Las recurrentes crisis que sufre el pueblo argentino, lo convierte en una especie de Sísifo, condenado a levantar su economía hundida por las élites, para que una vez conseguido vuelva a caer, una y otra vez, desperdiciando sus esfuerzos y haciéndole perder la esperanza; el castigo más terrible, decía Albert Camus.

La causa de las crisis cíclicas de Argentina es un sistema económico capitalista neocolonial, primario exportador e inequitativo, al servicio de una élite compuesta por dos bloques entrelazados. Por un lado la oligarquía terrateniente que se constituyó desde la independencia, cuando endeudó al Estado para que le financiase la apropiación ilegítima de tierras fiscales y los abundantes bienes naturales agropecuarios, mineros y energéticos del país. Ha dominado Argentina hasta hoy, y en sociedad con un oligopolio transnacional de comercializadoras controlan el comercio exportador centrado en bienes de origen agropecuario. Por otro lado, oligopolios financiero-industriales, incluidos los grandes fondos de inversión transnacionales, controlan el mercado interior de bienes elaborados y la banca.

Esta élite genera una constante salida de divisas. Las empresas extranjeras por las rentas obtenidas, muy superior a las inversiones que realizan. La oligarquía local fuga en divisas sus beneficios para acumularlos como capitales en el exterior, cuyo stock actualmente supera el valor de la deuda externa.

Esta recurrente fuga de capitales de la élite transnacional extranjera y nativa, es la causante de gran parte del déficit de cuenta corriente de balanza de pagos y en consecuencia de la carencia de dólares y de la deuda externa que se genera para conseguirlos. Esto deriva en devaluaciones monetarias que generan inflación, depreciando los salarios, reduciendo la demanda, generando recesión, cadena de impagos y crisis generalizada.

Para contener la inflación y la demanda de dólares para atesorar y fugar al exterior el gobierno eleva el tipo de interés de referencia, lo que además de generar “bicicleta financiera” (carry trade, especulación con la moneda local y el dólar), encarece la deuda pública interna en moneda local, contribuyendo al déficit fiscal, que fuerza recortes en gasto social e inversión pública, recesión y crisis total cíclica.

La actual crisis, agravada por la pandemia y la sequía -que redujo las exportaciones 25%-, aunque la derecha quiera ocultarlo, se desató con el gobierno anterior de Mauricio Macri con colaboración del FMI, que en 2018, transgrediendo sus estatutos le concedió el mayor préstamo de su historia, 57.000 millones de dólares, aunque finalmente desembolsó 44.000M, cifra impagable para Argentina, (que acumula una deuda total del 86% del PIB). El actual gobierno de Alberto Fernández heredó la deuda y, con Martín Guzmán de ministro, negoció dócil y tardíamente. Debió hacerlo al principio de la pandemia cuando podía presionar mejor y contaba con reservas. Su error le llevó a asumir políticas restrictivas de gasto, en vez de conseguir que el FMI asumiera su responsabilidad. Ahora el Fondo, a pesar de reconocer que gran parte se usó para fugar capitales, impone pagarla a costa de devaluaciones inflacionistas y ajustes socialmente devastadores, favoreciendo el discurso de la derecha que promete más recortes que los que exige el organismo.

Hoy la inflación supera 10% mensual, el salario mínimo no cubre la línea de indigencia para una familia de cuatro miembros, y el salario medio formal solo supera 10% la línea de pobreza. En seis años los salarios perdieron siete puntos en la renta nacional, mientras los beneficios ganaban peso. Queda claro que éstos son a costa de la explotación de los trabajadores. Empleados informales, “cuentapropistas” y desocupados, con mínima o ninguna protección social, suman 11 millones, lo que explica el 39,2% de pobreza y el 8% de indigencia. El déficit educativo, sanitario, habitacional y jubilatorio, convierten la pobreza en multidimensional.

