El exsecretario de Estado estadounidense Henry Kissinger, Nobel de la Paz en 1973 mucho antes de que se revelara su apoyo al golpe de Estado de ese año en Chile, murió este miércoles a los 100 años en su casa en Connecticut. Para algunos considerado un estadista e intelectual brillante, pero para otros visto como un cínico e incluso un criminal de guerra, Kissinger dejó un legado tan legendario como cuestionado. A pesar de haber soplado cien velas en mayo, Kissinger seguía dando con gran lucidez sus opiniones sobre el mundo actual, con temas tan dispares como la guerra de Ucrania, las relaciones con China o la inteligencia artificial.
Diplomático de carrera
Heinz Alfred Kissinger nació el 27 de mayo de 1923 en Fuerth, Alemania, en el seno de una familia judía que emigró a Estados Unidos en 1938 escapando del régimen nazi. Su primer trabajo fue en un fábrica de brochas para afeitar en Nueva York. Después de convertirse en ciudadano estadounidense en 1943, sirvió en el Ejército de ese país durante la Segunda Guerra Mundial. Ganó una beca para estudiar en la Universidad de Harvard, donde obtuvo una maestría y un doctorado.
En 1969 el presidente Richard Nixon nombró a Kissinger como consejero de Seguridad Nacional. Su guía filosófica fue que la política exterior debía servir a los intereses nacionales con pragmatismo. Así, en medio de la Guerra Fría, Kissinger arregló dos visitas cumbres, a China y la Unión Soviética, en 1972 para desarmar las tensiones bélicas con los poderes comunistas.
Kissinger ya había viajado en secreto a China en 1971 para reunirse con el primer ministro Zhou Enlai. “Que China y Estados Unidos encontraran una forma de juntarse era inevitable dadas las necesidades del momento”, escribió Kissinger cuatro décadas después en uno de sus 18 libros. “Que ocurriera con tanta firmeza y fuera ejecutado con tan pocos desvíos es un tributo al liderazgo que lo hizo posible”, escribió con la poca modestia que le caracterizaba.
En 1973 Nixon designó a Kissinger secretario de Estado, cargo que ocupó hasta enero de 1977, cuando terminó su mandato Gerald Ford (sucesor de Nixon en 1974), y hasta enero de 1975 lo hizo en forma simultánea con el de consejero de Seguridad Nacional. Como secretario de Estado Kissinger practicó la llamada “diplomacia de lanzadera” que alivió tensiones en Medio Oriente, siguiendo a la Guerra del Yom Kippur en 1973, entre Israel y Egipto.
En ese contexto se firmaron luego los acuerdos del Sinaí, por los que ambos bandos acordaron renunciar a la guerra a pesar de sus diferencias. En 1977 Kissinger fue a trabajar a la Universidad de Georgetown, pero retornó luego al gobierno estadounidense en 1985 como asesor de inteligencia exterior del presidente Ronald Reagan. El fallecido mandatario nombró a Kissinger presidente de la comisión mixta bipartidaria que definiría los intereses de la Casa Blanca en Centroamérica.
El apoyo a las dictaduras en Latinoamérica
A Kissinger también se lo recordará por su respaldo a dictaduras como las de Argentina entre 1976 y 1983 y los últimos años del régimen de Francisco Franco en España (terminado con la muerte del líder en 1975), su papel en la Operación Cóndor para reprimir a opositores latinoamericanos de izquierda o su apoyo al golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile en 1973. “No podemos permitir que Chile se vaya a las alcantarillas”, llegó a decir en 1970.
En un memorándum desclasificado que mostraba sus fríos cálculos, Kissinger dijo que el presidente socialista de Chile, Salvador Allende, ofreció un modelo “insidioso” al mostrar que un gobierno electo de izquierda podría funcionar. Los documentos desclasificados por la Casa Blanca también registraron una conversación entre el dictador Pinochet y Kissinger en Santiago de Chile, en 1976, y demostraron que el estadounidense presionó desde 1971 a favor del golpe a Allende.
Cuando Pinochet fue detenido en Londres en 1998, el juez español Baltasar Garzón pidió interrogar a Kissinger por su supuesta responsabilidad en el Plan Cóndor, la coordinación de las dictaduras sudamericanas de fines de los 70 y principios de los 80 para detener y matar opositores, pero el Reino Unido negó esa posibilidad.
De acuerdo a una serie de papeles divulgados en 2006 por el Archivo de Seguridad Nacional, una ONG de Estados Unidos, Kissinger pidió a sus funcionarios que acompañen la dictadura militar en Argentina. “Los quiero alentar”, dijo Kissinger sobre los golpistas argentinos durante una reunión con su personal el 26 de marzo de 1976. El acta desclasificada de esa reunión también refleja cómo decía a los militares argentinos que “lo que tengan que hacer, háganlo rápido”.
Luz verde a las invasiones
Kissinger tampoco mostró reticencias a respaldar las invasiones cuando vio un mayor interés de Estados Unidos. Cuando Pakistán se desempeñó como intermediario secreto de China, ofreció cobertura diplomática a Islamabad mientras llevaba a cabo una campaña de asesinatos y violaciones masivas en Pakistán Oriental, que ganó la independencia como Bangladesh.
Kissinger dio luz verde explícita a Indonesia, aliado de la Guerra Fría, cuando se apoderaba de Timor Oriental, dando inicio a una brutal ocupación de 24 años que dejó más de 100 mil muertos. A su vez Kissinger apoyó tácitamente a Turquía mientras se apoderaba de un tercio de Chipre, buscando relaciones sólidas con el país estratégicamente ubicado y un equilibrio en su rivalidad con Grecia, otro miembro de la OTAN.
Al frente de los esfuerzos de Nixon para poner fin “con honor” a la guerra de Estados Unidos en Vietnam, Kissinger ordenó en secreto bombardeos en los vecinos Camboya y Laos con la esperanza de cortar las líneas de suministro de Hanoi. Kissinger alcanzó un alto el fuego en Vietnam en enero de 1973 a través de negociaciones en París y fue polémicamente cogalardonado con el Premio Nobel de la Paz, que el representante de Hanoi en esas conversaciones, Le Duc Tho, se negó a aceptar. En un libro de 2001, Juicio a Kissinger, el escritor Christopher Hitchens dijo que el exsecretario de Estado debía ser procesado por crímenes de guerra y de lesa humanidad.
Activo hasta el final de sus días
De silueta encorvada pero todavía reconocible por sus anteojos negros de marco grueso, Kissinger permaneció activo prácticamente hasta sus últimos momentos. Pocos días antes de cumplir 100 años, en mayo pasado, participó en un homenaje en el muy selecto Club Económico de Nueva York, donde apagó las velas sobre una torta de chocolate.
Pese al mal momento de las relaciones, en una coyuntura en la que son Beijing y Moscú quienes parecen alinearse hoy frente a Washington, Kissinger seguía siendo venerado en China, país que visitó en numerosas ocasiones, la última de ellas en julio pasado, cuando el actual mandatario del país, Xi Jinping, lo recibió con todos los honores en la Casa de Huéspedes de Diaoyutai, un antiguo jardín imperial.
A Kissinger lo sobreviven quien fuera su esposa durante casi 50 años, Nancy, dos hijos de su primer matrimonio (David y Elizabeth) y cinco nietos. Sus restos serán sepultados en un servicio familiar privado y más adelante habrá un servicio conmemorativo en la ciudad de Nueva York.