Esta semana se estrenó en las salas argentinas “Chicas pesadas”, película que en principio no estaba anunciada por la distribuidora local (UIP), pero que a partir del éxito en el resto del mundo (costó 36 millones de dólares y ya recaudó casi 100 millones) finalmente fue lanzada de urgencia. Se trata de una adaptación del musical en Broadway en 2018, que a su vez estaba basado en el film homónimo de 2004 (hoy ya de culto) con Lindsay Lohan y Rachel McAdams (disponible en Netflix).
“Chicas pesadas” (la original, 2004)
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Más allá de las obvias actualizaciones que propone la flamante película (como el uso permanente de teléfonos celulares con imágenes que luego se viralizan en redes sociales), estas nuevas chicas pesadas (las antagonistas son la bienintencionada Cady Heron de Angourie Rice y la despiadada Regina George de Renée Rapp) mantienen buena parte de las características, personalidades y actitudes de aquel film estrenado ya dos décadas atrás.
Es que, tanto en una propuesta de este tipo más ligada al artificio del género musical como en acercamientos de impronta más realista, las películas sobre adolescentes siguen funcionando esencialmente con las mismas temáticas de siempre (angustia existencial, inseguridades, adicciones y traumas varios, búsqueda de la construcción de la identidad, códigos grupales, bullying, desventuras escolares, rituales de iniciación sexual, contradicciones y rebeldía frente al universo adulto), apelando incluso a clichés y estereotipos que pueden generar indentificación y empatía o sirven como disparadores para un humor muchas veces negro.
En la historia
Si bien podríamos remontarnos hasta “Reblede sin causa”, el film de Nicholas Ray de1955 que definió a un mito y a un ícono juvenil como James Dean (murió ese mismo año, con tan solo 24) o citar muy populares acercamientos a la música y el baile como “Grease” o “Footloose”, lo cierto es que la gran década de las películas (sobre todo comedias) juveniles fue la de 1980 con varios clásicos de John Hughes como “Se busca novio” / “Sixteen Candles” (1984), con Molly Ringwald; “El club de los cinco” / “The Breakfast Club” (1985); “La chica explosiva: Ciencia loca” (1985); y “Un experto en diversión” / “Ferris Bueller’s Day Off” (1986), con Matthew Broderick; pero también de esa época son desde la saga de “Porky’s” hasta “Despedida de soltero” (1984), con Tom Hanks; “Cuenta conmigo” (1986), de Rob Reiner, con otro astro prematuramente desaparecido como River Phoenix; o “Escuela de jóvenes asesinos” / Heathers” (1988), con Winona Ryder, Christian Slater y Shannen Doherty.
John Hughes, de todas maneras, no fue el único cineasta que sintonízó con ese espíritu adolescente tan frágil y magnético a la vez. Amy Heckerling concibió films insoslayables como “Picardías estudiantiles” / “Fast Times at Ridgemont High” (1982), con Sean Penn y Jennifer Jason Leigh; y “Ni idea” / “Clueless” (1995), con Alicia Silverstone, mientras que Gregg Mottola dirigió películas clave como la disparatada comedia de enredos “Súper cool” / “Superbad” (2007), con Jonah Hill, Michael Cera y Christopher Mintz-Plasse; y la romántica “Adventureland: Un verano memorable” (2009), con Jesse Eisenberg y Kristen Stewart.
También en los años ’90 llegaría otra saga ligada al despertar sexual como la de “American Pie”; y la década siguiente traería desde “El diario de la princesa” (2001), con Anne Hathaway, hasta “Ghost World” (2001), de Terry Zwigoff, con Thora Birch y Scarlett Johansson; y “Juno” 2007), de Jason Reitman, con Ellen (luego Elliot) Page y Michael Cera.
Casi no hay gran director que no haya abordado de alguna manera las vivencias juveniles: Francis Ford Coppola presentó en 1983 dos intenso retratos como “La ley de la calle” / “Rumble Fish” (1983), con Matt Dillon, Mickey Rourke, Diane Lane y Nicolas Cage; y “Los marginados” / “The Outsiders”, también con Dillon, Lane, Ralph Macchio, Patrick Swayze, Rob Lowe, Emilio Estevez y un tal Tom Cruise.
Su hija Sofia los retomaría tanto en “Las vírgenes suicidas” (1999) como en “Adoro la fama” (2013), mientras que la lista sigue con John Waters (“Cry Baby”, musical de 1990 con Johnny Depp), Cameron Crowe (“Casi famosos”, road movie rockera de 2000 con Patrick Fugit, Billy Crudup y Kate Hudson), Alexander Payne (“Election”, de 1999, con Matthew Broderick y Reese Witherspoon), Richard Linklater (desde “Rebeldes y confundidos” hasta “Boyhood: Momentos de una vida”); Paul Thomas Anderson (la reciente “Licorice Pizza”); y Greta Gerwig con “Lady Bird”, una historia con bastante de autobiográfico con Saoirse Ronan y Timothée Chalamet (otra fulgurante estrella joven que también trabajó en varias historias adolescentes con el italiano Luca Guadagnino).
La literatura clásica, desde William Shakespeare hasta Jane Austen, fue la excusa para múltiples films juveniles: “Mi mundo privado” (1991), de Gus Van Sant, con el mencionado River Phoenix y Keanu Reeves, “Romeo + Julieta” (1996), de Baz Luhrmann, con Leonardo DiCaprio y Claire Danes; o “10 cosas que odio de ti” (1999), con Heath Ledger, Julia Stiles y Joseph Gordon-Levitt, por citar solo algunos.
Y si al inicio de esta columna sosteníamos que el género de las comedias juveniles está lejos de morir es porque en los últimos tiempos fue reciclado y felizmente renovado con películas como “La noche de las nerds” / “Booksmart” (2019). La ópera prima como directora de la reconocida actriz Olivia Wilde protagonizada por las encantadoras Kaitlyn Dever y Beanie Feldstein regaló un desparpajo, una irreverencia pero tambén una empatía y sensibilidad que la convirtieron en un clásico instantáneo.