El periodismo en la Argentina ha perdido una de sus voces más lúcidas, insidiosas y racionales. Una voz de mujer que hacía pensar y hacía reír. La voz altisonante de Mariana Moyano, la dura panelista de “6, 7, 8”, la eximia analista de medios que supo volcar sus audacias en libros como Sintonía fina, relato de los años kirchneristas: la política en estado de puro rocanrol (Ciccus, 2016) o Trolls S.A.: la industria del odio en internet (Planeta, 2019), ya no incomodará desde los podcast donde ofrecía su visión nada complaciente pero siempre enriquecedora sobre la política y la actualidad.

Mariana Moyano falleció este miércoles. Había nacido un 8 de octubre. “El mismo día que Perón” solía decir. Su pasión y su militancia se reunían en el
peronismo y los derechos humanos. El suplicio de su muerte comenzó justamente este 8 de octubre cuando celebraba su cumpleaños 54, y la mudanza a una casa nueva. En un barrio, como le gustaba: había elegido Flores, casi en los arrabales de su cosmopolita Buenos Aires.

Y en la terraza de esa casa ocurrió el fatal accidente doméstico que la llevó a la terapia intensiva del Instituto del Quemado: un pequeño brasero para maderas aromáticas provocó tal explosión que fue trasladada de urgencia al Hospital Vélez Sarsfield, con la mitad de su cuerpo afectado. Era una mujer fuerte. “La estaba peleando”, confirmó su familia. Pero la descompensó una infección intrahospitalaria: “una neumopatía de la cual no pudo ser reanimada”, según dice de ella, tan cálida y apasionada siempre, el frío parte oficial.

Su vocación era el análisis de medios. Y en su memoria, los mensajes en redes sociales sumaron afectos, recuerdos y homenajes de referentes de la comunidad política e intelectual, “del campo popular”, desde el presidente Alberto Fernández al ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, Agustín Rossi y Juan Manuel Abal Medina. Desde Cynthia García a Gustavo Silvestre pasando por Martín Guzmán, entre tantos otros.

Mariana exponía su vocación militante en forma masiva desde que en 2008 redactó el informe sobre la cobertura del “conflicto por la 125”, que realizó la Universidad de Buenos Aires cuando los productores rurales del campo concentrado salieron a las rutas contra las retenciones móviles dispuestas por el gobierno de Cristina Kirchner. A partir de esa visibilidad, Mariana, la activista, pudo profundizar sus análisis en 2009 en los debates sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Quizá uno de las experiencias sociopolíticas de mayor alcance en su performance como investigadora y comunicóloga. Porque su devenir profesional crecería masivamente sobre su racional, original y cuestionador discurso periodístico. 

Su luz brilló en la pantalla de TV. Se distinguió como columnista de distintos ciclos de tevé abierta, desde el noticiero de la TV Pública al emblemático “6, 7, 8”. Y se transformó en una celebrity, a pesar de su espíritu “maradoniano antisistema”. Allí imprimió su sello, y lo desplegó en la radio. Desde Radio Nacional, Radio 10, Del Plata, América, FM La Patriada, a la AM530. Mariana “hacía pensar” a las audiencias. Como en las notas gráficas que publicaba ya en grandes medios, desde Clarín a Página/12, El Cronista o Tiempo Argentino; o en revistas como La Maga, Tres Puntos o El Planeta Urbano.

La devoción por la política, por la cultura popular, “por River y por el whisky” -se definía-, la identificaban. Era tan estricta en su rigurosidad profesional, como era de infranqueable la terquedad en la razón que ostentaba; o la disconformidad con la que se plantaba ante lo irracional de ciertos fenómenos mediáticos y políticos. Mariana se dedicaba a encontrar explicaciones en la aparente irracionalidad del mundo mediatizado. Y apelaba al humor para bajar al llano el revés de los discursos públicos y su impacto en las audiencias y en los usuarios de redes sociales. Transicionó a lo digital precozmente. Estaba en la vanguardia.

Con “Es al Revés”, su podcast en Radio 10, y el “¿Ahora qué pasa?” en la plataforma de Télam, consolidó un perfil de youtuber o influencer política –odiaría esta definición–, con miles de seguidores tan cuestionadores como ella. Y tan pensantes. Su activismo mediático nacido en la TV se había digitalizado y creció exponencialmente en la red.

Al podcast “Anaconda con memoria”, le otorgó este invierno el sugestivo título de: “¿Trabajás o estudiás? y el voto amante”. Era una especialista en atraer con la palabra. Y jugarlas con la realidad. Es famoso su tuit -añejo ya- con una foto suya al lado de Hebe de Bonafini, en la ronda de las Madres en Plaza de Mayo. El epígrafe decía: “¡Mamá llegue!”. El humor la movilizaba. Y la preocupación por lo social.

Su sólida formación académica la llevó a ser “una profe” exigente pero amigable. Fue docente en la carrera de Ciencias de la Comunicación Social de la UBA, de la que había egresado en 1988. Y actualmente dictaba, además, un seminario sobre “el terreno donde más cómoda se sentía: el territorio digital, tal como lo hacía en su podcast ‘Anaconda con memoria’”, repasaron hoy desde el gremio de docentes universitarios Feduba. Para agregar: “Vamos a extrañar su insistente discusión respecto de cómo entrar a la conversación pública en el terreno digital, vamos a extrañar sus análisis políticos. Perdimos una periodista y una docente. Perdimos todes”, la despidieron.  

Flotando en el ambiente, al ritmo de sus tacones sobre los pasillos y las aulas de la universidad, quedan anécdotas, historias, reclamos y risas. Quedan palabras sencillas de enorme trascendencia como cuando una joven quiso sacarse una foto con ella, en un acto político, mientras a su lado estaba Hugo Yasky, quien todavía no era diputado nacional. Entonces Mariana dijo: “También con él, yo solo estoy en un programa de TV, él hace historia”, y abrazando al dirigente sindical, posó para la foto, con la misma sonrisa que eternizó en el imaginario colectivo “sembrando un semiólogo en cada esquina”, su definición de la labor que asumía en la construcción democrática un ciclo como su recordado “6, 7, 8”.    



Fuente-Página/12