Sin reconocer el triunfo de Sergio Massa. Sin felicitarlo, o acaso siquiera nombrarlo. Y anunciando sin decirlo explícitamente, pero explicándolo muy bien, la intención de hacer una alianza con el derrotado Juntos por el Cambio “para terminar con el kirchnerismo, esa organización criminal, lo peor que le ha pasado a la Argentina”. Así, pasadas las 11 de la noche, Javier Milei salió a explicar ante la prensa y sus seguidores lo que había pasado en la elección de anoche, un proceso democrático a cuyas reglas más básicas eligió no adherirse.
Ninguna encuesta predijo que Milei bajaría casi dos puntos desde las PASO (si se cuentan los votos de la misma manera, considerando solo los positivos). Pero mucho menos, la remontada de ocho puntos con la que sorprendió Unión por la Patria. Los números previos que manejaba La Libertad Avanza también estaban lejos de los que dieron las urnas. Advertían, sin embargo, un segundo lugar, aunque no por tanta diferencia. Para eso estaba montado –y continuará alimentándose en estos días– el “operativo desconfianza”: poner en duda los resultados alegando fraude.
Denunciantes
“¡Tuvimos 5.000 denuncias, nos afanaron 5.000 boletas!”, gritó el candidato en su segundo discurso, el que dio en la puerta del hotel Libertador, frente a los seguidores que se acercaron hasta la Avenida Córdoba y Maipú. En solo un par de horas el número había crecido un 10 por ciento: antes, el anunciado ministro del Interior en caso de que esta fuerza llegue al poder, Guillermo Francos, había oficiado de vocero. Sobre las 6 y media de la tarde había bajado a hablar de “4.500 denuncias” de irregularidades recibidas. Alrededor suyo, militantes de la fuerza reforzaban: “toda la tarde recibimos avisos de faltantes de boletas, de boletas rotas”, era la queja.
Hubo también declaraciones en el programa de Chiche Gelblung, el jueves. Y ayer, un sitio abierto para dejar anuncias anónimas, es decir sin validez según la ley. Hasta se habló de “veedores” de la extrema derecha internacional, que finalmente fueron simplemente invitados del día de la elección. La contundencia del triunfo de Massa dejó afuera la posibilidad de acudir a este plan B, que de todos modos quedó en remojo.
La casta perdió el miedo
En cambio, una cosa quedó clara: lo de “tiene miedo, la casta tiene miedo” (uno de los cantitos que se escuchó mucho más tibiamente que otrora en este búnker, a la hora de levantar los ánimos) corrió como una comprobación esta noche. Milei se lanzó muy concretamente a hablar de un pacto con los que hasta ayer eran denostados como “los siniestro amarillos”. Saludó y felicitó a Jorge Macri y Rogelio Frigerio. Comenzó a hablar mágicamente de “cambio”. Unió sus resultados directamente a los de Juntos: “Dos tercios de los argentinos votaron por un cambio”. “O cambiamos, o nos hundimos”. “Todos los que queremos un cambio tenemos que trabajar juntos, sin mirar atrás”.
Atrás, justamente, quedó aquello de “montonera tirabombas”, “los que causaron el desastre de 2001 y ahora se vuelven a presentar”, entre otras flores. “Estoy dispuesto a barajar y dar de nuevo, a hacer tábula rasa”, planteó el anti casta. Después volvió a su cita bíblica favorita, “Primer Libro de los Macabeos: la victoria en el combate no depende de la cantidad de las tropas, sino de la fuerza que viene del Cielo”.
No se vino el estallido
Silencio sepulcral. Caras de incredulidad. Mirada absorta en las pantallas. Ningún referente apareciendo por la sala de prensa. Ninguna música al palo celebratoria del tipo “Se viene el estallido”. La foto del bunker de La Libertad Avanza en el momento en que se conocieron los primeros resultados oficiales, ya con una tendencia definida, fue abismalmente opuesta a la que se vivió en este mismo hotel de La Libertad Avanza el 13 de agosto pasado. Pasadas las 9 y media de la noche, con amarga parquedad, Guillermo Francos bajó a dar el anuncio oficial. Antes, pasadas las 6, ya había admitido que veían una segunda vuelta instalada: “nunca hablamos de ganar en primera vuelta”, desmentía los dichos del propio Milei unos días antes.
Más temprano en la tarde, unos quince integrantes del Foro Madrid, el think tank del partido franquista y falangista español Vox, se arrimaron al salón. Además de integrantes de Vox, estaba la senadora de la extrema derecha colombiana María Fernanda Cabal, el ex canciller de Bolsonaro –obligado a renunciar junto al ministro de Salud por la pésima gestión de las vacunas en la pandemia- Ernesto Araujo, el senador del partido Nacional de Lacalle Pou Pablo Viana. Un grupo de jóvenes que lo acompañó mostraba orgulloso la bandera de los Treinta y Tres Orientales con la leyenda: “Libertad o muerte”.
Libre portación
También dio el presente Eduardo Bolsonaro, que se tomó todo el tiempo para recorrer el corralito de la entrada del hotel, donde se agolpaban los seguidores y los medios a los que se les negó la acreditación (hubo denuncias de Fopea y de la Asociación de Cronistas Extranjeros por este tema), y hablar aquí y allá. Un detalle llamó la atención: el bien visible pasador con forma de pistola que mostraba en su corbata. “Mi padre permitió que las personas tuvieran acceso a las armas de fuego y Brasil experimentó la caída más grande de su historia en números de asesinatos”, aseguró, contra toda evidencia. Página/12 le recordó que en el último tramo de la campaña, Milei se desdijo y se manifestó en contra de la libre portación de armas. “Ah, entonces voy a hablar con él”, sonrió el diputado brasileño.
Los dirigentes locales, en cambio, esta vez aparecieron menos. A la que se se vio por el búnker pero luego no apareció sobre el escenario fue a la candidata a diputada Lilia Lemoine, sobre la que llovieron críticas del propio espacio, y no por su último papelón, haber salido del cuarto oscuro con la boleta de Milei en la mano (ver aparte). El sobregiro machirulo de su proyecto de renuncia a la paternidad causó una grieta interna. “Su declaración lo único que hizo fue dañar. Nosotros somos un partido pro familia, eso dañó la imagen que tiene la gente de nosotros”, dijo a Página/12 Iñaki Gutiérrez, el responsable de la estrategia de redes del espacio.
“Libertad o kirchnerismo”, agrietaban las pantallas. La batalla de la hora queda planteada. Y las cartas que se empiezan a jugar, también.