Esta situación social insostenible explica la desesperanza de la población, que si en 2001 pedía “que se vayan todos” los políticos, ahora se expresó dando el triunfo en primarias a Javier Milei, que además de ultraderechista anti ‘Estado social’ es cínico pues señala a la “casta” y no solo está rodeado de ella sino que busca captarla en todos los ámbitos. En realidad el extremista neoliberal es la apuesta de parte del establishment, que con un giro de 360 grados, ofrece un cambio para que todo siga igual, pero peor. Pocos señalan que su alianza La libertad avanza, incluye partidos de ideología neonazi. Aunque podría ganar en primera vuelta atrayendo votantes de la derechista autoritaria Patricia Bulrich, de Juntos por el Cambio, con quien comparte mucho ideario, parece probable que Sergio Massa, de Unión por la Patria, pueda forzar una segunda vuelta donde todo es posible. Sectores progresistas, se debaten entre apoyar a Massa para evitar las derechas fuertemente autoritarias de Milei y Bulrich u opciones minoritarias de izquierda sin posibilidades. Esta decisión puede determinar el destino de Argentina.

Milei, propone “avanzar”… pero al siglo XIX, pues plantea un Estado mezcla del liberal decimonónico, (limitado a defensa, seguridad para los capitalistas y libre comercio) y del autoritario de Margaret Thatcher, la versión parlamentaria del neoliberalismo ultraderechista. Lo expone con incoherencia y disparates que lo hacen parecer “flojo de papeles” (fundamentos). Para algunos es precariedad intelectual, para otros manipulación, como si emulara al senador Palpatine, el personaje del universo Star Wars que decía servir al pueblo, pero que mediante engaños desestabilizó la república galáctica para llegar al poder, eliminar la democracia y proclamarse emperador perpetuo. Quizás la advertencia de Milei que necesitará 35 años para transformar el país delate su subconsciente dictatorial.

El “avance al pasado” se ve en su propuesta de reducir un tercio el gasto público, hoy en 43% del PIB (similar que en España), lo que implicaría masivas privatizaciones, incluidas la sanidad y la educación, que dejarían de ser gratuitas aplicando el fracasado modelo friedmaniano de dar un bono -mísero seguramente- a los pacientes y estudiantes. Igualmente revelador de su ideario caduco es la amenaza de privatizar el sistema jubilatorio sustituyéndolo por el más que fracasado sistema de fondos de pensiones (AFJP). Lo mismo ocurre con su anunciados recortes en empleo público, y servicios esenciales, que profundizarán la desintegración social. La vuelta al Estado mínimo, “privatizado” para las élites, que incluye la rebaja a secretarías de los ministerios de salud, trabajo, social y educación y ciencia, llega al absurdo de eliminar incluso al prestigioso CONICET (Consejo de investigaciones científicas) que fundó Bernardo Houssay, primero de los tres argentinos premios Nobel de Ciencia y el INCAA, clave en la prestigiosa producción cinematográfica argentina.

La eliminación del Ministerio de la mujer, de Derechos Humanos y de la secretaría de Medio Ambiente, refleja su negacionismo del feminismo, el terrorismo de Estado y la emergencia climática. Regreso a la caverna

Estas propuestas calan en una población que además de la injusticia social que supone salarios de indigencia o pobreza, carencia habitacional y de servicios básicos sufre la injusticia fiscal, que ningún gobierno ha resuelto, lo que se traduce en una gran desigualdad: el 10% más rico concentra el 58% de la riqueza de los hogares, que en gran parte acumulan en guaridas fiscales. Actualmente la mitad de la presión fiscal del 29% (7 puntos inferior a OCDE) se apoya en impuestos al consumo y solo quinta parte en impuestos sobre rentas (al revés que OCDE). La rebaja tributaria a rentas del capital del utraderechista agravaría la injusticia.

La desigualdad y la pobreza, generan inseguridad y desafección con la democracia de parte de la población que sostiene financieramente un Estado que no le provee servicios acordes a su esfuerzo y que ni siquiera es capaz de cuidar su poder adquisitivo controlando la inflación ni cuidarle como ciudadano.

El auge de Milei se dio a partir de esta frustración, además del masivo apoyo del poder mediático, pilar esencial del orden neocolonial, y el retroceso educativo del pueblo, que parece no ser capaz de ver que Milei les propone que le vendan la casa (Argentina) a fondos buitres y que luego le paguen un alquiler, se paguen la sanidad y hasta su propio despido laboral.

