El triunfo del candidato libertario abre un universo de pesimismo e incertidumbre en la comunidad científica y universitaria argentina. Durante la campaña, Javier Milei prometió eliminar el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y privatizar el Conicet. También adelantó que convertiría al Conicet en una “oficina”, y que a su cargo estaría el veterinario y clonador Daniel Salamone. Aunque lo que pueda suceder de aquí en adelante representa una incógnita, todavía permanece fresca la pintura durante el macrismo: un cóctel que combinó un fuerte ajuste presupuestario, la degradación de la cartera científica a rango de secretaría y, para completar, un golpe simbólico dado por discursos que cuestionaron las funciones de la ciencia en la sociedad.
“Obviamente que estamos muy tristes por el país y por nuestra institución. Espero que las autoridades que asuman el 10 de diciembre entiendan que la ciencia, la tecnología y la innovación son indispensables para tener una nación mejor. Espero, también, que tomen en cuenta a todas las personas de gran calidad que trabajan en nuestras instituciones científicas y universidades”, señala la presidenta del Conicet, Ana Franchi, ante la consulta de Página 12. Como eco atrapado, una y otra vez vuelve la imagen de Domingo Cavallo, el ministro de Economía de Carlos Menem que en 1994 mandó a la (ahora ya fallecida) investigadora Susana Torrado “a lavar los platos”. De hecho, un informe de 1993 confeccionado por el Banco Mundial proponía privatizar el Conicet porque de esa manera se “abolirían” más de 5 mil puestos de trabajo y posiciones del presupuesto público”. Una mirada colonial, se advierte, podría volver a imponerse.
Publicado de manera reciente, es ilustrativo el párrafo de un artículo que el bioquímico del Conicet, Alberto Kornblihtt, escribió para la revista Chemistry Today: “El triunfo de Milei no es una buena noticia para la ciencia, las universidades, la salud y educación públicas, las políticas ambientales y los derechos humanos en Argentina. Si cumple sus promesas, no solo los recortes presupuestarios para la investigación serán enormes, sino que también instituciones como el Conicet corren el riesgo de ser desmanteladas, con la consecuencia obvia de una fuga de cerebros”. Y continúa: “Milei trae un programa económico y político de derecha que se asemeja al de la última dictadura (1976-1983) pero con la diferencia de contar con un apoyo popular masivo y haber alcanzado el poder mediante elecciones democráticas”.
Cuestión de tiempos
La mala noticia –como plantea Kornblihtt– se vincula, precisamente, con una cuestión de tiempos. La promoción de la ciencia y la tecnología requiere de tiempos largos, con independencia de la voluntad de los gobiernos de turno. La historia reciente del país, sin embargo, ha demostrado lo contrario: los vaivenes, los avances y los retrocesos, se correspondieron con la llegada al poder de signos políticos que, de manera alterna, apoyan y rechazan el trabajo de los investigadores y las investigadoras de bandera.
“La ciencia y la tecnología están absolutamente en peligro, en riesgo total, como está en general la sociedad argentina. Todavía estoy bajo un sortilegio de azoramiento, de estupor. Es probable que lo primero que aparezca es la limitación de los recursos, el pronóstico que tengo es el peor. Sin embargo, nada de esto me va a impedir participar de todos los actos de resistencia. Vamos a tener que prepararnos”, opina Dora Barrancos, socióloga y exdirectora del Conicet por el área de Ciencias Sociales.
En el balotaje se ponían en discusión dos modelos: uno que apuntaba a la producción autóctona de conocimiento con el objetivo de que pudiera engarzarse al aparato productivo para orientar un camino soberano e inclusivo; y otro, el que finalmente terminó primando con el triunfo de Milei, que apunta a no fomentar la ciencia doméstica, bajo el argumento de que no es necesario. Si bien para algunos fue una sorpresa, había otros se veía venir. “El resultado electoral no me sorprendió, era de quienes pensaban que la elección tenía un final abierto. Ahora con el resultado creo que hay que tener calma y evitar reacciones impulsivas. Como científico social siempre digo que ‘lo primero es escuchar’. Escuchar y tomar registro. Algo parecido pienso como ciudadano”, confiesa Mario Pecheny, director del Conicet por el área de Ciencias Sociales.
Luego Pecheny completa: “Hoy hay temor en gran parte de la comunidad científica y universitaria. Pero hay que saber también que parte de esa misma comunidad votó por la propuesta electoral que ganó. Por eso este momento no es solamente de balances sino de pensar bien cómo defender y cómo explicar el valor que tiene nuestra actividad para cualquier proyecto de desarrollo y de convivencia”.
Miedos e incógnitas
En los meses que siguen se verá cómo se defienden leyes fundamentales sancionadas durante el gobierno de Alberto Fernández. La referencia es para la Ley de financiamiento del sector, que asegura el incremento del porcentaje del PBI anualmente hasta llegar al 1 por ciento hacia 2032; y, por otra parte, la norma vinculada al Plan 2030 (debatido ampliamente en múltiples sectores de la sociedad) que establece las líneas estratégicas y prioridades a impulsar. Al respecto, Pecheny comenta: “La Ley de financiamiento garantiza materialmente que podamos seguir trabajando en ciencia; calculo que se respetará la ley, al menos eso espero. También espero que se sigan respetando las libertades básicas tan caras al liberalismo, que incluye la libertad académica y de pensamiento”.
Otras de las dudas es la articulación que tendrán lo público y lo privado. La impronta que Javier Miliei anuncia para su gobierno se vincula con una profunda privatización transversal a todos los ámbitos. Si bien la ciencia requiere de inversiones privadas para poder desarrollarse, el apoyo inicial (en casi todos los ejemplos de avances virtuosos) suele estar dado por el Estado. Si el Estado se retira, el primer envión puede que no exista. La vacuna argentina contra la covid Arvac “Cecilia Grierson”, el proyecto de lanzador espacial “Tronador II”, el diseño de alimentos probióticos, los tratamientos contra el cáncer y vacuna contra el Chagas, algunas de las tantas líneas que requieren del hombro estatal para prosperar y que a partir del 10 de diciembre quedarán desprotegidas.
En las sociedades actuales del conocimiento, tanto los gobiernos de derecha como los de izquierda conocen la necesidad de sostener la ciencia. Incluso algunos de los principales aliados referidos por el presidente electo, como Estados Unidos e Israel, entienden lo imprescindible que es fomentar el trabajo de los cerebros autóctonos.
Sobre esto, el inmunólogo del Conicet Gabriel Rabinovich, subraya: “La ciencia y la tecnología deben ser una política de Estado. Lo más importante es cuidar el capital humano tan valioso que tenemos, particularmente a los jóvenes científicos”. Tan solo el Conicet (sin contar las que componen el resto de las instituciones científicas y tecnológicas), entre investigadores de Carrera (ya ingresados), becarios y técnicos hay casi 30 mil profesionales hipercalificados. Formados, por lo general, en la educación pública (durante 15 años o más) reciben jugosas oportunidades del exterior. Incluso desde una racionalidad mercantil sería deseable que no se marchen. Sin embargo, la razón del mercado, ya se ha visto otras veces, suele ser necia y caprichosa”.