“¿Sabés qué me saca de este estado de tempestad?”, se pregunta el cantante y compositor de Naranjos, Damián “Árabe” Ramil. Y se responde: “La alegría que me produce el hecho artístico. Naranjos para nosotros es un hecho de felicidad. Y tener un hecho de felicidad en estos momentos tan brutales es encontrar un oasis en el medio de la nada”. El hecho de felicidad al que se refiere el músico es la salida del séptimo disco de la banda de Morón, En tempestad (2023), que presentarán este sábado 23 de septiembre a las 20 en The Roxy Live (Niceto Vega 5542). “Estoy transitando una tormenta que parece no acabar nunca y siento que en este momento las canciones fueron un timón. Pero estoy en tempestad. Profundamente angustiado por estos tiempos. Y estas son mis únicas ventanas de luz que puedo encontrar”, se explaya el también actor sobre los tiempos sombríos e inciertos que atraviesa el país.
En tempestad es un disco de rock con canciones crudas, existencialistas y cargadas de humanidad. Y si bien exponen el clima de oscuridad que se respira en estos días, también le da lugar a la esperanza. Para Naranjos siempre hay una luz al final del túnel. La producción artística estuvo a cargo de Germán Wiedemer y Martín Pomares fue el ingeniero de sonido. “Lo que hizo Germán fue embellecer nuestra torpeza, porque es un cerebro musical”, resalta Ramil. “Grabar un séptimo disco en 25 años de trayectoria nos sumerge a todos en un estado de felicidad”, dice el vocalista e incluye a Ignacio Rodríguez Varela (guitarra), Matías Petersen (guitarra), Bruno Badaracco (bajo) y Fernando Echevarría (batería y coros). “No es fácil hacer siete discos, no es fácil durar 25 años y tampoco lo es hacerlo con la calidad con la que lo hicimos. El disco suena increíble, tiene muchos planos sonoros y matices”, se alegra.
-¿Y cómo se sobrevive tanto tiempo autogestionando un proyecto musical?
-Sentimos que en cada uno de nosotros está vivo el impulso. Lo que hace esta sociedad es limarte el entusiasmo, la esperanza. Hacen que todo sea más fugaz. El disco tiene un poco ese concepto. Se iba a llamar Lo eterno y lo fugaz. Cambió el nombre, pero en el disco aparece eso. Si nosotros estamos acá es porque conservamos todavía la pasión eterna, el sueño que no claudica. Y eso lo podemos observar en tiempos de tanto cambio y de tanta fugacidad. Lo que veo ahora es que todo dura tan poco, todo es tan etéreo, todo muere tan prontamente, todo tiene una caducidad ya programada cada vez con mayor velocidad. Las cosas que se hacen con pasión y con amor, uno trata de que sean eternas. Y eso nos pasa con Naranjos: nosotros mantenemos esa llama eterna en nuestras canciones y en las ganas que tenemos de juntarnos.
-La frase “lo eterno y lo fugaz” se desprende de la canción “Hablabas”, ¿no?
-Las canciones son pequeños hogares, uno las habita. Yo habito la canción que escribo y también como receptor habito otras canciones que no son mías. Y cada canción tiene su historia. En “Sabías”, lo eterno y lo fugaz lo lleva adentro, es su esencia: “Sabías que no se puede partir/ Si uno deja el corazón para seguir ahí”. Está hablando de mi papá y mi papá vive eternamente. Es compleja la arquitectura de la composición, es como una gran telaraña en la que puedo ir armando una geometría invisible y todo me lleva a ese concepto primordial, que es tratar de perdurar, la existencia misma.
-La volatilidad es un signo de estos tiempos. ¿La cultura también está atravesando un momento de cambios y crisis?
-La sociedad que supimos construir está basada en el consumo. No solo en el consumo material, en todo tipo de consumo. Y lo que se consume, se agota. Entonces, lo que nosotros hicimos en este quilombo que armamos (como sociedad) es que se consuma y se consuma, y más allá de la fragilidad de la democracia y la memoria, también lo que veo es el gran fracaso de todo lo que pretendimos construir. De eso hay que hacerse cargo, también. Si uno no ejercita la memoria está condenado al tropiezo permanente. George Orwell decía: “Quien controla el presente, controla el pasado; y quien controla el pasado, controlará el futuro”. Las canciones y la banda significan un refugio en este momento de desolación social. Este es un momento donde la Argentina tiene la mitad de la población y la mitad de los jóvenes bajo la línea de pobreza. Entonces, cuando uno parte desde ese punto de vista, todo pierde su encanto. ¿Cómo este pueblo no va a perder la memoria si no se la ejercita? ¿Cómo no va a haber una persona candidata a vicepresidenta que nos hace retroceder a lo peor que fuimos como sociedad y como humanos? ¿Cómo no existe, por ejemplo, una ley contra el negacionismo? ¿Cómo no va a suceder eso si hicimos muchas cosas mal? También hicimos muchas cosas bien. En las canciones también tratamos de sembrar un poco de esperanza. El disco anterior se llama El misterio y la fe (2019). La fe es esa llama que te hace mantener la esperanza.
-En “Volver mil veces” aparece esa luz de esperanza que señalás.
-Esa canción dice: “Hay tantas palabras enredadas en el tiempo/ Hay tantas preguntas que murieron por callar”. Ahora sobran las palabras, están vaciadas de sentido. Todo es un torbellino de palabrerío que no tiene sentido. Lo que no queremos hacer es callar nuestras preguntas, porque sabemos que nuestras preguntas nos van a llevar a respuestas que nos van a permitir mejorar. Lo único que hace la pregunta es encontrar el destino y el sentido de esta vida. “Me verás volver mil veces después de caer”, dice también esa canción. Es nuestro destino, también. Uno tiene espíritu de guerrero. Yo no me conformo con que me digan que está todo mal y perdido. Estamos siempre con el cuchillo entre los dientes.
-¿El rock todavía puede tocar una fibra popular e interpelar en este momento de la sociedad?
-El rock es mi canal de expresión. A mí Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo y Cátulo Castillo me siguen interpelando. Como lo hace una película de Tarkovski, una canción del Indio Solari o un poema de Palo Pandolfo. Como ahora los chicos se sienten interpelados por Wos o por un montón de pibitos que vienen manifestándose con otros ritmos populares y otras formas de decir. Creo que el arte es como el lenguaje: se va modificando a través del tiempo. Pero lo que nunca deja de hacer es interpelar. Yo encuentro en el rock, por más que muchos quisieron encajonarlo y velarlo, un canal de expresión que todavía está vivo. Veo que hay una necesidad de cerrar los cajones, de decir “este es el fin de la historia”. No es así, la vida es hermosa. Siempre brota. Me interpelan esos grandes monstruos que te marcan a través de la poesía un camino de pregunta. Porque la certeza rima con la pereza. Para mí un motor indudable es la duda, es la pregunta, es lo que me mueve. Y lo que me conmueve.