La economía del atraso que propugna el extremista, incluye la total liberalización de importaciones, que provocaría una drástica pérdida de competitividad liquidando la débil industria, que no podría competir con la ventaja tecnológica y mano de obra semiesclava remota de corporaciones transnacionales. Haría imposible cadenas productivas integradas -por ejemplo a partir del litio- para reindustrializar el país, y dejaría desocupada la mitad de la fuerza de trabajo, generando una fuerte respuesta de los trabajadores. Milei, previendo el conflicto anunció una embestida contra sindicatos y derechos de sindicación, a la vez que negocia con elementos como el burócrata Barrionuevo, que años atrás, como contribución ofreció dejar de robar por dos años. La casta premium.

En economia Milei, delay, es decir atrasa, pues nos devuelve a los 50s cuando la élite terrateniente reinstauró el modelo oligárquico que había sido sustituido por la industrialización sustitutiva de importaciones forzada por la crisis de 1929 que permitió el surgimiento de una industria de capital local orientada al mercado interior. Juan D. Perón [1946-1955] la potenció y consolidó financiando su desarrollo con rentas captadas del sector latifundista. Aunque les dejó su propiedad casi intacta, a pesar de haber prometido reforma agraria, para la oligarquía era inadmisible aportar forzosamente al desarrollo industrial y con el apoyo del capital extranjero impulsó un golpe de Estado en 1955. La dictadura, fuertemente represiva, incorporó al país al FMI, y junto a los gobiernos tutelados que gobernaron hasta 1963 liberalizaron importaciones, destruyendo industria local, endeudaron al Estado y aplicaron planes de ajuste estructural fondomonetaristas. Realizaron privatizaciones masivas, eliminaron obras públicas, decretaron despidos masivos en el Estado y congelación general de salarios, que en 5 años redujeron de 49% a 37% su peso en el PIB. Medidas que provocaron una fuerte caída de la recaudación fiscal y del poder adquisitivo llevando el país a una recesión.

El gobierno de Arturo Illia (1963 – 1966) surgido de elecciones antidemocráticas controladas por las fuerzas armadas con proscripción del peronismo y el comunismo, intentó sin embargo cancelar contratos con petroleras extranjeras y adoptar regulaciones que afectaban a la oligarquía rural. Por ello, en 1966 lo derrocó un nuevo golpe militar que recuperó la economía en base a fuerte endeudamiento y aumento de la explotación de los trabajadores, congelación salarial, supresión de derechos laborales incluido el de huelga y una represión a la resistencia obrera y universitaria que incluía la tortura sistemática. La respuesta social fue una sucesión de huelgas e insurrecciones populares en todo el país, y el surgimiento de organizaciones guerrilleras.

La resistencia forzó la retirada de la dictadura militar, que propició el retorno de Perón del exilio madrileño para que restaurase el orden social, mientras se preparaban para retornar. En el año de gobierno hasta su muerte se apoyó en los sectores derechistas del peronismo y se enfrentó a los sectores izquierdistas, peronistas y marxistas. Como algunos recordamos, a su muerte, el gobierno de Isabel Martínez instauró un régimen fascista de la mano del ministro López Rega desatando el terrorismo parapolicial. El golpe cívico militar dirigido por Videla no solo llevó el terrorismo de Estado a niveles comparables a los de la Alemania nazi, sino que lo combinó con una política neoliberal orientada por Milton Friedman y sus “Chicago boys”, los mismos que asesoraban a Pinochet. El objetivo era cambiar el orden social forjado en las tres décadas anteriores en el contexto de la edad dorada del periodo fordista del capitalismo mundial y restaurar el orden del siglo XIX. La devastación social y económica, la deuda descomunal y 30.000 desaparecidos fueron la síntesis de un régimen totalitario que con privatizaciones y liberalización de importaciones y demás mercados redujo la industria del 33 al 22% del PIB, la renta por habitante 15% y la participación de los salarios en el ingreso nacional 25%, mientras estatizaba deudas de grandes corporaciones sextuplicando la deuda pública. Esta herencia atenaza la economía argentina hasta hoy y es causa de inflación y desestabilización.

Ya en democracia Alfonsín intentó tímidamente cambiar de ruta pero fue devorado por la hiperinflación derivada de la deuda externa heredada y el papel siempre depredador del FMI, que abrió paso a la década neoliberal de Menem que Milei ensalza pero que devastó al país.

