El Jig es un acto de comicidad musical y baile que irrumpe en medio de un drama mayor. Este tipo de intervenciones eran características de los clowns de la época isabelina; en aquel período los cómicos eran famosos y muy requeridos a la hora de ofrecer un repertorio con sus mejores habilidades y repetirlas hasta el cansancio. En esos breves actos se reemplazaban los grandes temas universales por acontecimientos más bien cotidianos. Ese es el sustrato que retoma el actor Guillermo Vanadía para crear su obra Jig, bailecito para nada, que después de estrenar en mayo y hacer funciones a sala llena en Córdoba arriba a Silencio Teatro (Luis Sáenz Peña 663) este sábado a las 21, con entrada a la gorra.

Vanadía se define como “comediante gestual”. Cuando se le pregunta por esa definición, dice que eso tiene que ver con su abordaje del humor a través de movimientos y sonidos: “Esa combinación dentro de una partitura de acción hace que el humor funcione de una manera poco intelectual, es decir, el pensamiento queda un poco más relegado y surge lo que se podría identificar como pre-expresivo, eso que está por fuera del significado que tiene la palabra”. Además, Vanadía se desempeña como profesor en Artes Teatrales de la Universidad Provincial de Córdoba y se especializa en teatro de mimo y comedia física. Él rescata el humor a través de gestos y sonidos, combinando diferentes técnicas como la del payaso o el slapstick. También cuenta que disfruta actuar en espacios tan diversos como el escenario de los bares, el espacio público, el circo o el teatro más convencional. Sus trabajos se caracterizan por unir esos mundos cotidianos con la potencia del movimiento. Lo ecléctico de esa formación aparece destilada en este unipersonal que escribió y protagoniza.

La pieza aborda un tema que a priori podría parecer solemne –la muerte– pero lo hace desde un lugar que se aleja de la solemnidad porque incorpora muchas de las búsquedas que Vanadía encaró junto a quien co-dirige la obra, el comediante argentino Gastón Casabella que actualmente reside en Alemania. “Luego de la pandemia empezamos a pensar el humor como algo diferente, muy cercano a la muerte, entonces intentamos generar comicidad a partir de eso. Vimos un documental llamado El peligroso mundo de la comedia y en una escena aparecen los payasos de Monrovia que es la capital de Liberia: unos adolescentes muy picados por la cocaína actuaban arriba de las tumbas y eso nos llamó mucho la atención. Actuaban para borrachos, vagabundos y gente de la calle”, recuerda. Ese fue el germen del proyecto.

Hay una búsqueda que está inspirada en la relación entre Shakespeare y sus clowns, una reflexión en torno al vínculo entre escritor/director y actor en el contexto isabelino a partir de lo desarrollado en el trabajo de David Wiles. La pieza aloja una combinación de esos materiales con algunas experiencias personales: la inspiración de varios clowns en contextos de guerra como los payasos de Monrovia; la obsesión particular por los cementerios y las tumbas presente en el universo literario de Mariana Enriquez; la contemplación de esas necrópolis tan particulares por su espacio histórico y geográfico como el de Darwin en las Islas Malvinas o las tumbas especialmente dedicadas a clowns: Frank Brown en el Cementerio Inglés de Buenos Aires o el Cementerio de Payasos de Louisiana y la tragedia que dio origen a esta obra.

En relación al trabajo con materiales afines, Vanadía dice que empezaron a estudiar a partir del libro Shakespeare clowns, de David Wiles, sobre el vínculo de Shakespeare con sus payasos, que eran tres: William Kemp (que inventa el Jig), Robert Armin y Richard Tarlton. También aparece esa obsesión por visitar cementerios presente en el universo literario de Mariana Enriquez: “Nos gustan sus temáticas, encontramos un toque de humor en sus textos, un poco de placer en abordar temas escabrosos. Eso nos habilitó a encarar la muerte de otra manera”, agrega Casabella. Con respecto al recurso que da título a la obra, el actor explica: “Se nos ocurrió hacer el recurso del Jig porque era muy complejo puestear una obra de payasos ‘pura’ ya que el payaso se caracteriza por armar rutinas o números de corta duración en el circo. Nos pareció interesante abordar ese recurso y hacerlo obra”. El artista explica que en su reflexión el Jig simboliza algo así como un “cuelgue” en la sucesión de hechos que presenta cualquier construcción dramática: “La dramaturgia es la sucesión de hechos; el Jig, en mi caso, viene a interrumpir esa sucesión de hechos para generar una especie de suspensión en tiempo y espacio. Me parecía interesante generar algo que pueda potenciar la escena y, a la vez, que no sea una historia”.



Fuente Pagina12