Hubo cierre de ceremonia a toda orquesta. Y el encargado de dirigirla fue un tal Lionel Andrés Messi, que aprovechó el segundo amistoso de esta fiesta inolvidable en el país de la Selección campeona del mundo para seguir haciendo historia de la más grande. Aquí, en una Santiago del Estero totalmente rendida a su figura, ante más de 40 mil espectadores y a exactos cien días de haber levantado la Copa en Qatar, el capitán celeste y blanco marcó su gol número 100 con la Argentina ante la muy débil Curazao. Pero Leo tiene un serio problema y es que no puede tomarse ningún partido a la ligera aunque sea de exhibición por eso fue por más y clavó un triplete en el show de la Scaloneta que goleó 7 a 0 sobre el césped del Estadio Único Madre de Ciudades. Ya suma 102 gritos en 174 compromisos con el escudo de la AFA en el pecho. Inagotable. Inigualable.

No se calma, Messi. Nunca. No para. Nunca. No saca el pie del acelerador porque esa es su esencia, la de ir siempre por más, la de ser una máquina de competir al más alto nivel sin importar a quién tenga en frente. Por eso salió a jugar en la calurosa noche del Norte argentino en modo Mundial. Dueño total del fútbol, el 10 se mostró enchufadísimo desde el vamos y fue imparable para la demasiada frágil defensa curazoleña. A los dos minutos ya le había puesto una asistencia inmejorable a Lautaro Martínez que falló con el arco libre en el área chica.

Pero estaba marcado: el primero de la jornada lo tenía que hacer Messi. Lo curioso fue que lo hizo con la derecha, su pierna menos hábil. Robó Germán Pezzella en el medio y Giovani Lo Celso lo encontró al mejor del mundo que enganchó y le dio con la derecha. Las pantallas del estadio inmediatamente ilustraron el número 100. Fue también, para la estadística embanderado con la pilcha de su país, su décimo tanto con la pierna diestra y el número 102 en toda su carrera.

Ya había tenido un par de remates que le había tapado el arquero Eloy Room. Por un instante pareció que el encuentro podría presentársele trabajoso como ante la cerrada última línea de Panamá el jueves pasado en el Monumental. Pero Leo se encargó de pulverizar cualquier ilusión de Curazao de robarse la atención.

El árbitro, el uruguayo Gustavo Tejera, tomó la pelota del gol de Messi mientras el crack rosarino estaba siendo felicitado por todos sus compañeros y se la entregó a un colaborador para que la guardara bajo una fuerte custodia. El capitán la quería para su colección. También, al final del partido, fue el propio Leo el que le pidió cambiarle la camiseta al arquero Room. Claro, también quería quedarse con el recuerdo de su víctima centenaria.

Lo que no se imaginaba es que además se iba a llevar otra por el hat-trick que completó luego. Esos tres goles los hizo en un lapso de 17 minutos. Nicolás González, el autor del 2-0, se vistió de asistidor para el tercero de la Selección, el segundo de la Pulga, que esta vez sí definió de zurda. Con todo resuelto, no tiró el freno de mano jamás. Y metió otro: pase magistral de Gio Lo Celso por arriba, que lo dejó al 10 mano a mano. Infalible, Messi facturó contra un palo.

Así, va dejando cada vez más atrás a Gabriel Omar Batistuta, el segundo goleador histórico del conjunto nacional con 54 anotaciones. Tercero está Sergio Agüero (42) y luego aparecen Hernán Crespo (35), Diego Armando Maradona (32) y Gonzalo Higuaín (32). Todos ya retirados. Y eso que pudo haber hecho más goles Messi en la noche de Santiago. Un tiro libre se le fue desviado. El arquero le tapó un mano a mano tras una linda asistencia de Ángel Di María y otro zurdazo violento contra un palo. Y le cedió el penal del sexto tanto albiceleste justamente a su amigo Fideo.

Pasaron 17 años desde su debut en la red con la Selección. Messi convirtió por primera vez en 2006 contra Croacia. Sus gritos pintado de celeste y blanco se distribuyen así: 13 en mundiales, 13 en Copa América, 28 en Eliminatorias y 48 en amistosos. Y para sus registros, sumó a Santiago del Estero como una de las ciudades en las que anotó: ya había convertido en Buenos Aires (18), claro, en Mendoza (3), en San Juan (3), en Córdoba (2) y uno en La Plata.

El fin de fiesta fue perfecto. Lionel Messi levantó una vez más la Copa de su vida adelante de los argentinos, recibió una plaqueta y una camiseta especial de parte de Claudio Tapia, presidente de la AFA, y dio la vuelta olímpica junto a sus compañeros a puro salto y canto. Esta vez no estuvo su familia, pero sobró la emoción porque el reconocimiento va de la mano de lo que el propio Messi sigue regalando adentro de la cancha.

Fueron ocho días que se guardará para siempre en un costado especial de su corazón. Hizo todo lo que quería ser. Fue -es- amado por los suyos. Se entregó en cuerpo y alma a ese brutal afecto y lo devolvió con lo que sabe hacer: jugar al fútbol y hacer goles. En River llegó a los 800 en toda su carrera y aquí, en una Santiago convulsionada por su presencia, pasó la barrera de los 100 con la ropa que mejor le queda, la de la Argentina.

“Qué forma más linda de cerrar estas fechas. Impresionante hoy toda la gente en Santiago del Estero. ¡¡¡Ojalá que podamos seguir compartiendo juntos muchos momentos como estos y que esta locura no se termine nunca!!!”, posteó Messi en su Instagram tras evitar tomar el micrófono en el campo de juego. 

Historia pura. Idolo eterno que sigue ofreciendo hazañas imborrables jugando con una pelota. Será momento de volver a París, en donde escuchó silbidos antes de cruzar el Atlántico. Se va cargado de amor argentino. El que más necesita. El que mejor le hace.

Santiago del Estero. Enviado especial.





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