El régimen económico menemista se centraba en la Convertibilidad del peso (paridad dólar peso por ley), respaldada con reservas generadas con privatizaciones y deuda, implantada en 1993. En 2001 la Convertibilidad acabó en el “corralito” (retención y quita forzosa de depósitos), suspensión del pago de la descomunal deuda contraída y devaluación que triplicó el precio del dólar. Como describimos en esas fechas https://elpais.com/diario/2002/02/08/opinion/1013122807_850215.htm dejó un país devastado industrialmente, la renta per cápita a nivel de 1974, el 50% de pobreza, siete millones de desocupados y otros tantos ocupados con salarios míseros, que contrastaban con una minoría inmensamente rica (10% más rico percibía 26 veces más que el 10% más pobre).

Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, a pesar de la deuda lograron recuperar el mercado interior, los salarios y la economía durante doce años, pero al final se vieron limitados por el corsé de esa deuda y la imposición imperial neocolonial de una economía capitalista primario exportadora. https://www.politicaexterior.com/articulo/argentina-pendulo-o-futuro/ Es lo que hizo posible el triunfo de Macri en 2015, que retomó el proyecto histórico de la oligarquía local y extranjera. https://www.pagina12.com.ar/144157-argentina-dignidad-contra-el-expolio Ese proyecto, pero recargado, es el que retoma Milei y que intenta legitimar por las urnas.

La propuesta estrella de Milei, la dolarización, es la versión extrema de la Convertibilidad. Un paso más allá, como ésta fue otro paso desde la “tablita” de devaluaciones programadas de la dictadura genocida de Videla, con las secuelas ya señaladas.

El equipo que diseña y gestionaría la improbable dolarización está dirigido por economistas que, con Domingo Cavallo, implantaron la fallida Convertibilidad y el plan BONEX que para posibilitarla confiscó los ahorros de cientos de miles de argentinos.

De llevarse a cabo ahora exigiría privatizaciones ilimitadas, y confiscación de ahorros mucho mayor, pues la relación entre dinero circulante y reservas de divisas, requiere una devaluación a miles de pesos por dólar, que impicaría pérdidas descomunales para la ciudadanía y caos económico, que se llevaría por delante el país. Para Robin Brooks, economista jefe del Institute of International Finance, que agrupa grandes bancos, es “una idea terrible” que, como en Ecuador, haría insostenible su deuda. The Economist entrevistó a Milei y concluyó que “sus políticas están mal pensadas” y que él es “un peligro para la democracia” pues “se teme que se vuelva autoritario” como presidente. Palpatine tornando en Darth Sidious. Ante las críticas Milei, rebautizado popularmente como “delay”, pues atrasa y retrasa, empieza a presentarla como una Convertibilidad 2.0 financiada con deuda con fondos de riesgo.

El extremismo ultraliberal del candidato a presidente llega hasta mercantilizar al ser humano, pues legitima la venta de órganos –sin descartar la venta de hijos!- a través del mercado. Todo invocando la ‘libertad’, compatible con asesorar a un exgeneral condenado por delitos de lesa humanidad, y elegir de candidata a vicepresidenta y responsable de seguridad y defensa, una mujer que reivindica al dictador Videla.

El ideario totalitario de mercado de Milei, bebe principalmente de tres referentes: de Murray Rothbard, que legitimaba el trabajo infantil y el derecho de propiedad de los padres sobre hijos, cosificados; y de dos economistas que aconsejaron al dictador Pinochet: Fiedrich Hayek, que confesó que su “preferencia personal se inclina(ba) a una dictadura liberal y no a un Gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente“; y Milton Friedman que defendió el “tratamiento de shock” para reducir gasto público que aplicó Pinochet.

Si el castigo de Sísifo ha provocado adicción y en octubre Argentina decide inmolarse, quedaría reducida a república sojera, minera e hidrocarburífera, en la que sobraría 80% de población, bajo un régimen de totalitarismo de mercado, el totalitarismo perfecto. Un Estado fallido, una distopía para tango. En ese caso la tradición de resistencia ciudadana argentina plantea el riesgo de guerra civil, facilitada por la anunciada desregulación del uso de armas de fuego. Una distopía para milonga.

* Universidad Complutense de Madrid.



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