El duelo legal entre la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC) y Kraken, un importante intercambio de criptomonedas, parece otro intento equivocado de la SEC de ejercer control sobre una industria que desafía fundamentalmente un manual regulatorio obsoleto. La demanda de la agencia, presentada en noviembre, acusa a Kraken de operar como una bolsa de valores no registrada.
La demanda no es sólo una repetición de los fracasos pasados de la SEC. También es un ejemplo evidente de extralimitación regulatoria que no logra captar la esencia de las criptomonedas. Refleja las acciones de la agencia contra Coinbase, que marcan un patrón de regulación agresiva que es a la vez ineficaz y contraproducente. En su caso contra Coinbase, las acusaciones de la SEC implicaban de manera similar operar como una bolsa de valores no registrada. Este enfoque malinterpreta fundamentalmente la naturaleza de los intercambios de criptomonedas.
La demanda no es sólo una repetición de los fracasos pasados de la SEC. También es un ejemplo evidente de extralimitación regulatoria que no logra captar la esencia de las criptomonedas. Refleja las acciones de la agencia contra Coinbase, que marcan un patrón de regulación agresiva que es a la vez ineficaz y contraproducente. En su caso contra Coinbase, las acusaciones de la SEC implicaban de manera similar operar como una bolsa de valores no registrada. Este enfoque malinterpreta fundamentalmente la naturaleza de los intercambios de criptomonedas.
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A diferencia de las bolsas de valores tradicionales, plataformas como Kraken ofrecen una amplia gama de activos digitales que no encajan perfectamente en el marco de los valores. Esta clasificación errónea por parte de la SEC revela una falta de comprensión de las características únicas de las criptomonedas, que funcionan como activos descentralizados, a menudo con características de utilidad o similares a las de una moneda en lugar de valores convencionales.
Una de las cuestiones más llamativas es la ausencia de neutralidad tecnológica: el principio de que los marcos regulatorios deben aplicarse por igual a todas las formas de tecnología, sin favorecer ni penalizar a ninguna en particular. Al imponer a las criptomonedas el molde de los valores tradicionales, la SEC no sólo está aplicando mal las leyes, sino que también muestra un claro sesgo contra los activos digitales. Esta falta de neutralidad no sólo obstaculiza la innovación, sino que también ataca injustamente a las plataformas que se esfuerzan por trabajar dentro del panorama regulatorio.
La postura agresiva de la SEC corre el riesgo de alejar los negocios de los EE. UU. hacia jurisdicciones más amigables con las criptomonedas. Este fenómeno, conocido como arbitraje regulatorio, podría provocar que Estados Unidos pierda su posición como líder en innovación tecnológica. La industria de la criptografía es global y la regulación excesiva en un país simplemente empuja a las empresas a reubicarse, llevándose consigo sus beneficios económicos e innovaciones.
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La demanda contra Kraken se convertirá en otro ejemplo del fracaso de la SEC a la hora de regular con éxito la industria de la criptografía, similar al resultado de sus acciones contra Coinbase. Este ciclo repetitivo de regulación agresiva y mal informada no sólo es inútil sino también perjudicial para la credibilidad de la SEC. Envía el mensaje de que el organismo regulador está más interesado en ejercitar su fuerza regulatoria que en comprender y adaptarse a los nuevos paradigmas tecnológicos.
El caso no es sólo una batalla legal aislada. Es indicativo de un problema más amplio dentro del enfoque del marco regulatorio estadounidense hacia las criptomonedas. La SEC debe ir más allá de sus tácticas actuales y obsoletas y comprometerse con la industria de la criptografía de una manera más informada y constructiva. La regulación es necesaria, pero debe ser razonable, bien informada y diseñada para fomentar la innovación, no para sofocarla.
Parece que la SEC está preparada para otra derrota rotunda, lo que servirá como un recordatorio más de la necesidad de un nuevo enfoque por parte de los reguladores.
Daniele Servadei es el fundador y director ejecutivo de Sellix, de 20 años, una plataforma de comercio electrónico italiana que ha procesado más de 75 millones de dólares en transacciones para más de 2,3 millones de clientes en todo el mundo. Asiste a la Universidad de Parma para obtener una licenciatura en informática.
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