“Me emociona poder ir finalmente a Buenos Aires. Voy con mi banda, por lo que les pido que se preparen para una noche muy especial y bailable”, despacha Masego, a medio camino entre el desahogo y la advertencia, apenas aparece al otro lado del Zoom. El músico nacido en Jamaica, pero que encontró en los Estados Unidos una nueva patria, era uno de los actos internacionales de la edición de 2020 de Lollapalooza Argentina. Sin embargo, el coronavirus tenía otros planes para él. Si en aquella ocasión le colgaba la chapa de “nueva promesa” de la música urbana, su nominación al Grammy en 2022, en la categoría de “Album de R&B progresivo”, lo consolidó como una de los noveles revolucionarios del groove.
De esto última da cuenta su más reciente álbum, titulado igual que él y disponible en las plataformas digitales de música desde marzo pasado. Si bien este domingo en la Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131) el foco estará puesto en ese repertorio, el cantante y saxofonista repasará a partir 20 algunos otros temas de una obra que se remonta a 2013. Aunque dos años más tarde, tras la aparición del EP The Pink Polo, el artista terminó da darle forma a una propuesta sonora a la que él mismo rotuló como “trap-house-jazz”. “El jazz es la base, y luego decido con cuáles estilos dialogará”, revela. “Si el jazz no existiera, las transformaciones sociales y culturales que conocemos no hubieran sucedido”.
Su visita a la capital argentina escolta a la de otros grupos y solistas milénicos que, al igual que él, recurrieron al jazz para establecer nuevas alianzas con otros géneros musicales. En ese sentido, destacan los casos de la británica Nubya García, del armenio Tigran Hamasyan o de los canadienses Bad Bad Not Good. “Los conozco a todos, son amigos míos”, resalta Masego. “Son músicos que se atrevieron a renovar el jazz. O al menos es lo que intentamos. Eso me parece muy bueno. El aporte que podemos brindarle al género parte de un enfoque creativo distinto. Estoy convencido de que la música es una manera de conectar, y nuestro trabajo se basa en encontrar puntos en común que nos acerquen”.
Hijo de pastores cristianos, Micah Davis, el nombre detrás del álter ego, tuvo en el gospel, el soul y el jazz que sonaba en las iglesias de Virginia, ciudad en la que pasó su adolescencia, la inspiración necesaria para decidir dedicarse en cuerpo y alma a la música. “Era un sentimiento muy fuerte, ¿sabés?”, dice. “Desde que era joven entendí que debía tomarme esto en serio, y convertirlo en el eje principal de mi vida. Sencillamente, soy un canal para transmitir el mensaje que me baja de la música”. Por eso no es fortuito que su más flamante álbum se llame Masego. “Cuando terminé de hacerlo y lo escuché, supe que se trataba de mi historia. Me pareció que no había mejor título que mi nombre”.
En estas 14 canciones, el cantante y saxofonista no sólo hace alusión a su vida profesional, sino también a la personal. “Con miedo en mis ojos, sobreviviré. Jugando a comer, orando a Dios. Tengo 14 dólares en mi billetera”, canta en “Sax Fifth Avenue”. Una muestra de que no le avergüenza compartir sus temores. “Aunque es exuberante y tiene elementos con los que la gente está familiarizada, creo que lo que es diferente en este álbum es la profundidad de la vulnerabilidad que sentí”, admite el músico de 30 años. Si en el bop de combustión lenta “Black Anime” se sumerge en las arenas movedizas del desamor, en la melodiosa “Cha Cha Slide” sueña con disfrutar de los lujos de un artista exitoso. Hasta que despierta, y vuelve a la realidad.
En tanto que la canción “Who Cares Anyway” revela sus frustraciones con la estructura de la industria musical. “Cuando aspiré por primera vez a ser parte de esto, imaginé que iba a ser diferente. Desde la forma en que funciona hasta cómo ganar cosas y mejorar el negocio”, evoca Masego, que considera que en este trabajo discográfico consiguió subir la vara de sus letras y habilidad musical. “Supongo que como cualquier chico que sueña con hacer arte, pensé que el dinero era el objetivo. Después de entender un montón de situaciones, cambió mi perspectiva sobre eso. Mientras encientres las relaciones adecuadas, la industria de la música es algo fácil de hacer. No es muy diferente a cualquier otro ámbito de la vida”.
Pese a que al principio fue aterrador para él, Masego asimiló que su dinámica evolutiva quedaría reflejada en sus discos. “Mi crecimiento como persona y como artista me parece que se nota. No sólo en los discos, sino también en los shows en vivo”, explica quien encontró el reconocimiento en 2018, luego de que su single “Tadow”, en el que colabora el artista francés de nü jazz FKJ, se transformara en su primer hit. De lo que sí estuvo seguro siempre fue de sus orígenes: “En Jamaica crecí en medio de la pobreza, por lo que aprendí el valor de las cosas. Y luego en Estados Unidos descubrí los privilegios. Entendí todo los que podés hacer cuando tenés acceso a los recursos. Ambas perspectivas me acompañan en mi vida y en mi música”.
Al igual que este articulador del “trap-house-jazz”, otro nativo de Kingston (capital jamaicana), establecido en la nación norteamericana, hizo historia en la música. Se trata de Kool Herc, DJ que hace 50 años fijó el acta fundacional del hip hop al organizar en Nueva York el primer evento del género. Medio siglo más tarde, el cantante y saxofonista reflexiona: “Creo que el hip hop es el mayor productor cultural de exportación que tiene en este momento los Estados Unidos. Me alegra que Nueva York, al igual que otras ciudades de la Costa Este del país, hayan influido en todo el mundo. Cuando salgo de gira, veo que esa narrativa tomó su propio camino. Y eso me parece que vale la pena celebrarlo”.