Croquis, retratos, retazos de narración, bocetos, algún diálogo y poemas en prosa dan forma a “Una hora de locura y placer”, un libro que funciona como una suerte de cuaderno de notas donde el editor, dibujante y escritor Nicolás Moguilevsky bucea el sinsentido que evidencia el engranaje de la vida cotidiana.

El corazón de este libro, “sus entrañas, su carne y sus huesos” dirá Moguilevsky (Buenos Aires, 1984), son los cuadernos que él venía escribiendo y dibujando hace mucho tiempo. Muchos de viajes, muchos de la vida cotidiana. “Ahora no tanto”, cuenta a Télam, pero le gusta mucho dibujar y la recopilación que incluye “Una hora de locura y placer” es de hace 10 años al presente.

Los cuadernos que usó para armar este libro son de 2013 al presente, una selección que privilegió cierta concordancia entre la textura, la tipografía. “No es que sean cuadernos desde que era jovencito hasta acá, elegí una cantidad más o menos correlativa con el estilo, porque tengo muchos y muchas libretas, pero también hay mucho dibujo suelto”.

El autor viene del mundo de la historieta y entonces muchas de las cosas que hace tienen un poco que ver con el cómic. “Hay una situación muy infantil -dirá, incluso- de plasmar el dibujo de una manera casi inconsciente en el papel, algo que siempre me dio mucho placer”. Se trata, sobre todo, de “poder jugar”.

Es parte del colectivo de investigación, análisis, ensayo y experimentación de historieta Un Faulduo, palabra inventada a principios del siglo XX por una anarquista del periódico feminista La voz de la mujer, uno de los primeros del mundo, que el grupo tomó cuando arrancó en 2005 “haciendo un ejercicio dadaísta” porque querían “un nombre que no tuviera pasado”.

Para él, “la libertad está en los cuadernos, en el texto o la imagen que se puede producir sin tensión de resultado”. “La infancia”, dice, léase: “esos momentos y esos lugares donde realmente disfrutás de lo que hacés”.

Esta publicación guarda además todo lo que se pueda hacer a mano y con tinta. Manchas o trazos suaves, mucha narración manuscrita, collages, retratos, inscripciones que se salen de la página. Deudor del art brut pero también de un sentir más que de un sentido de su autor, que es también músico y coordinador general de la editorial Mansalva.

El título lo propuso el editor de Palabras Amarillas Ediciones, responsable de la edición de este libro, Javier Fernández Paupy. Lo tomó de un poema de Walt Whitman que empieza así: “¡Una hora de locura y placer! ¡Oh, furia! ¡No me limites!/ (¿Qué es lo que así me deja libre en medio de las tormentas? ¿Qué significan mis gritos entre relámpagos y vientos furiosos?)”.

“Muchas veces me encierro en el título para trabajar un texto o una imagen, pero acá fue al revés, empecé a trabajar a pedido del editor en el armado del libro y él me trajo el título, al instante que me lo dijo, me di cuenta de que era perfecto, un poema alucinante de liberación”, dice Moguilevsky .

-Estar encorsetado puede ser también una buena forma de trabajar.
-Cuando trabajo con total libertad se me viene el océano encima, pero cuando me ponen a trabajar en un cuadrado descubro la libertad. Son los cuadrados donde uno se mete para poder después salir. ‘Me gustaría un libro de dibujos tuyo’ dijo Javier y entonces me ceñí, me encerré en los cuadernos. No es que agarré todos los dibujos que tenía en mi vida e hice una poesía retrospectiva. Uno tiene que poner un eje X y un eje y adentro se mueve como un pez en el agua. La clave de la vida es descubrir esos ejes.

