Silvia Rodríguez, Miguel Reyes y Pedro Suruguay tienen más de 50 años y son los primeros egresados de la secundaria campesina con orientación en Agroecología de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT), en la localidad de Jáuregui, donde cumplieron el sueño de terminar sus estudios con un modelo de educación inédito en el país que ahora esperan repetir en la universidad mientras buscan impulsar una producción sustentable y “sin venenos” en una de las colonias agroecológicas más grandes de la provincia de Buenos Aires.
“Hicimos el esfuerzo y lo logramos, así que estamos contentos”, aseguraron a Télam los egresados en una recorrida por las 53 hectáreas sembradas de la Colonia Agrícola “20 de Abril-Darío Santillán”.
A unos 80 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, en la localidad de Jáuregui del partido de Luján, funciona la escuela agroecológica de la colonia, que otorga títulos oficiales y constituye una experiencia pionera en su tipo que ya comenzó a replicarse en otras ciudades.
Para acceder a la colonia hay que ir hasta el kilómetro 75 de la Ruta 5 y tomar un camino de tierra que se va cubriendo por copas de árboles hasta llegar a un edificio de estilo inglés de colores ocre y grisáceo, el antiguo Instituto Ramayón López Valdivieso que fue un psiquiátrico, cárcel de mujeres, centro de menores y hoy es la sede de la escuela después de años de abandono.
“Siempre quise estudiar, pero no tuve nunca la posibilidad porque de chico empecé a trabajar”, dijo a Télam Miguel Reyes, de 60 años, encargado del almacén ubicado en la entrada de la colonia, a pocos metros del edificio central.
“Terminar la secundaria es un logro que tenía pendiente; es una gran alegría”, remarcó sonriente el productor que finalizó sus estudios junto a su hijo de 26 años.
En una jornada de semana a media mañana, verduras de colores vibrantes inundaban el almacén de la colonia, que recibe a los vecinos de la zona y hasta porteños que buscan esos productos porque son frescos y sin ningún químico.
Entre cajones de repollos de un violeta intenso y zapallos ancos más naranjas que los que pueden verse en cualquier verdulería, Miguel explicó que en la colonia están prohibidos los agroquímicos y solo utilizan bioinsumos caseros como insecticidas preparados con ají, ajo y vinagre.
Miguel es uno de los siete egresados de la primera promoción de estudiantes secundarios de la Escuela Campesina y también uno de los fundadores de la UTT, organización nacional que surgió en el 2011 y nuclea a más de 20.000 familias productoras de alimentos en 20 provincias.
Sobre cómo se organizó para estudiar, Miguel contó: “Teníamos que entrar a la escuela a las 13.30, salíamos a las 17 y, de ahí, otra vez al campo. Después, a la noche pegaba una repasada y hacía tareas”.
“Hay que estudiar para defenderse porque hay gente que piensa que los campesinos somos brutos, pero no es así”, añadió mientras su voz se mezclaba con el sonido de los pájaros y el canto potente de los gallos.
De su experiencia como alumno, a Miguel le molestaba que algunas personas cuestionaran que siguiera estudiando a su edad. “Pero yo les decía: ‘¿Qué tiene que ver que sea grande?’. No todo en la vida es la quinta, y el estudio sirve para poder desenvolverte en las cosas que no hacés en el campo”, señaló.
Miguel vive con su esposa, Rosalía Castillo, en la primera casa del predio. En total son unas 53 familias y a cada una le pertenece una hectárea para el cultivo de verduras.
La colonia se fundó el 20 de abril del 2015, luego de que el Gobierno nacional le cediera a la UTT las tierras fiscales. Desde entonces, los pequeños productores venden su cosecha “a precios justos” en el almacén, los nodos de la UTT y también realizan envíos a domicilio por Luján.
Una de las opciones que más venden es el bolsón de 6 a 7 kilos de verduras agroecológicas surtidas que cuesta 1.800 pesos. De ese total, 1.350 son para el productor, 270 para gastos de comercialización y sueldos, 108 de aporte a la colonia y 72 para cubrir la logística.
En la parcela de Miguel y Rosalía pueden observarse largos surcos y montículos de tierra donde emergen algunos alcauciles: “Les falta todavía”, dijo Rosalía con ojo clínico mientras trabajaba agachada con un zapín en la mano, una herramienta similar a un rastrillo, ideal para sacar malezas.
A sus 57 años, Rosalía recién está aprendiendo a leer y escribir en la primaria para adultos de la colonia. “Yo nunca había ido a la escuela, así que me encanta ir y también la señorita es muy buena. Antes no podía mandar mensajes en el celular, pero ahora sí”, contó.
Cuando llegó el sol abrasador del mediodía, el recorrido siguió por caminos boscosos hasta volver edificio de la escuela.
“Gracias a Dios terminé este año. Es emocionante porque pensé que no iba a poder”, dijo Silvia Rodríguez con orgullo y una sonrisa inmensa.
Silvia, de 52 años y oriunda de Bolivia, fue elegida como mejor compañera y también tuvo el honor de portar la bandera nacional en el acto de egresados.
“Yo soy mamá de cinco chicos, pero ya están grandes, así que ahora tengo todo el tiempo para mí. Esta era mi oportunidad”, aseveró en el patio de la escuela que tiene en una de sus paredes pintada la frase “Tierra, trabajo y cambio social”.
Entre las razones que la llevaron a estudiar, contó que no quería que nadie la “llevara por delante” y también quiere ayudar a sus nietos con las tareas escolares.
La productora remarcó que la instalación de la escuela fue posible gracias a la iniciativa de “el profe”, el apodo por el que todos conocen a Gustavo Manfredi, coordinador del centro educativo y referente del área nacional de Educación de la UTT.
Gustavo llegó hasta el almacén de la colonia como un comprador más, pero cuando le comentó a un vecino que era docente, le preguntó si no se animaba a enseñar a leer y escribir a los productores porque muy pocos sabían.
“Ahí nació el taller de alfabetización. La sorpresa fue que cada vez que venía había unas 20 personas esperándome con un cuadernito en la mano”, contó a Télam Gustavo.
Como los alumnos mostraron su interés por alcanzar un título válido, la UTT realizó un convenio con la Municipalidad de Luján para abrir en la colonia una extensión oficial de un centro educativo de adultos.
“Cuando terminé la secundaria no lo podía creer. Algunos abandonaron porque tenemos el trabajo y hay días que salimos agotados”, dijo Pedro Suruguay sentado en unos de los bancos del aula donde cursó los últimos años.
Pedro, de 56 años, creció en el norte de Salta y trabaja en el campo desde que tiene noción. Antes de llegar a la colonia trabajó en las quintas del cordón hortícola de La Plata, donde en las últimas décadas gran parte de los cultivos al aire libre fueron reemplazados con invernáculos.
“Cuando uno entra en los invernáculos ya siente el olor a veneno, a los químicos. Ahí vivía con dolor de estómago y de cabeza, siempre tomando pastillas”, contó el hombre y agregó que cuando llegó a la colonia vivió un “cambio total” porque ya no le duele nada.
Después de haber completado la primaria y la secundaria, los productores se preguntan cuándo empezarán la universidad.
Según confirmó a Télam Gustavo, la UTT firmó recientemente un convenio con la Universidad Nacional de Luján para lanzar una diplomatura en Agroecología y Soberanía Alimentaria.
Con el sueño de integrar una universidad campesina, los egresados expresaron su deseo de continuar el proyecto educativo en la colonia. “Siempre es lindo saber más”, concluyeron.