestiva de hacer los azulejos desde cada localidad y provincia. Así, la propuesta artística comenzó a crecer a nivel federal.
“Pensé el mapa como un gran mural. El país como una gran pared y los pañuelos, parte de un mural. No nos importa tanto el mapa virtual como el verdadero mapa, el real: que uno vaya viendo en distintos lugares los pañuelos marca que hay mucha gente con memoria, que hay mucha gente que comparte ideales a pesar de diferencias partidarias. Muestra en definitiva que la dictadura y la desaparición de toda una generación está marcada en todos y todas”, reflexiona Sanmartino Carranza.
Lo fundamental de este proyecto es que el pañuelo icónico de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo quede bien definido y visible. Por otro lado es muy importante que la pieza sea resistente al paso del tiempo y los avatares del clima, por eso el mosaico es ideal, aunque también hay colaboradores que realizan las piezas con cerámica, cemento e incluso vitrofusión.
“Cada técnica lleva su tiempo. En mosaico la primera etapa, que es el armado y pegado, requiere entre dos y tres horas. Después se deja secar un día, se empastina en unos diez minutos y luego otros diez minutos de limpieza. En cerámica los tiempos son diferentes, pero hay piezas que pasan hasta dos veces por el horno, según el tipo de esmaltado”, explica Sanmartino Carranza sobre el proceso creativo.
El proyecto tiene actualmente 130 personas trabajando, cada taller es autogestivo y están situados en distintos lugares del país. De este modo intentan evitar realizar envíos, porque no funcionan como un emprendimiento, es decir, no tienen fines de lucro. “La persona, organización o institución que quiere un pañuelo para su frente lo que debe hacer es escribirnos por nuestras cuentas de redes sociales para hacer el encargo y costear el valor de los materiales”, agrega Sanmartino Carranza.
“Estando en la puerta de mi casa se ha parado gente para preguntarme qué era la placa, o cómo se hace para conseguir el azulejo, o personas que me han reconocido que es muy bueno y lindo tenerlo. En este barrio además hay varios, los vas viendo al caminar por las distintas cuadras”, cuenta Diana Montequin, una vecina de La Plata que tiene uno en su casa.
Este proyecto artístico alcanza actualmente los 25.000 pañuelos realizados, y aunque el compromiso que se adquiere al encargarlos es el de pegarlos en las fachadas, hay muchas personas que los colocan dentro de las casas o que no envían la imagen, y entonces el desarrollo del mapeo virtual es más difícil para quienes coordinan el proyecto.
Al no tener ningún tipo de financiamiento, el proceso de carga de datos en el mapa virtual es lento, pero es también un registro del trabajo que se llevó adelante durante tantos años y en tantos puntos del país y del exterior. Ese mapa para identificar las fachadas se puede ver en la cuenta de Instagram @30milpañuelosporlamemoria.
“Tomamos esta imagen como símbolo de la lucha amorosa, de la lucha pacífica, porque no se busca revancha sino justicia. En el futuro, cuando se hayan desmantelado tantas cosas, igual van a quedar los pañuelos que van a generar una pregunta a quienes no lo conocen, niños y jóvenes, y podrán ir a buscar la historia. Y a quienes sí los conocen, esto genera una red en donde sabemos que hay una mano amiga, y en estos tiempos es muy importante: aunque no nos estemos viendo, sabemos que podemos hacer equipo”, concluye Sanmartino Carranza.