“La palabra ‘autorreferencial’ me parece espantosa, pero es un disco que tiene que ver mucho con sentimientos profundos”, concede Omar Giammarco. El músico lanzó recientemente Las razones del corazón y lo presentará en Pista Urbana (Chacabuco 874) este sábado 11 a las 21. Se trata de su disco más personal. Uno en el que se expone mucho y que, al mismo tiempo, no hubiera sido posible sin un ciclo de dos años en el mismo escenario que lo recibirá ahora. Un ciclo en que aprendió a desnudar su propia música para mostrarse más plenamente.
“Es un proceso que ya venía en mi disco anterior, Ensimismado, que tiene un título pesado, y que era un disco de mirarse para adentro. Supongo que era una mezcla de la edad y de esos momentos del macrismo, del auge de las redes, de la violencia verbal, de odiar al otro, de estar peleado. Sentía que era un buen momento en ese disco empezar a mirar para adentro”, recuerda. La pandemia hizo otra parte del trabajo. Cuando subió al escenario se encontró con un público que necesitaba de la conexión con las emociones.
Por eso el disco –que cuenta con la producción de Pelu Romero– abre con “Migas de pan”, que también fue el primer single que lo anticipó. “Fue increíble porque salió la canción y los mensajes no eran ‘me gusta, que bueno’, era, ‘estoy emocionado, es la tercera vez que la escucho’, o me mandaban foto de cuando era chico. Y en vivo toco esa canción y la gente llora. Un mundo desconocido para mí. Mi música siempre tenía que ver más con movilizarte, con algunas cuestiones de contar historias, pero no con ese nivel de emotividad”. “Migas de pan” plantea un diálogo del músico con su yo-niño, pero no en tono melancólico ni de añoranza. “Es una canción rara en ese sentido, porque son un niño y un tipo grande haciéndose preguntas, mirándose a ver quiénes eran, qué son”.
Acaso porque es un hombre que ya puede decir dos o tres cosas sobre la vida –sus propias verdades, acaso- gana significación “Ahora qué”, un tema de sonido bien picante, que contrasta con el resto del disco y en el que, además, participa la hija del cantante. “A nivel texto, esa canción era algo que yo quería decir en este disco, cuando la compuse fue una discusión porque a Pelu le parecía que se corría de la estética del disco”, recuerda Giammarco. “Él tenía razón. Pero lo que dice la canción, necesitaba decirlo ahora, lo que me ocupaba en mi cabeza en ese momento. Lo que fue pasando, un poco por influencia de mis hijos, es que voy a conciertos de Wos o de bandas que son de otra generación y me gustan mucho. Me venía gustando esa sonoridad y probar cosas”, agrega.
“El tema con esto es que también estás al borde de la caricatura, del pastiche, pero trabajamos mucho en el sonido para que esté ahí, en ese lugar que toma el sonido de la música urbana pero a la vez con un límite: no es la canción de un señor de 55 haciéndose el rapero ni tampoco es un chico de 20 años cantando”, explica. Aunque el sonido general del disco no tiene que ver con la música urbana, Giammarco está lejos de renegar de ella. “La pregunta para cualquier persona de mi edad con las cosas que le molestan siempre tiene que ser: ¿esto me molesta porque rompe con la lógica de mi generación o porque realmente es una porquería?”, plantea.
-En el disco que parece que hicieras un balance de tu vida. Incluso desde “Migas de Pan” hasta “Luminosa” hay hasta un arco narrativo.
-Sí, fue pensado el orden, aunque hoy nadie escucha los discos en orden. Fue muy pensado: el final tiene que ser “Luminosa” y no otra canción. Creo que, si bien hay historias como en los otros discos, estas historias encierran retazos de mi vida. En otros discos por ahí eran más literarias. A la vez me asombra, porque el otro día pensaba eso, es un disco que nunca me hubiera imaginado hacer a esta edad. Así, tan despojado. Mi cabeza siempre funcionó con muchos instrumentos. Estudié arreglos, estudié orquestación. Siempre pensaba la música con muchos elementos. Y este es guitarras, a veces piano, poco más.
-¿Por qué?
-Parece exagerado pero cambié a partir de ese ciclo en Pista Urbana hace dos años. Soy otro músico. Mi forma de cantar es otra, mi forma de comunicar es otra. Me había criado en que las canciones hay que cantarlas para mucha gente y ahora aprendí a que les tengo que cantar a cada uno casi al oído. Aunque sean muchos y estén todos juntos.
-¿Qué pasó en ese ciclo en Pista Urbana?
-Empecé a sentirme muy feliz, era como una experiencia preciosa. A veces digo ‘¿por qué no lo hice antes?’ Nunca se me hubiera pasado por la cabeza. Tenía además el prejuicio del cantautor arriba del taburete, ¿viste? Me parecía horrible eso. Y tal vez me convertí ahora en eso, pero me gusta lo que logro desde ese lugar. Me parece que no soy un cantautor de tres acordes, creo que hay música en lo que hago y también hay texto. A mí me completa.
–Hay una cosa de filosofía oriental, como zen, de ir quitando capas.
-Sí. No sé si soy más sabio, ojalá, pero sé que empecé a entender cómo funcionan esas capas y que a veces uno se tapa con demasiadas capas porque abajo no hay tanto para mostrar. En este caso, cuanto más desnudo era, empezó a funcionar mejor.