-Hay una cosa acá de la tinta, como una celebración de lo analógico en momentos en que lo analógico no está tan presente.
-Los coleccionistas o los amantes del arte con mucho dinero compran NFT (non-fungible tokens), que son imágenes JPG, imágenes virtuales que valen millones de dólares y eso crece cada vez más. Hoy es un poco una bandera trabajar con los nobles materiales que nos ha dado la historia, básicamente te podés manchar. Hay un cuerpo que se mancha y una mente o un corazón que responde a esa mancha. No digo que el único arte posible es mancharse, pero es lindo mancharse o manchar el papel, te da algo lúdico: cuando te equivocás con tinta no podés remendar el error, esa página no puede recuperar el blanco previo a haber sido usada. En el arte digital vos ponés CTRL-Z o el ícono borrar.

-Es la huella, la memoria, lo que cambia.
-Se transforma en otra cosa, la posibilidad transformadora de una simple página y un simple plumín cargado de tinta empieza por la mano, aunque hagas un montón de cosas también con lo digital. Si hubiera hecho solamente este libro con fotocomposición y de manera completamente analógica sería un ingenuo, pero es muy lindo trabajar con el pincel sobre la página, siempre le digo a la gente que trabaja con computadoras que se tomen un ratito del día para dibujar en una hoja.

-¿Qué es lo que gana o lo que se pierde si hubieras querido tipear esos manuscritos que este libro conserva? ¿Cuál es el valor de lo manuscrito?
-La mayoría de esos manuscritos fueron pensados para ser pasados a un libro de relatos raros que estoy armando ahora y a una novela que ya publiqué, “El discurso de la cocina” (Eloisa Cartonera), de la que se hicieron unos 100 ejemplares, se agotó, se perdió el original y nunca más se pudo volver a imprimir. Algunos de los dibujos de esas copias que ahora son únicas, están en este libro. La mayoría de los manuscritos que están en “Una hora de locura y placer” respondían a ese proyecto de novela, los había escrito pensando en pasarlos. Por eso aparece en ellos la investigación (el collage, la mezcla de textos distintos, las lapiceras distintas, las transcripciones. Esos son los textos que más nutren a “Una hora de locura y placer”. Mi respuesta a esa pregunta es que el día que los transcriba los textos aquí reunidos van a ser distintos. Cuando uno escribe, tacha, ese no borrar con el delete de la compu genera algo diferente.

-Hay algo de la disputa de esa materialidad con las pantallas en este trabajo, entonces.
– Algo. Sería muy lindo que se mantenga la escritura con lápiz, con lapicera y con la conciencia de lo que ocurre al escribir de esa manera, que sea a propósito. Yo no dibujo con lápiz casi, entonces no uso la goma de borrar y cada tachadura que hago en el texto queda muy evidenciada, de hecho, está muy evidenciado eso en este libro y esa situación te lleva también a veces a la definición del mismo del texto. Es como irse a la banquina o a veces salirte del camino para abrir un camino nuevo.

-Hacés plástica, música y literatura, ¿cómo conviven esas materialidades?
– Pienso en esto de la literatura, la música y la plástica como tres estados que se van cambiando, porque al final todo es agua. H2O. En vapor, líquida o sólida. Y el arte siempre es una manifestación de lo mismo, no importa cómo lo digas, no importa cómo se manifieste en uno, debería ser un lenguaje universal propio que exteriorizas como te sale. Para mí el arte sale más de una intención biológica de sacar algo afuera, que de decisión estética o intelectual. Es algo fisiológico, tiene que ver con la pulsión, con lo que el cuerpo te está diciendo y con hacer que eso fluya; aunque mucha gente tenga grandes declinaciones ante la posibilidad de esa liberación o de esa apertura hacia sus propios interiores. La elaboración viene después.

– Por otra parte, publicaciones como éstas -libro de artista, cuaderno de notas, novela gráfica- traen la pregunta de qué es y cómo leer: podés abrirlas en cualquier lado, empezarlas de atrás, leerlas al revés.
-Leo mucho los libros así, incluso novelas, por eso me gustan tanto los diarios o los libros de conversaciones, porque los podés agarrar en cualquier parte y seguir el hilo, y yo pretendía que un poco que este libro fuera así , que se pueda abrir en cualquier parte y que se pueda leer de cualquier manera.





Fuente Telam